"!Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad!" ¡Qué canción más dulce jamás se ha oído que aquella que los pastores escucharon mientras estaban "posando a campo raso, guardando, por turnos, las vigilias de la noche sobre su rebaño", hace cerca de dos mil años! Año tras año escuchamos la narración con invariable interés.
Quizás nos extrañe que solamente los humildes pastores oyeran las "buenas nuevas", en aquella noche bendita. Allí estaban cumpliendo su deber, cuidando y guardando fielmente las ovejas bajo su cargo, y sin duda no esperando acontecimiento espiritual especial alguno. Sin embargo, su pensamiento seguramente estaba preparado, en cierto grado, para recibir el mensaje celestial. Aunque la religión de aquellos tiempos parecía consistir en gran parte de ritos y doctrinas humanas, empero, como en todo tiempo, existían personas devotas, de mentalidad espiritualizada que, como ellos, discernían el significado más alto de las Escrituras y mantenían la refulgencia de la luz espiritual. Anteriormente "un ángel del Señor" había aparecido a Zacarías, contándole que tendría un hijo, Juan, quien iría "aparejando así un pueblo preparado para el Señor", y más tarde el ángel Gabriel anunció a la Virgen María que daría a luz al santo niño, Jesús.
Sin duda había, entre el pequeño grupo de Israelitas que habitaban la Palestina en aquellos días, quienes pensaban y se ejercitaban espiritualmente de manera profunda. Y no solamente escucharon a los ángeles, sino que vieron cumplidas sus promesas, con la aparición del Mesías, por tanto tiempo esperado, en la forma del niño Jesús, de quien dijo el ángel a los pastores: "¡No temáis! pues, he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo, el cual será para todo el pueblo de Dios; porque hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el cual es Cristo, el Señor." A través de la Biblia se encuentran casos de ángeles trayendo mensajes de regocijo, consuelo y dirección a muchas personas de mentalidad espiritualizada.
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