Como mucha gente parece luchar con la provisión, quiero contarles una importante curación que tuve sobre el particular hace varios años.
Soy la fundadora y Directora General de una compañía de alcance mundial, y en aquella época estábamos en una etapa de gran desarrollo. Como muchas empresas cuando se inician, necesitábamos juntar capital para poder expandirnos. A muchos empresarios se les enseña que el camino para reunir capital es preparar una presentación, proyecciones financieras, una descripción comercial y luego presentar tu propuesta a los inversionistas potenciales. Muchos amigos empresarios me habían contado que este proceso puede ser agotador y muy desalentador.
No obstante, yo siempre había trabajado con esta idea de Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana: “Los caminos de Dios no son como nuestros caminos; …” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 158). Esta idea con frecuencia me ha guiado a hacer las cosas de una forma aparentemente nada convencional.
Preparé nuestra presentación, las proyecciones financieras y la descripción comercial, así como una lista de cualidades que yo estaba buscando en los inversionistas. Pero en lugar de ser guiada a salir y presionar duro para que hubiera una inversión en la forma tradicional —para obtener una gran suma de dinero— me sentí guiada a mantenerme quieta y orar.
Durante muchos meses, oré con frecuencia para obtener una mejor comprensión de la ley divina de la oferta y la demanda. Sin embargo, un día a mediados de abril, finalmente nos quedamos sin efectivo, y no tenía ninguna probabilidad de tener inversionistas. Tan solo en dos semanas, debíamos pagar el alquiler, la nómina y otras cuentas. Recuerdo que estaba sentada en mi sala de estar orando… y riendo. Me reía del error porque en todo a mi alrededor yo veía evidencias de la bondad de Dios, a pesar de lo que el testimonio de los sentidos me estaba diciendo. De hecho, ese mismo día, habían salido publicados cuatro artículos en las noticias mundiales sobre nuestra compañía, que hablaban de todo el bien que estábamos haciendo, y allí estaba el error tratando de convencerme de que sufríamos escasez.
No obstante, no mordí el anzuelo. Me negué a aceptar el concepto errado de que no teníamos lo suficiente y necesitábamos obtener provisión, y en lugar de eso declaré con firmeza que la provisión era una ley divina siempre presente que yo podía ver en operación en ese mismo momento. Expresé gratitud a Dios por traerme esa provisión directamente a mí.
Rehusé ceder a la creencia de que necesitaba usar el mero esfuerzo humano para llevar adelante nuestro trabajo. Quería que toda acción que tomara fuera el resultado de la oración y de la dirección divina, no de la voluntad humana o de mis mejores esfuerzos humanos. Inflexible, comencé a declarar repetidamente y con confianza que en realidad todo negocio —es decir, la actividad correcta de la Mente— estaba en la Mente y era gobernado por la Mente, y esto quería decir que teníamos acceso a la provisión infinita en ese mismo momento. Para demostrar esto se requería una comprensión espiritual más profunda de mi parte, porque yo sentía un temor abrumador y mucha presión por el éxito de mi negocio y de nuestro equipo. Volví todo mi pensamiento a la realidad divina y abandoné por completo la preocupación por el cuadro material. No había otra opción.
Justo en ese momento sonó el teléfono. Era una exitosa mujer de negocios con la que no había hablado en años. Ella había visto los artículos en la prensa sobre nuestra compañía y me llamó para felicitarme. Le agradecí, y entonces me preguntó: “¿Cómo está tu situación financiera?”
Le conté que necesitábamos reunir una gran suma de dinero para poder continuar con el negocio. Me dijo que ella no estaba en posición de ayudar, pero que le mandara la presentación y ella se la pasaría a otro inversionista. Convenimos en hablar en tres días.
Aquella noche, antes de acostarme, tuve una intuición, un mensaje angelical de Dios, que esta mujer invertiría cierta cantidad en nuestra compañía, aunque ella me dijo que no la tenía.
Cuando hablamos tres días después, me dijo que quería invertir la cantidad exacta que me había venido al pensamiento, y que me enviaría un cheque por correo urgente para que pudiéramos responder a las necesidades inmediatas. Ella también había encontrado otro inversionista que quería invertir la cantidad restante. Ambos tenían todas las cualidades que yo estaba buscando en un inversionista.
Esta curación me probó que la demostración de provisión no viene mediante grandes esfuerzos humanos, sino mediante la oración y una mejor comprensión de Dios y de Su habilidad para responder a todas nuestras necesidades.
Estoy profundamente agradecida por la Ciencia Cristiana y su práctica aplicación en los negocios y en todas las áreas de la vida.
Traci Fenton
Iowa City, Iowa, EE.UU.
