Que la Christian Science cura, rápida y permanentemente, he comprobado bien en mi propia experiencia.
Cuando aún era un adolescente, sufrí a causa de defectos en la vista. Después de seis meses de cuidado y tratamiento en un hospital, que terminaron con un examen rígido, me informó uno de los mejores especialistas de Inglaterra que podría hacerse muy poco en mi favor, para evitar la pérdida completa de mi vista; que posiblemente se podría demorar un poco ese resultado fatal, mediante el empleo de anteojos, cada vez más fuertes, pero que ellos nada podrían hacer para corregir la deficiencia y se me asignó un período máximo de tres años, como el límite en que podría gozar de la vista.
Ante mi mente perturbada, el futuro se presentaba muy negro y sin esperanza. Mediante ese veredicto, todos mis deseos, ambiciones y aspiraciones parecían aplastados por el peso de una calamidad arrolladora. En mi abatimiento, ni siquiera podía volverme a Dios, porque no obstante haberme criado en un hogar religioso, donde me enseñaron que Dios es el autor del pecado, la enfermedad y la muerte, jamás acepté dicha doctrina por completo. La investigación que hice de las bases de otras sectas religiosas, no me proporcionó mayor confianza, por lo cual dejé de concurrir a la iglesia.
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