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Cuando yo tenía más o menos doce años...

Del número de octubre de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo tenía más o menos doce años de edad, mi madre se encontraba muy enferma, teniendo que guardar cama durante dos años. Una noche cuando parecía que sólo le quedaban pocos días de vida, llamamos a nuestro pastor, y él y mi padre discurrieron sobre el método de curación empleado por Jesús, pero llegaron a la conclusión que ese método sólo tenía aplicación para la época del Maestro. Al escucharles, yo no pude menos que hallar extraño el hecho de que las maravillosas curaciones de Jesús se limitasen a tan corto período de tiempo, y me hice la solemne promesa de que si algún día me enfermaba gravemente, escudriñaría la Biblia para ver si podía hallar en ella una respuesta más satisfactoria.

Al cabo de varios años un hermano mío enfermó de tuberculosis y al poco tiempo falleció. Más tarde una hermana mía que había contraído la misma enfermedad, fué enviada al sur con la esperanza de que un clima más benigno pudiera beneficiarla, pero desgraciadamente ella también falleció.

Yo misma no tardé en enfermarme mental y físicamente, contrayendo también una afección a los pulmones. Me había casado y era madre de dos niños, y si no hubiera sido por ellos quizás no habría hecho caso de la solemne promesa hecha al tiempo de la enfermidad de mi madre. Ahora aquel razonamiento teológico, rechazado en mi infancia, me parecía más irrazonable que nunca. Todos los días por más o menos una semana tomé mi Biblia, rogando a Dios que me revelara su significado a fin de que lo pudiera comprender como lo había comprendido Jesús.

Un día, una vecina que era Científica Cristiana y que había notado mi sufrimiento mental y físico, me preguntó si consentiría en leer un libro llamado "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" por Mary Baker Eddy, y yo consentí. Ella me procuró un ejemplar de una biblioteca pública y yo comencé a estudiarlo fielmente. Afligida aún por la idea de que a lo mejor iba por mal camino, rogué humildemente a Dios que me revelara si esta era la verdad que yo estaba buscando. Varias semanas de estudio trajeron consigo una completa curación y me llenaron de felicidad y alegría solo comprensible para aquellos que han tenido una experiencia similar.

El médico que me atendió al nacer mi primer hijo y que no había esperado salvar ni a mí ni al niño, fué llamado otra vez cuando iba a nacer mi tercer hijo. Este médico le dijo a un amigo mío que a nada le tenía tanto miedo como el atender mi caso, pero añadió: "Ella ahora ha adoptado la Christian Science." No experimenté dolor alguno, y el médico reconoció espontáneamente que esto se debía a las enseñanzas de la Christian Science. Al manifestarse en mi familia las enfermedades típicas de los niños, éstas siempre han sido curadas rápidamente, y nunca hemos tenido que llamar a las autoridades sanitarias. La Christian Science ha sido, además de un remedio, un eficaz preventivo.

Por todo esto agradezco a Dios, el Amor divino, a Cristo Jesús, Su fiel testigo, y a Mary Baker Eddy, la reveladora de la verdad para esta época. —

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