Cuando el autor del tercer capítulo del libro del Génesis comparó el mal con una serpiente parlante, demostró que a él no le cabía duda de que el mal siempre presenta sus argumentos por medio de las sugestiones, pues esta es su única vía de acceso al pensamiento humano. Una vez que aprendamos a acallar las sugestiones negativas del mal, en la conciencia propia, con las ideas positivas de Dios, o el bien, habremos emprendido nuestra carrera hacia la salud, la felicidad y la inmortalidad.
Un estudio cuidadoso de los escritos de Mary Baker Eddy demuestra que algunas de las palabras que ella emplea para describir las actividades del mal son las siguientes: "dice", "sugiere", "arguye" y "pretende." Todas estas indican el sistema empleado por el mal. Su manera de operar es la de hablar, sugestionar o argüir a la conciencia humana, y si lo que sugiere es aceptado como un hecho, su propósito de substituir con mentiras los hechos verdaderos habrá triunfado temporalmente.
Al relatar las experiencias de Jesús en el desierto, el narrador las describió a modo de un diálogo entre el tentador y Cristo Jesús. Al diablo lo representó como un argumentador agresivo, cuyos argumentos o sugestiones el Maestro acalló prontamente y con determinación. ¿Y cómo lo hizo? Pues con las ideas de la Verdad. El mal argüía, instaba y suplicaba, pero de nada le valía. El Maestro estaba tan seguro de que Dios era su única Mente, que se mostró inflexible e inconmovible.
Más tarde se refirió a esta mente perversa y mentirosa como "el príncipe de este mundo", diciendo: "Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí" (Juan, 14:30). Ninguna de las sugestiones de la mente mortal podía hacer impresión en la conciencia del testigo de Dios, que ni siquiera le daba entrada. El Maestro demostró como es que, por medio de los pensamientos rectos, cualquiera de nosotros puede permanecer inconmovible ante las sugestiones del mal y demostrarse superior a las mismas.
La locuacidad innata a la mente perversa, a menudo se manifiesta en los mortales cuando estos se dejan llevar por sentimientos de temor, odio y avaricia, o cuando se prestan a las opiniones malignas, las chismografías, etc. Las más veces el mal le habla al individuo silenciosamente, es decir de una manera inaudible para todos menos aquel a quien se dirige. Siendo el opuesto negativo de "la voz callada y suave" de la Verdad, la mente maligna, con sus silenciosas sugestiones mesméricas, trata de instar al pensamiento humano a aceptar el pecado, la enfermedad y la muerte como los hechos inevitables de la existencia, pretendiendo así substituir la verdadera idea del hombre, que sólo conoce y responde a los pensamientos de Dios, el Espíritu, la Mente, con el concepto erróneo del hombre como un mortal de ánimo materialista, que es receptivo a sugestiones erróneas.
Asimismo, el error se anuncia a través de la sensación física, aseverando que algunas veces es agradable, otras dolorosa y aun otras, indefinible. Pero la voz de la serpiente, ya se clasifique de una manera u otra, siempre es una mentira y una mentirosa. Es la mente falsa y negativa que arguye a su favor y en pro de sus conceptos equivocados. Es, entonces, de suma importancia que nos demos cuenta de que el error sólo puede hablar a ese estado de conciencia que crea, hasta cierto punto, en la existencia de la mente mortal.
El error sólo puede argüir y hablar consigo mismo. No puede discutir con la Mente divina, ni con el reflejo de esta Mente. Por lo tanto no puede hablar ni argüir, ni con la verdadera individualidad suya, ni con la mía. Sus argumentos y sugestiones no se dirigen sino a las falsas creencias que aun pudiéramos abrigar respecto a una mente aparte de Dios.
Jesús respondió a las habladurías de la serpiente con afirmaciones de la verdad espiritual, la última de las cuales fué: "Al Señor tu Dios adorarás, y a él solamente servirás" (Mateo, 4:10). Esto de seguro significa que sólo debiéramos escuchar y obedecer a Dios, la Mente positiva. Mrs. Eddy hace el resumen de la verdad científica referente a las comunicaciones, en su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" (pág. 284), donde dice: "La comunicación va siempre de Dios a su idea, el hombre." En la Ciencia, las comunicaciones, realmente y siempre—no algunas veces—van de Dios al hombre.
He aquí una base bien sencilla desde la cual podemos acallar todas las sugestiones de la serpiente. Veamos diariamente que la pretensión de que existe una mente mortal que produce sus propios representantes, llamados personalidades mortales, y que luego les habla, les sugestiona y les gobierna, es una mentira impía, atestiguada únicamente por los falsos sentidos materiales. Démonos cuenta que sólo Dios es causa; que Su creación o expresión es el único efecto, y que nuestra individualidad, así como toda individualidad real, obra Suya es, le pertenece a El, radica en El y responde únicamente a Su voz, ya que en verdad no existe otra.
El mal genio, los falsos apetitos, las enfermedades crónicas, todos ellos son resultados de la aceptación de las repetidas sugestiones del mal que recorren, sin freno alguno, los surcos de la apatía mental. Pero si ya durante mucho tiempo hemos escuchado las sugestiones del mal, sin advertirlo, no necesitamos seguir en ello. Esta relación puede ser disuelta al instante, pues Dios nos ha capacitado para deshacerla. Aferrémonos entonces a la idea de Cristo acerca de la Vida, aceptando a Dios como la única Mente capaz de comunicar con el hombre, y negándonos a aceptar como nuestros los pensamientos ficticios que testifican de una mente mortal mentirosa, con su creación material, que representa al hombre como sujeto al temor, el odio, la enfermedad y la muerte.
Como representante o idea de Dios, el hombre no conoce ningún otro origen, ninguna otra influencia. El no es un mortal, sujeto a las sugestiones serpentinas, sino que es hijo del Padre, eternamente obediente a la voz y a la voluntad de Dios. Por medio de la espiritualización diaria de los pensamientos, cada día nos sentiremos más seguros de nuestro estado verdadero como testigos individuales de Dios, y de nuestra superioridad a los pensamientos y sugestiones mortales, los que nunca se pueden elevar por encima de su origen negativo y que jamás se oyen en el reino de Dios.
Refiriéndose al acto de acallar la serpiente, o el dragón, y reconociendo que esto sólo sería factible mediante el entendimiento del Cristo, el apóstol Juan se refirió al mentiroso satánico en los siguientes términos: "Arrojado fué a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados juntamente con él" (Apoc., 12:9). Cuando comprendemos que Dios es el único comunicante al hombre, las sugestiones del mal se acallan para siempre.
