Un científico cristiano, durante un viaje de negocios a otra ciudad, se despertó por la mañana muy enfermo de influenza y laringitis. Le urgía estar en una conferencia, esa misma mañana, por lo que hizo los preparativos para asistir. Sin embargo, cuando llegó a la parte comercial de la ciudad, sintió que le era imposible continuar adelante e inmediatamente obtuvo los servicios de un practicista de la Christian Science, que conocía. Encontrándose cerca de una sala de lectura de la Christian Science, se dirigió a ella y empezó el estudio minucioso de la Lección Semanal. Su atención fué atraída por las siguientes palabras en I°. de las Crónicas: "¡Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad!"
Vió muy claramente que adorar a Dios en "la hermosura de la santidad" es purificar la conciencia humana hasta el punto de ver al hombre como la semejanza perfecta de su Creador. Se dió cuenta de que el hombre posee hermosura y santidad por reflexión y que por lo tanto no puede estar separado de estas cualidades, así como el rayo de sol no puede separarse del sol. Aceptando estas verdades, empezó a reclamar su habilidad para expresar salud y vigor. Su condición mejoró de manera que pudo asistir a la conferencia y tomar parte en las discusiones. Al final de la tarde, cuando subió al tren, todas las manifestaciones físicas habían desaparecido, excepto un poco de debilidad, y a la mañana siguiente esto también se había curado. La "palabra de Dios" otra vez fué probada "viva y eficaz".
Se relata en la historia de Josafat que "una gran muchedumbre" de Moab, Ammon y el Monte Seir, vinieron a atacarle. En su temor al enemigo, Josafat proclamó un ayuno y oró ante toda la congregación, "en la casa de Jehová". Jahaziel, a quien "vino el Espíritu de Jehová", lo animó con estas palabras: "No temáis vosotros, y no os acobardéis delante de esta tan grande muchedumbre de gentes; porque no es de vosotros la batalla, sino de Dios." A la mañana siguiente, Josafat "señaló personas que cantasen a Jehová, y que alabasen la hermosura de la santidad, mientras salían al frente de los hombres armados, y que dijesen: ¡Alabad a Jehová, porque para siempre es su misericordia!" Como resultado de su confianza en Dios, el enemigo fué derrotado.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!