
Relatos de curación
Hubo una época en que, ya fuera que perdiera el tren, escuchara un comentario indiscreto o se me pinchara una llanta de la bicicleta, yo reaccionaba con furia. A veces las situaciones que provocaban fuertes sentimientos de ira, desilusión, desesperación y temor, parecían importantes, y otras, muy insignificantes.
Una noche, hace varios años, regresé a casa y no podía encontrar la caja de fósforos para encender mi lámpara. Así que fui a darme una ducha a oscuras.
En cierta ocasión hace ya 16 años, tuve un problema en la piel que me incomodaba mucho. Aunque no había ido al médico, sabía que los síntomas eran de herpes zóster, enfermedad también conocida como zona.
A mí siempre me ha gustado jugar al fútbol. En una ocasión comencé a jugar con un equipo de muchachos de un país que tiene rivalidades con mi país de origen, en Centroamérica.
Cuando éramos nuevos en la Ciencia Cristiana, de esto hace ya varias décadas, llevamos a nuestros hijos pequeños de vacaciones a una granja. Pertenecía a una familia muy devota y yo les había hablado de mi religión, y ofrecido nuestra ayuda en esa activa época de la cosecha.
Antes de conocer la Ciencia Cristiana, hace ya más de 20 años, yo sufría de muchas enfermedades: tenía un problema grave en los ojos, dolores de espalda, reumatismo y constipación crónica. A menudo lloraba debido a mi situación, preguntándome si mi vida sería mejor algún día.
La epidemia de enterohemorragia por E. coli (EHEC) fue muy seria en Alemania el año pasado.
Estaba embarazada de siete meses cuando oré para tener mi primera curación física. Esto ocurrió hace aproximadamente 34 años.
Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, sólo aplicaba sus enseñanzas para resolver problemas económicos, tensiones en las relaciones, es decir, en aspectos de mi vida que no tenían nada que ver con la salud
Durante toda mi niñez tuve dolores de cabeza crónicos. Sufría con tanta frecuencia que no podía pasar un mes sin tomar medicinas para calmar el dolor.