Me siento feliz de tener esta oportunidad de testificar acerca del poder curativo de la Christian Science. Estaba yo tratando de obtener una comprensión más clara de Dios cuando me fué presentada esta potente verdad y en ella encontré lo que ninguna otra religión me había ofrecido.
Hace aproximadamente dos años que un día tropecé y rodé por los escalones de la entrada de servicio de nuestra casa. Inmediatamente traté de comprender que "bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección" (Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, pág. 424). Al poco rato pude levantarme y andar, pero sentí un agudo dolor en un costado que a veces afectaba mi respiración. Parecía que me había fracturado una costilla.
Cuando a las dos semanas mi estado no había mejorado, mi familia insistió en que me procurara alguna ayuda. Esa misma noche llame sucesivamente a tres practicistas, no pudiendo comunicarme con ninguno de ellos. De improviso tuve un pensamiento que reconocí como un mensaje angelical: "Pero tú estas llamando a estos practicistas para preguntarles si sería aconsejable hacerte tomar una radiografía. Si tu crees que la necesitas es porque crees que tienes una costilla rota. Estás buscando defectos y no la perfección." Esta manera de razonar cambió por completo mi actitud anterior.
A la noche siguiente, con un gran esfuerzo logré asistir a la reunión testimonial de los miércoles. Recordé que la Sección 5 del Artículo VIII del Manual de La Iglesia Madre dice: "Las oraciones en las iglesias de la Christian Science serán ofrecidas a favor de la congregación, colectiva y exclusivamente." Durante la oración silenciosa mi corazón desbordaba de amor hacia mi prójimo: comprendí que todos los que están reunidos en la casa de Dios son bendecidos. Y así recibí mi curación. Con inmensa gratitud hacia Dios me uní a la congregación para cantar el último himno (No. 148 del Himnario de la Christian Science) que termina con las palabras siguientes:
Inmensa es mi esperanza,
la senda libre está;
Dios mi tesoro guarda,
conmigo El andará.
Nunca podré expresar suficiente gratitud por el don de la Christian Science, que nos fué deparado por Mary Baker Eddy; y por el hecho de ser miembro de una iglesia filial y de haber recibido instrucción en una clase autorizada de la Christian Science. — Baltimore, Maryland, E. U. A.
