Nuestra hijita, quien nació con las caderas dislocadas, tuvo que llevar vendaje de yeso durante tres años. Después tuvo que usar una fornitura de cuero, desde la cintura hasta los tobillos, la cual no podía quitarse aún cuando estaba dormida. Luego de continuar este tratamiento por algún tiempo, preguntamos al doctor que la atendía si podíamos abrigar alguna esperanza de que nuestra niña anduviera algún día. Esta fué su respuesta: "El día que le quitéis la fornitura, ella se desplomará como un montón de arena." Así es que no había esperanza de salvarla, ni aún de operarla, y parecía destinada a vivir en esa condición. Fué entonces que un cliente me habló de la Christian Science y para convencerme de la veracidad de sus declaraciones, me invitó a su casa, a fin de que pudiera juzgar por mí mismo de la mejoría experimentada por su hijito, quien había sufrido de la parálisis infantil. Ante la evidencia de este caso, no podía dudar y me puse al habla con la practicista que atendía a su niño. Bondadosamente me concedió una entrevista, me aseguró que nuestro temor era infundado y restauró mi confianza, declarando que nuestra niñita mejoraría.
Se me instruyó quitar la fornitura e intentar dejar que la niña se sentara, cosa que jamás había hecho. Ese día cumplimos con la recomendación de la practicista, pero la pequeñuela se quejó de sufrir intenso dolor en las caderas y no pudo sentarse. Consulté nuevamente a la practicista e insistió en que repitiésemos el intento, diciendo que la niña no sentiría dolor alguno. Desde ese momento en adelante nuestra hijita se vió libre de la fornitura, y cierta mañana, al despertarse, nos llamó para decirnos que había podido sentarse. Naturalmente, después de ésto, ella aprendió a caminar como las demás niñas; la fe y el amor nacieron en ella y en nosotros y perdimos todo temor.
Tres meses después de que supliqué ayuda de la practicista, nuestra hijita andaba normalmente y comenzó a asistir a la escuela dominical, donde hace rápidos progresos en el entendimiento de la nada del error.
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