En cierta ocasión, Juan Bautista, el gran predicador, al saber que el pueblo se preguntaba si él era el Mesías esperado, les dijo: "Yo en verdad os bautizo con agua; viene empero aquel que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego."
La vida de Cristo Jesús, con sus múltiples demostraciones de curación, mostró claramente que el Espíritu Santo—que en el décimo cuarto capítulo del Evangelio de San Juan se denomina el "Espíritu de verdad"—estaba siempre con él. No solamente manifestaba este "Espíritu de verdad" en tal medida que los demás podían reconocer que moraba en él, sino que logró animar a sus discípulos para que ellos también lo recibieran—como lo testifican los sucesos después de la ascensión.
En el Evangelio de San Juan se percibe claramente que el Maestro identificaba su entidad espiritual con este "Espíritu de verdad". Les aseguró a sus discípulos que él volvería y que los recibiría. He aquí sus palabras: "Y yo rogaré al Padre, el cual os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir; porque no le ve, ni le conoce: vosotros empero le conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; yo vendré a vosotros."
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