Una de las lecciones que Cristo Jesús enseñó con especial cuidado fué la de la perseverancia en la oración. El conocía la aparente tenacidad de la creencia mortal, y por tanto enseñó a sus seguidores a enfrentarla con una firme y constante fidelidad a Dios. El capítulo 18 del Evangelio de San Lucas nos refiere que Jesús "les dijo una parábola sobre lo necesario que es orar siempre y no desalentarse." Era esta la parábola del juez injusto que otorgó la instancia a la viuda que lo importunaba, no porque deseaba ser justo, sino porque ella seguía "viniendo de continuo". Para concluir la lección, el Maestro hizo esta penetrante pregunta (versículo 7): "¿Y acaso Dios no defenderá la causa de sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque dilate largo tiempo acerca de ellos?"
El Científico Cristiano sabe que la curación espiritual debería ser instantánea, y anhela la comprensión de la Ciencia que lo eleva a uno a ese exaltado estado de consciencia donde la infinitud del bien lo habilita para demostrar el invariable dominio de la Mente sobre el error. No desmaya, sin embargo, cuando se ve obligado a tomar los pasos humanos de la persistente y consagrada oración. Paso a paso se revela a su expectante consciencia el Amor divino con sus conceptos eternos, a medida que el falso sentido mortal del yo y de la substancia cede a la realidad espiritural.
Mary Baker Eddy, quien después de descubrir la Christian Science probó la verdad de sus enseñanzas por medio de notables curaciones de enfermedades, alentaba a sus seguidores a persistir en la oración y nunca temer el fracaso. En "Ciencia y Salud con Calve de las Escrituras" ella escribe (pág. 410): "Cada prueba de nuestra fe en Dios nos hace más fuertes. Mientras más difícil parezca la condición material que haya que vencer por el Espíritu, más fuerte debería ser nuestra fe y más puro nuestro amor."
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