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"La hermosura de la santidad"

Del número de julio de 1946 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un científico cristiano, durante un viaje de negocios a otra ciudad, se despertó por la mañana muy enfermo de influenza y laringitis. Le urgía estar en una conferencia, esa misma mañana, por lo que hizo los preparativos para asistir. Sin embargo, cuando llegó a la parte comercial de la ciudad, sintió que le era imposible continuar adelante e inmediatamente obtuvo los servicios de un practicista de la Christian Science, que conocía. Encontrándose cerca de una sala de lectura de la Christian Science, se dirigió a ella y empezó el estudio minucioso de la Lección Semanal. Su atención fué atraída por las siguientes palabras en I°. de las Crónicas: "¡Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad!"

Vió muy claramente que adorar a Dios en "la hermosura de la santidad" es purificar la conciencia humana hasta el punto de ver al hombre como la semejanza perfecta de su Creador. Se dió cuenta de que el hombre posee hermosura y santidad por reflexión y que por lo tanto no puede estar separado de estas cualidades, así como el rayo de sol no puede separarse del sol. Aceptando estas verdades, empezó a reclamar su habilidad para expresar salud y vigor. Su condición mejoró de manera que pudo asistir a la conferencia y tomar parte en las discusiones. Al final de la tarde, cuando subió al tren, todas las manifestaciones físicas habían desaparecido, excepto un poco de debilidad, y a la mañana siguiente esto también se había curado. La "palabra de Dios" otra vez fué probada "viva y eficaz".

Se relata en la historia de Josafat que "una gran muchedumbre" de Moab, Ammon y el Monte Seir, vinieron a atacarle. En su temor al enemigo, Josafat proclamó un ayuno y oró ante toda la congregación, "en la casa de Jehová". Jahaziel, a quien "vino el Espíritu de Jehová", lo animó con estas palabras: "No temáis vosotros, y no os acobardéis delante de esta tan grande muchedumbre de gentes; porque no es de vosotros la batalla, sino de Dios." A la mañana siguiente, Josafat "señaló personas que cantasen a Jehová, y que alabasen la hermosura de la santidad, mientras salían al frente de los hombres armados, y que dijesen: ¡Alabad a Jehová, porque para siempre es su misericordia!" Como resultado de su confianza en Dios, el enemigo fué derrotado.

Frecuentemente, en el curso de nuestra experiencia, la mente mortal intenta causarnos miedo al hacer desfilar ante nosotros una multitud de estampas falsas y angustiosas. En tales ocasiones, pueda que necesitemos pedir la ayuda de un practicista de la Christian Science, para ver que la batalla no es nuestra, sino de Dios. El depender en la mortalidad o en la personalidad, nos ayudará poco, pero la confianza firme en Dios nos permitirá discernir y vencer cualquiera condición inarmónica. Según alabemos "la hermosura de la santidad", el enemigo—la mente mortal, con su fardo de temor y enfermedades—es destruido.

Pensando y expresando solamente pensamientos buenos, demostraremos santidad y perfección. La santidad no es una cualidad vaga e inobtenible; es un atributo de Dios, una fuerza potente y curativa, cuando es entendida y aplicada. Pablo, el apóstol, reconoció esta cualidad como esencial para el entendimiento de Dios y llamó la atención a ella en su Epístola a los Hebreos: "Seguid la paz para con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor."

Mary Baker Eddy frecuentemente señaló a sus discípulos la necesidad de una vigilancia sin interrupción. La mente mortal todavía persevera para obtener el control de la conciencia humana, mediante la propaganda falsa y el engaño. Intentaría destruir al Cristo, la verdadera idea de Dios y del hombre. La falta de vigilancia para reconocer al enemigo por lo que era, trajo como consecuencia el desastre de "Pearl Harbor" a una nación amante de la paz. La mente mortal tiene solamente el poder que nosotros le damos. Si le negamos vida, substancia e inteligencia, se torna como neblina ante el sol de mediodía. Aún cuando la lucha en el pensamiento pueda ser algunas veces larga y difícil, el reconocimiento de Dios como el único poder, la única Mente y Amor, cierta y claramente vendrá.

Bien podemos nosotros invertir tiempo diariamente en preparar nuestros pensamientos, alabando "la hermosura de la santidad", la perfección de nuestro ser real. Daniel oraba tres veces al día para espiritualizar sus pensamientos. Así fué preparado para el triunfo consiguiente sobre el odio y la venganza, en la cueva de los leones. Hay mucho trabajo por hacer. El esfuerzo físico adicional que se requiere en los actuales tiempos, puede ser compensado con una mayor actividad espiritual.

La victoria y la paz permanentes vendrán a la humanidad, cuando sean apreciadas como cualidades espirituales, que pueden ser demostradas. La paz y la libertad son cualidades de Dios y son permanentes. Sin embargo, tienen que ser expresadas individualmente en la conciencia humana, a fin de que puedan aparecer colectivamente en las relaciones nacionales e internacionales.

"Los alisos se inclinan sobre los arroyos para sacudir sus trenzas en las aguas cristalinas," escribe la señora Eddy en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), página 330, y de esto ella deduce una lección para nuestro conocimiento: "Que se inclinen los mortales ante el Creador y, penetrando la transparencia del Amor, disciernan al hombre en la propia imagen y semejanza de Dios, concertando en la hermosura de la santidad cada pensamiento floreciente."

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