En los versículos finales del duodécimo capítulo de esa portentosa Epístola a los Hebreos, puede ser encontrada una descripción exacta de la inquietud de la mente mortal, que con mayor apego se adapta a las condiciones actuales del mundo. El versículo vigésimo séptimo dice: "Y esta palabra, una sola vez más, declara el propósito de quitar aquellas cosas que son sacudidas, como cosas perecederas, para que permanezcan las que no pueden ser sacudidas."
Hoy en día, el mundo de los sentidos es sacudido hasta lo más profundo y no solamente las naciones, sino las comunidades, los gremios cívicos y políticos, las organizaciones sociales y los individuos, están siendo probados hasta el máximo, a fín de que aquellas cosas que "no pueden ser sacudidas" permanezcan firmes, en radiante inmutabilidad. Es apta, entonces, la advertencia: "mirad que no rehuséis al que habla," pues urge escuchar la voz del Principio y mantener los pensamientos y el vivir fijos en aquellas cosas que permanecen firmes e inmutables. Hará bien, sin duda, quien guarde su conciencia apartada de las cosas inciertas, que son sacudidas; quien rehuse ser gobernado por el rumor, las teorías, las profecías, etc., las cuales son fomentadas por la radio difusión, los periódicos, las chismografías personales, la astrología y el mesmerismo del pensamiento de las masas.
Esta es una época en que las emociones se hallan profundamente agitadas y se experimenta fuerte tentación a dejarse gobernar por los afectos y prejuicios personales; a permitir que el pensamiento sea dominado por el partidarismo nacional, político o heredado. En la página 79 de Retrospection and Introspection (Retrospección e Introspección), nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, ha escrito: "Si somos acosados por emociones extraviadas, embarrancaremos en las arenas movedizas de las conmociones mundiales y de hecho careceremos de la sabiduría indispensable para enseñar y demostrar la victoria sobre uno mismo y sobre el pecado."
En lo más agitado de esta sacudida de los cimientos del mundo del sentido material, estas "arenas movedizas de las conmociones mundiales", ¿dónde puede uno acudir para encontrar la inmutabilidad y cómo puede uno ser de mayor servicio para traer paz a los sentidos agitados? De nuevo, es en Retrospection and Introspection (pág. 93), donde encontramos una respuesta a esas preguntas. Ahí leemos: "El mejor tipo espiritual del método del Cristo para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es la potencia estacionaria, quietud y fuerza; y cuando hacemos nuestro este ideal espiritual, se convierte en el modelo para la acción humana."
Por tanto, sirve mejor aquel que percibe y pone en la práctica su aunamiento con la única Mente, infinita, divina, la cual reina suprema, y cuya perfección jamás es tocada o alterada por las perspectivas tergiversadas, o por las predicciones del sentido material. Esto es simple y completamente un asunto individual; la salvación del mundo depende de la salvación individual.
El director de una de nuestras grandes universidades, hablando ante una reciente convención, declaró que el ciudadano individual posee la clave de la paz. Se le cita como diciendo: "El precio de la disciplina individual se pagará por la libertad, si ésta ha de garantizarse. La civilización está perdida, a menos que la humanidad aprenda a desarrollar sus cualidades individuales, para dominar la máquina." Prescindiendo de lo que cualquiera otra persona, o grupo de personas, pueda pensar o hacer, se requiere que cada individuo viva de la mejor manera posible; que permanezca firme en el Principio, fiel a la Verdad, la que sóla es la fuente de "la potencia estacionaria, quietud y fuerza". Entonces, sin tomar en cuenta qué cambios puedan producir las sacudidas en las situaciones o gobiernos, locales o nacionales, uno permanecerá inmovible, sabiendo bien que la majestad, poder, bondad, justicia y hermosura de todo lo que es real y perdurable, continúa firme en su eterna armonía y poder.
Recordando las palabras de Jesús el Cristo: "Yo no juzgo a nadie," él abandonará el enojo y cólera del juicio personal; se encontrará liberado de la corrosión de la crítica, censura y condenación. Permanecerá, asimismo, quieto y muy satisfecho de dejar que la Mente sea el juez, sabiendo que sólo la Mente puede separar y de hecho separa, por completo, la cizaña del trigo, destruyendo en absoluto la una y juntando lo otro en el lugar correspondiente en Su reino, manteniendo inviolables aquellas cosas que "no pueden ser sacudidas."
La justificación propia, la renuencia, la falta de humildad, el obstinado orgullo de opinión y el prejuicio permanecen ciegos al juicio recto y no pueden ver ni experimentar la bendición fructífera que está sazonándose en el amor y gobierno inevitable de Dios.
En la página 306 de Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras), la señora Eddy dice: "Imperturbable en medio del testimonio discordante de los sentidos materiales, la Ciencia, aún entronizada, está revelando a los mortales el Principio divino, inmutable y armonioso,—revelando la Vida y el universo como siempre presentes y eternos." Incalculable es la oportunidad presentada hoy al Científico Cristiano individual, para guardar la Ciencia "entronizada" en su pensamiento y acción; para que pueda ver el desarrolo de "la Vida y el universo como siempre presentes y eternos"; para que permita al Amor divino e imparcial ser reflejado en sus afectos; para que la inteligencia omnisciente pueda regir sus juicios; para que el Espíritu y sus cualidades constituyan el tesoro de su búsqueda; para que solamente el crecimiento en gracia sea la medida de su progreso; para que el apaciguamiento suplante a la crítica; para que la realidad eclipse al sueño.
Sea, pués, la vida de cada quien como una voz que llama a un mundo adormecido: "Despiértate tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo."