En cierta ocasión, Juan Bautista, el gran predicador, al saber que el pueblo se preguntaba si él era el Mesías esperado, les dijo: "Yo en verdad os bautizo con agua; viene empero aquel que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego."
La vida de Cristo Jesús, con sus múltiples demostraciones de curación, mostró claramente que el Espíritu Santo—que en el décimo cuarto capítulo del Evangelio de San Juan se denomina el "Espíritu de verdad"—estaba siempre con él. No solamente manifestaba este "Espíritu de verdad" en tal medida que los demás podían reconocer que moraba en él, sino que logró animar a sus discípulos para que ellos también lo recibieran—como lo testifican los sucesos después de la ascensión.
En el Evangelio de San Juan se percibe claramente que el Maestro identificaba su entidad espiritual con este "Espíritu de verdad". Les aseguró a sus discípulos que él volvería y que los recibiría. He aquí sus palabras: "Y yo rogaré al Padre, el cual os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir; porque no le ve, ni le conoce: vosotros empero le conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; yo vendré a vosotros."
En virtud de su plena conciencia del pasado, el presente y el futuro, el Salvador de la humanidad se daba cuenta cabal de su origen espiritual y su unidad eterna con el Padre. Lo que él les dió a sus discípulos y al mundo entero no fué un don sobrenatural, sino una compresión de la ley divina. Por su manera de reflejar la Verdad, les despertó su individualidad espiritual, facultándoles para obtener un entendimiento espiritual del ser verdadero que iluminó sus propias vidas y la de los demás. Este entendimiento les llegó mediante el desenvolvimiento de la ley divina, en el día llamado de Pentecostés, cuando grandes multitudes acudieron a oír las verdades tan claramente expuestas por Cristo Jesús.
En el libro de Los Hechos de los Apóstoles, se hace mención del descenso del Espíritu Santo, especialmente en el relato acerca de Cornelio, el centurión. Anteriormente los seguidores de Jesús habían creído que sus doctrinas eran estrictamente para los judíos. Cornelio, el centurión romano, que al parecer había aprendido algo acerca del único Dios, adorándole sólo a El, fué divinamente inspirado a llamar a Pedro, que se encontraba en otra ciudad. Momentos antes de llegar los mensajeros a la casa de Pedro, éste tuvo una revelación espiritual inconfundible, que le indujo a responder a la llamada de Cornelio. Este acto señaló la introducción del cristianismo a los gentiles.
La lectura de esta narración, que debiera ser de gran interés para todo Científico Cristiano, demuestra que Pedro obedeció la voz divina y compartió con Cornelio y su casa la verdad espiritual que él había recibido de Cristo Jesús. Ahí vemos que mientras Pedro estaba hablando referente a la misión de Jesucristo y dándoles la palabra de la verdad, "cayó el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra. Y los creyentes que eran de la circuncisión, cuantos habían venido con Pedro, quedaron admirados de que sobre los gentiles también fuese derramado el don del Espíritu Santo." Esto significaba que la comprensión espiritual de Pedro y su exposición de la Verdad, eran tan claras que sus oyentes—Cornelio y su casa—fueron despertados espiritualmente, y que por medio de la operación de la ley divina se sintieron iluminados por el entendimiento espiritual.
Muchos siglos después, Mary Baker Eddy se dedicó a descubrir la verdad espiritual del ser, en que se basaban las curaciones hechas por los profetas, por Cristo Jesús y por los cristianos primitivos, y la encontró por su propia curación de una lesión grave que sufrió al caer en la nieve. Este incidente la llevó a descubrir las reglas de la verdad espiritual, lo que culminó en los escritos que ella dió al mundo en el libro de texto de la Christian Science, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras". En la página 332 de esta obra ella dice: "Jesús demostró el Cristo; probó que el Cristo es la divina idea de Dios—el Espíritu Santo o Consolador, que revela el Principio divino, el Amor, y conduce a toda la verdad."
El que suscribe conocía a una persona que le dijo que antes de conocer la Christian Science se desconcertaba cuando en los cultos religiosos que entonces atendía, oía mencionar con frecuencia el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El creía en un solo Dios, pero aquí se le presentaba la teoría de que tres personas estaban incluídas en un solo Dios, lo cual no le daba un concepto satisfactorio acerca de la Deidad. Este problema teológico fué resuelto en la Christian Science, a la par que muchos otros.
La Christian Science admite la existencia de un solo Dios. "Oye, oh Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno solo es." En esta Ciencia aprendemos que hay ciertos términos sinónimos para Dios que indican la infinitud de Su naturaleza. Entre esos sinónimos encontramos la Vida, la Verdad y el Amor. En las páginas 331 y 332 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy declara: "La Vida, la Verdad y el Amor constituyen la persona trina y una, llamada Dios,—esto es, el Principio triplemente divino, el Amor." Y agrega: "Representan una trinidad en unidad, tres en uno,—iguales en esencia, aunque multiformes en función: Dios, Padre-Madre; Cristo la idea espiritual de la filiación; la Ciencia divina o el Santo Consolador. Estos tres expresan en la Ciencia divina la triple naturaleza esencial del infinito. Indican también el Principio divino del ser científico, la relación inteligente de Dios con el hombre y el universo."
Cuando a un Científico Cristiano le viene una revelación de la Verdad, y su comprensión espiritual se despierta, el Espíritu Santo lo ilumina, no en virtud de una dispensa, un don especial de Dios, sino porque la ley divina ha surtido efecto en la conciencia del individuo.
Es muy evidente que la Guía de la Christian Science recibió el don del Espíritu Santo sin medida. Nunca hubiera podido escribir el libro Ciencia y Salud y sus otras obras, ni le hubiera dado a la humanidad esta gran religión, si no hubiese sido así dotada. Asimismo, el hecho de que los Científicos Cristianos se están curando continuamente de enfermedades muy serias, inclusive las de carácter mortal, demuestra que poseen el don del Espíritu Santo y que "el Espíritu de verdad" prometido por Cristo Jesús, está siempre presente y asequible en la Christian Science. Sin duda alguna esto forma uno de los eslabones que une la Christian Science con el cristianismo primitivo.
Los problemas de nuestros días presentan un desafío a todas aquellas personas que comprenden que la solución de todos nuestros problemas no estriba sino en lo espiritual. ¿No debieran los Científicos Cristianos dedicarse a demostrar el Espíritu Santo, definido, en parte, por Mrs. Eddy, en la página 588 del libro de texto, como "la Ciencia divina", de tal suerte que en las conferencias sobre la paz, los delegados puedan estar "todos juntos en un mismo lugar" y hablar según el Espíritu les dé "facultad de expresarse"?
