
Relatos de curación
A mediados de 2011, cuando todavía vivía en Suiza, noté que tenía una mancha roja en la mejilla izquierda. Pensé que era una picadura de mosquito y no me preocupé mucho.
Hace seis años me salió una sustancia pegajosa en un ojo que no me permitía ver bien. Le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración.
En el año 2000, me estaba mudando a otra ciudad. Con todos los problemas de la mudanza que tenía que resolver, incluso mis dos hijas pequeñas que necesitaban mi atención, yo me sentía muy estresada y empecé a sentir los síntomas de un problema al corazón.
Como un faro de luz llegó el libro Ciencia y Salud a mi vida, trayéndome un sentido de armonía y paz. De este libro he aprendido el amor, la sabiduría y el poder que manifiesta Dios en nuestra vida cuando enfrentamos problemas de salud.
En 1995, mi salud comenzó a deteriorarse. Los médicos diagnosticaron que tenía cáncer.
En 2011 fui a París a visitar a mi familia con una amiga, y al día siguiente de haber llegado, me caí cuando cruzaba la calle. Con mucha dificultad me pude levantar, pero los dolores eran tan fuertes que no podía caminar.
Me estaba esforzando realmente por conocer al Cristo. Había leído bastante sobre el hombre perfecto, creado a imagen y semejanza de Dios, mas me resultaba difícil comprenderlo.
Hace unos años, en un período muy corto de tiempo, mi madre falleció en los Estados Unidos, empaqué y vacié su casa para venderla, regresé a Brasil, empaqué mi propio hogar donde había vivido 15 años, me mudé a una nueva casa, empecé un nuevo trabajo bastante demandante en una ciudad que no conocía, y traté de desempacar y ayudar a mi familia para que se adaptara a nuestro nuevo hogar y ambiente. Aunque hacía todas mis tareas con alegría, me sentía a menudo abrumada, cansada y triste por el fallecimiento de mi madre.
Después de un semestre sumamente intenso de trabajo como profesora en la universidad, me di cuenta de que algo andaba mal con mi cuerpo. Tenía una sensación de debilidad y mareo constantes, lo que me hacía trabajar más despacio y moverme con mucho cuidado.
Durante muchos años sufrí de fuertes dolores de oído. Cuando era niña, mi mamá me llevó al médico, quien diagnosticó que tenía otitis.