"Bienaventurados los que lloran," dijo Jesús en la segunda beatitud, "porque ellos serán consolados." El probó esta declaración con muchos ejemplos registrados en la Biblia y nos legó la promesa de que nosotros haríamos aún mayores obras que las que él hizo. ¿Por qué no cumplimos esta promesa? Hay que confesar que nosotros, sus discípulos, estamos apenas entrando por el sendero del entendimiento y que tenemos mucha distancia por recorrer, a fin de comprender la demostración completa.
¿Pero, es esto motivo por desaliento, titubeo o incredulidad? Ciertamente que nó. Jesús mismo ejerció muchísima paciencia con sus discípulos contemporáneos, aconsejándoles siempre que aumentasen su fe. Y la discípula más apegada al Maestro, en los tiempos modernos, Mary Baker Eddy, añade a su consejo que tenemos que empezar con las demostraciones más simples y que solamente por medio del entendimiento más amplio, podremos alcanzar las alturas de la completa prueba. (Véase Science and Health with Key to the Scriptures [Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras], páginas 254 y 429.) La señora Eddy demuestra claramente que mayores obras nos esperan, dependiendo de nuestro despertar a la realidad.
¡Entretanto, que consuelo ofrece la Christian Science a los que lloran! Es evidente que ninguna persona puede tener conciencia de su propia muerte. Según definición, la muerte implica la ausencia de toda conciencia y es claro que uno no puede estar consciente de la inconciencia. Esto significa que los supuestos muertos, de hecho jamás han experimentado la muerte. Si se le puede llamar un incidente, en alguna forma, esto es sólo el incidente objetivo de quienes se quedan atrás.
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