"Bienaventurados los que lloran," dijo Jesús en la segunda beatitud, "porque ellos serán consolados." El probó esta declaración con muchos ejemplos registrados en la Biblia y nos legó la promesa de que nosotros haríamos aún mayores obras que las que él hizo. ¿Por qué no cumplimos esta promesa? Hay que confesar que nosotros, sus discípulos, estamos apenas entrando por el sendero del entendimiento y que tenemos mucha distancia por recorrer, a fin de comprender la demostración completa.
¿Pero, es esto motivo por desaliento, titubeo o incredulidad? Ciertamente que nó. Jesús mismo ejerció muchísima paciencia con sus discípulos contemporáneos, aconsejándoles siempre que aumentasen su fe. Y la discípula más apegada al Maestro, en los tiempos modernos, Mary Baker Eddy, añade a su consejo que tenemos que empezar con las demostraciones más simples y que solamente por medio del entendimiento más amplio, podremos alcanzar las alturas de la completa prueba. (Véase Science and Health with Key to the Scriptures [Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras], páginas 254 y 429.) La señora Eddy demuestra claramente que mayores obras nos esperan, dependiendo de nuestro despertar a la realidad.
¡Entretanto, que consuelo ofrece la Christian Science a los que lloran! Es evidente que ninguna persona puede tener conciencia de su propia muerte. Según definición, la muerte implica la ausencia de toda conciencia y es claro que uno no puede estar consciente de la inconciencia. Esto significa que los supuestos muertos, de hecho jamás han experimentado la muerte. Si se le puede llamar un incidente, en alguna forma, esto es sólo el incidente objetivo de quienes se quedan atrás.
Esta simple verdad se podrá ver con mayor claridad si el lector se pregunta si alguna vez recuerda el momento en que, efectivamente, quedó dormido. Al despertar, uno puede recordar los pensamientos que tuvo hasta el momento de conciliar el sueño, pero a pesar de los esfuerzos que haga, no podrá precisar el momento exacto en que se durmió.
En consecuencia, podremos tener un ligero consuelo al darnos cuenta de que los que pasan de nuestra vista solamente han sido despertados. Y el Cristiano, aún con su concepto limitado de la omnipresencia de Dios, no puede dudar que los desaparecidos son bien atendidos y guiados hacia nuevas, interesantes y valiosas experiencias. La transición los despierta a la comprensión de que, a pesar de sus temores y dudas previas, no murieron después de todo.
"¿Pero que se puede decir sobre la separación y la pena del fallecer?" preguntará el interrogador. En este caso no hay contestación del todo satisfactoria, fuera de la posición absoluta de la Christian Science. Si un ser querido desaparece de nuestra vista mortal, su verdadera entidad aún se mantiene en el amor de Dios. En igual forma se mantiene la entidad vuestra. Por lo tanto, en la Christian Science, como hijos o ideas de Dios, no estáis separados de El, y El estará siempre presente para ambos. Cierto es que humanamente no podréis comunicaros con el ser querido, pero la comprensión de vuestro mutuo amor os proporciónará un nuevo gozo, y podrá proveeros gran satisfacción, como muchos lo han probado, y puesto que lógicamente no podemos en realidad llorar por quien no ha muerto, pronto nos convenceremos de que tampoco podemos llorar mucho tiempo, por nosotros mismos.
Puesto que no proviene de un Dios todo bondadoso y omnipotente, cualquier dolor que se experimente con motivo del fallecimiento tiene que ser reconocido como irreal, una presentación a y por los sentidos materiales que ante la vista de Dios, jamás tuvo lugar. Dios ve a Sus hijos como buenos y armoniosos y El nada sabe del nacimiento humano, la muerte, la enfermedad o el dolor. Nuestra obligación es elevarnos por encima de estas creencias mediante la reflexión de la conciencia divina, contemplando únicamente las realidades de la vida interminable. "Puesto que el hombre nunca ha nacido, ni muere jamás" dice la señora Eddy en Science and Health (pág. 258), "le sería imposible, bajo el gobierno de Dios en la Ciencia eterna, caer de su estado elevado." De uno de sus amados estudiantes, que acababa de fallecer, ella declaró su presencia sempiterna, a pesar del testimonio de los sentidos materiales, como sigue: "Si despertásemos a este reconocimiento lo veríamos aquí mismo y nos daríamos cuenta de que jamás murió; demostrando de esta manera la verdad fundamental de la Christian Science" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany [La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea], pág. 297).
Jesús había probado esta verdad siglos antes, cuando habló con Moisés y Elías en la transfiguración, aún capacitando a tres de sus discípulos para que los viesen. Juan, en su libro "El Apocalipsis", ha demostrado claramente la nada de la barrera llamada muerte. El concepto de Jesús sobre la muerte, aparece en sus declaraciones siguientes: "No ha muerto, sino que duerme;" y "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle del sueño." En estos y otros casos, él probó la veracidad de sus declaraciones. Pablo y Pedro, Elías y Eliseo, probaron en cierto grado la misma verdad omnipresente.
"¿Por qué no hacemos estas mayores obras con más frecuencia ahora?" el circunstante impaciente puede preguntar. La muerte es "el postrer enemigo que será destruído," dijo Pablo. Mientras tanto, los Científicos Cristianos están alcanzando éxito al mitigar la tristeza y la separación que suelen acompañar la muerte y están destruyendo los enemigos de menor significación, tales como los temores, las enfermedades y los pecados. Los registros de estas curaciones por medio de la Christian Science, están abiertos para que todos puedan leerlos y oírlos: en las páginas del Journal, el Sentinel y "El Heraldo", todas publicaciones de la Christian Science, así como en las reuniones testimoniales de curaciones, que tienen lugar los miércoles en las iglesias y sociedades de la Christian Science, al igual que en las reuniones de grupos de estudiantes de la Christian Science en diversos colegios y universidades. Hoy en día, los médicos más afamados con frecuencia tienen conocimiento de casos de curaciones en la Christian Science y algunos de ellos libremente reconocen la curación de casos en los cuales ellos ya habían agotado toda su pericia.
Si el público en general tan sólo se diese cuenta de los hechos obvios de la curación cristiana hoy día, abandonase su escepticismo respecto a dichas curaciones, y fuese espiritualmente receptivo al bien disponible para todos, estaría en posición de compartir la salud y la felicidad que Dios provee para todos. La Christian Science es el Consolador prometido por el Maestro, cualquiera que sean las apariencias de la destitución, las heridas o la muerte que presente el mundo de hoy. Está destruyendo ahora mismo el aguijón de la muerte y finalmente destruirá la muerte misma. En las palabras de uno de nuestros himnos (Christian Science Hymnal, número 287):
Así, en Tu fulgor se desvanece
La muerte, su noche lóbrega y triste;
Así, la creación oye nuevamente
La Verdad que afirma: la luz existe.