Un grupo de personas que visitaban un criadero de peces observaron que el encargado agitaba sus dedos en el agua. Al recibir esta señal, algunos de los peces en el estanque se acercaban a él y comían de la palma de su mano. A fuerza de mucha paciencia y continua persuasión de parte del encargado, los peces habían aprendido a confiar en la mano que los alimentaba. Uno de los que observaron este incidente más tarde se convirtió en pescador de hombres. En sus esfuerzos por persuadir a la humanidad a que tuviera fe en el tierno cuidado de Dios, encontró de mucho valor la paciencia y bondad que había visto ejemplificadas en aquel criadero.
Los hombres se han vuelto sospechosos de los esfuerzos que se hacen por sustentarles, porque a veces éstos han obedecido a motivos egoístas. Sólo el Amor divino, tal como se revela en la Christian Science, puede disipar estos falsos temores, sanar el corazón herido y alimentar el pensamiento con el pan de la Vida. Es este Amor perfecto, cuyo único propósito es el de bendecir, el que los hombres debieran tratar de comprender y obedecer, como Dios. Y en esta Ciencia se nos hace posible comprender a Dios y así obedecerle.
Consciente de las ansias de amor que tiene la humanidad, Mrs. Eddy en una ocasión le aconsejó a un Primer Lector como sigue: "Los pececillos de mi fuente tienen que haber sentido mi presencia cuando yo me detuve silenciosamente junto a ella, pues salieron en fila bien ordenada a la orilla donde yo estaba parada. Luego alimenté a estos pequeños seres tan apacibles y que, sin temerme, acudieron a mí en busca de alimento. Dios le ha llamado a usted para que sea pescador de hombres. No es la mirada severa, sino la afectuosa, la que atrae a la humanidad a recibir su dádiva,— no es tanto la elocuencia sino la tierna persuasión la que les quita el temor, porque es sólo el Amor lo que les alimenta" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 247).
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