Relatos de curación
Hace tres años, cuando comencé a estudiar en la Universidad de Principia, un fin de semana se me inflamó la rodilla. Por la noche salí con mis amigos, y a la mañana siguiente empecé a tener un dolor muy fuerte en la rodilla izquierda.
Hubo una época en que tenía mucha inconformidad en mi vida. Me sentía muy afligida y anhelaba encontrar una respuesta.
Cuando hace un tiempo se me inflamó la parte derecha del vientre fui al médico, quien me diagnosticó un plastrón apendicular. Mientras estuve internada en el hospital, una comisión de médicos quiso someterme a una operación de inmediato, pero esta opinión fue rechazada por el médico que me atendía y me enviaron a mi casa, sometiéndome a un riguroso reposo.
Hace dos años, decidí viajar a un país asiático con un programa de intercambio de la universidad para estudiar mercadotecnia. Extrañaba mucho mi casa y hablaba muy a menudo con mi mamá quien me ayudaba recordándome que Dios con Su amor me había provisto de un hogar, y que ese hogar es mi consciencia.
Pasé por una época en que tomaba muchos psicofármacos porque no podía dormir. Estaba angustiada y muy deprimida y sentía la necesidad de acostarme varias veces en el día.
Era de noche y ya me había acostado. De pronto sentí un dolor de cabeza como nunca había sentido, no por su intensidad, sino porque me dio la impresión de que no podía pensar ni hablar.
Desde niña me había interesado Dios, y quería saber de dónde había venido Él. Incursioné en muchas religiones cristianas y orientales, pero continuamente cambiaba, pues ninguna de ellas lograba responder las numerosas dudas que tenía.
Hace muchos años, estábamos con mi familia de vacaciones en la playa, cuando al caminar de regreso a la orilla con el agua a la cintura, de repente pisé una raya o pastinaca. Este animalito tiene veneno en la cola, y no quiere decir que fuera agresivo, pero al pisarlo reaccionó y me picó en el pie.
Alo largo de los años, mi familia y yo hemos podido comprobar lo que afirma Mary Baker Eddy cuando escribió: "La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica" ( Ciencia y Salud, pág. 162).
Una mañana, me llamó la maestra de mi segundo hijo, de 6 años, para decirme que se había caído sobre un brazo y no podía moverlo. Ni bien me enteré, comencé a orar reconociendo que el niño era el hijo amado de Dios y estaba bajo Su cuidado.