
Relatos de curación
Cuando conocí la Christian Science fue amor a primera vista. Lo que leía era muy lógico.
Hace 40 años, empezó mi búsqueda de una vida más feliz, libre de siete males que acarreaba pesadamente. Desde úlceras y desórdenes gastrointestinales, a dolores de hueso y de columna, desde el sistema nervioso alterado, a depresión y ansiedad constantes.
No hace mucho, noté que se me adormecían las piernas desde las rodillas hasta la planta de los pies, pero no le di importancia y seguí haciendo mi vida normal. Sin embargo, esas molestias fueron acrecentándose al punto de impedirme caminar.
Hace dos años mi esposo y yo estábamos pasando unas vacaciones en un departamento junto al mar. Nos gustaba mucho dar largas caminatas y disfrutar de la paz y la belleza que nos rodeaba.
La primera vez que comencé a leer Ciencia y Salud no me encontraba en la mejor actitud para aceptar sus ideas. Pensaba que Dios me había olvidado.
Afines del año 1996, fui despedido de la compañía en la que trabajé por más de 26 años. Si bien recibí los beneficios que otorga la ley y una adecuada compensación económica adicional, el golpe emocional fue muy difícil de superar en un comienzo.
En noviembre pasado, sin ninguna razón aparente, comenzó a dolerme tanto el hombro que no lo podía mover ni tocar. Cuando mi esposo observó que cada vez me resultaba más difícil encontrar una posición confortable para dormir, pensó que lo mejor era llevarme al hospital.
Un día, cuando tenía dieciséis años, perdí la conciencia de camino a la casa de una amiga. Los médicos me diagnosticaron epilepsia.
Varios meses después de que pensé que habían terminado los síntomas asociados con la menopausia, empecé a tener una gran sudoración en todo el cuerpo, así como períodos de mucho calor y la incapacidad de concentrarme. Estos síntomas me alarmaron, especialmente porque no sabía qué estaba pasando, y empecé a orar para eliminarlos.
Hace unos cuantos años empecé a tener problemas de rigidez y dolor en las rodillas, y tenía dificultad para correr y caminar normalmente. Pero como esta dificultad se desarrolló paulatinamente y aparecía de vez en cuando, al principio pensé que simplemente podía seguir caminando y forzar mis rodillas para que se doblaran como debían hacerlo.