Cuán inapreciable consuelo y seguridad recibe quien se compenetra del tierno mensaje que nos brinda Mary Baker Eddy en su poema titulado: "La oración vespertina de la madre" (Poemas, página 4):
"Amor, refugio nuestro; no he de creer
El lazo que nos pueda hacer caer;
Aquí está la morada del Señor,
Su brazo nos circunda con amor."
¿Y acaso no nos imparten estas palabras el mismo amor protector, maternal de Dios, que el Salmista reveló cuando dijo: "Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas te refugiarás"?
Sin lugar a duda, la seguridad de la omnipresencia benéfica del Amor divino llena la conciencia de quien demanda continuamente, durante el día y también cuando se prepara para acostarse de noche, que "Su brazo nos circunda." Con qué certeza científica puede aquel remachar la puerta mental, contra las sugestiones de peligro inminente y pestilencia, cuando siente el amor circundante de la única Mente paterna, divina, que siempre lo guarda en un sitio de refugio, un santuario divino. Nuestra amada Guía había probado la protección bondadosa de Dios, antes de escribir estas palabras. Y a medida que el estudiante de la Christian Science se esfuerza por seguir en sus pisadas, encuentra que él también está capacitado para exclamar felizmente con ella: "Hoy mi alma sólo puede cantar y remontarse. Un creciente sentido del amor, omnipresencia y omnipotencia de Dios me circunda" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany [La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea] pág. 174).
Uno debe sentir el amor compasivo de Dios, no solamente para sí mismo, sino también para los seres que le son queridos. ¿No es un hecho bien sabido que la mente mortal procura continuamente hacer creer a uno que el mal, de cualquier naturaleza, puede atacarle? Quizá la enfermedad parezca inminente o aún evidente; el desastre, la miseria o las privaciones puedan amenazar. ¿No es este el tiempo de resistir tales sugestiones determinadamente y aferrarnos a la certeza de que "Su brazo nos circunda con amor?"
Solamente a medida que uno ve a los seres queridos como rodeados por el Amor divino, puede sentir absoluta seguridad para ellos. Y cuando comienza a darse cuenta de que ellos son preciosos para el Padre-Madre, Dios, y entonces los coloca confiadamente en "el lugar secreto del Altísimo"—donde en realidad todos nosotros "vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser,"—puede quedar seguro de que están divinamente protegidos.
En los tiempos actuales, los cristianos están volviendo sus miradas hacia El, quien es infinitamente mayor que ellos. Están orando fervientemente por toda la humanidad. ¿Qué mayor protección y bendición podría uno pedir para la humanidad, que ésta se de cuenta del hecho absoluto de que "Su brazo nos circunda con amor"?
Dondequiera que uno se encuentre, sin importar cuán lamentables sean las circunstancias, este pensamiento, firmemente mantenido, conducirá a los justos a través de cualquier incidente con seguridad. En verdad, más que ésto, romperá las cadenas del mesmerismo que hoy parecen atar a muchos, y libertará a los esclavizados.
"Brazo," ha sido definido como "poder; fuerza; potencia; apoyo." Entonces, el tierno mensaje que alude a Su brazo circundante, significa más, infinitamente más que un pensamiento confortante de la bondad de Dios. Significa que Dios está sosteniendo al hombre siempre en el santuario del Amor divino; significa que en este sagrado e inviolable asilo, donde el hombre eternamente vive, existe protección divina y espiritual. Significa también, que el poder auxiliador de El, a quien conocemos como omnipotencia, está operando incesantemente como una ley liberadora para la humanidad, de las circunstancias difíciles de todas clases.
Una familia pequeña recibió una prueba de ésto, cuando se encontró en las montañas, en un camino de una sola dirección, y su automóvil parecía impotente para subir una cuesta muy pronunciada. Repetidas veces se hizo el esfuerzo, pero sin resultado y entonces el auto tuvo que retroceder cierta distancia por el camino peligroso. Por fín, una de las niñas pequeñas, que asistía asiduamente a la escuela dominical de la Christian Science desde hacía varios años, preguntó a su madre porqué el auto no había subido la cuesta. La madre le contestó que parecía que el auto no tenía suficiente fuerza para hacerlo. Poco tiempo después se intentó otro esfuerzo y sin dificultad alguna el automóvil traspuso la referida cuesta. La niña, que había permanecido sentada sobre una piedra, al lado del camino, con la cabeza reclinada sobre sus manos, ascendió la cuesta a pie y al montar en el auto y sentarse al lado de su madre, dijo: "Mamá, ¿sabes por qué el auto subió esta vez?" La madre le contestó que nó. "Bueno," dijo la pequeñuela, "nuestra maestra en la escuela dominical nos dijo que la oración del padrenuestro respondería a toda necesidad, y yo dije esa oración. Y cuando llegué a la parte que dice: 'porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria para siempre,' comprendí que si todo poder pertenece a Dios y El está aquí, tenemos todo el poder que necesitamos."
"Dios es Amor," dice la señora Eddy en la página 6 de Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras), y en seguida añade esta declaración de certeza: "Más que esto no podemos pedir, más alto no podemos mirar, más lejos no podemos ir." Por consiguiente, a medida que afirmamos mentalmente que nosotros, nuestros seres queridos y toda la humanidad estamos circundados por los brazos del Amor divino, estamos haciendo una oración de fe viviente, en el poder de nuestro Padre celestial para cuidar a Sus amados hijos, y esta oración afirmativa, tendrá resultados amplísimos. Los hombres finalmente serán liberados del temor y sentirán el amor de Dios, que todo lo proteje, todo lo circunda, todo lo atraviesa, rodeándolos al igual que a todos sus seres queridos. Y al final veremos manifestado un universo divinamente protegido, gobernado y dirigido.