En la página 488 de "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", Mary Baker Eddy dice: "Sólo la Mente posee todas las facultades, la percepción y la comprensión. Por tanto, los dones mentales no están a merced de la organización y la descomposición,— pues de lo contrario los mismos gusanos podrían deshacer al hombre. Si fuera posible que los verdaderos sentidos del hombre se lastimaran, el Alma podría reproducirlos en toda su perfección; pero ellos no pueden ser turbados ni destruídos, puesto que existen en la Mente inmortal, no en la materia."
El hombre espiritual, creado por Dios a imagen y semejanza Suya, refleja la vista y las demás facultades de la Mente creadora, que todo lo ve. Los sentidos del hombre, inherentes a esta Mente, son eternos: por tanto no pueden perderse ni deteriorarse. Su inmortalidad y perpetuidad se manifiestan a través de la comprensión espiritual. A la luz de la Verdad y el Amor omnipotentes, el hombre inmortal se identifica como la idea perfecta del Principio divino, la única Vida infinita, Dios. Reflejando las energías divinas de la Vida, el hombre permanece intacto. Seguro en el abrazo del Amor infinito, que todo lo circunda, no se le puede identificar con nada que sea desemejante a su creador. La Mente que es todo inteligencia ha conferido al hombre, por reflejo, la munificencia de Dios.
Todo lo que posee el hombre espiritual proviene de la Mente. Nada aparte del Espíritu puede influenciarle, puesto que su estructura no es ni orgánica ni material. Constituído de elementos del Espíritu y mantenido por el Amor divino, el hombre es invulnerable a las falsas creencias mortales de una vista que se ofusca o que varía. El hombre espiritual y su creador no están conscientes de la materia, la cual no es sino el estado subjetivo de la mente mortal. Tampoco puede esta llamada mente percibir el Espíritu y sus manifestaciones. El Espíritu y la materia son opuestos; uno es real, el otro irreal, por tanto no pueden entremezclarse.
Los seres humanos creen que la vista se origina y reside en la materia, que la materia y la mente coexisten y que ellos dependen de los ojos materiales para ver, suponiendo que la condición de éstos determina la calidad e intensidad de su vista. A veces creen que el continuo uso puede causar el ofuscamiento o cansancio de la vista y que con los años ésta podrá sufrir algún deterioro orgánico o aun perderse por completo. Esta y otras creencias destructivas son ilusiones que deben ser negadas e invertidas con la Verdad.
La visión defectuosa es una creencia que se presenta a menudo al pensamiento humano. Los seres humanos al escuchar las arteras y sugestivas mentiras de la mente mortal sin refutarlas e invertirlas, aceptan sin saberlo el fallo de espurias leyes ópticas y a menudo se ven esclavizados por dos pedazos de vidrio. El vidrio deslustrado no contiene en sí inteligencia o poder para aumentar o disminuir la visión. Su aparente poder guarda relación con la creencia mortal que se tenga acerca de él. La mente material es una falsificación impía, sin inteligencia, que reclama entidad pero que carece por completo de realidad, por faltarle inteligencia, cualidad esencial de la Verdad, Dios.
La verdadera vista es totalmente espiritual, independiente de todo organismo material. Funciona armoniosamente porque se origina y se mantiene en la Mente que todo lo ve. El hombre creado por Dios no necesita anteojos para poder ver más claramente. Su vista es independiente de la materia. Es la perfecta e imperecedera expresión de la Mente. No se cansa con el uso ni se agota, porque el hombre es la continua expresión de la Mente siempre activa, que todo lo ve.
El hombre, idea de Dios, mora en la luz y el Amor, y no se ve nunca privado o falto de lo que sea bueno; ni puede perder nada en absoluto de lo que Dios, la grande y única causa, le ha conferido. Tampoco le afectan las falsas pretensiones de la vejez o la deterioración. No se detiene ni retrocede, sino que se desenvuelve obedientemente, respondiendo a los mandatos de la Mente infinita. Jamás vacila entre el Espíritu y la materia, la Vida y la muerte, sino que se halla siempre en el punto de la perfección, no pudiendo nunca desviarse de él.
Si al parecer fuera necesario elegir entre dos males, y el Científico Cristiano tuviera que recurrir al uso de anteojos, esto no quiere decir que se debieran aceptar como una necesidad permanente. Cuanto más pronto hiciera frente a esta pretensión, refutándola con insistencia, tanto más pronto sería destruída. La procrastinación y la vacilación son errores que deben ser descubiertos, desenmascarados y destruí-dos. En la página 167 de "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" Mrs. Eddy dice: "No es prudente asumir una posición vacilante o indeterminada, o tratar de valerse igualmente del Espíritu y de la materia, de la Verdad y del error. Sólo hay un camino,— a saber, Dios y Su idea que conduce al ser espiritual. El gobierno científico del cuerpo tiene que lograrse por medio de la Mente divina." Y luego añade: "Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación."
Una Científica Cristiana que había tenido que usar anteojos durante muchos años para hacer un trabajo minucioso, fué sanada cuando resolvió poner su entera confianza en la Verdad. Por mucho tiempo había deseado ardientemente adquirir la comprensión espiritual de lo que significa la verdadera vista, que le permitiría deshacerse de los anteojos. Se esforzó por aclarar su pensamiento y trató de expresar más gratitud y compasión y criticar menos. Aprovechaba toda oportunidad de estar más alerta a las sugestiones erróneas y refutar su aparente presencia con firmes declaraciones de la Verdad.
Al principio su condición no mejoró, sino que al contrario pareció agravarse. Comprendió que esta reacción era la resistencia del error hacia la Verdad y percibió claramente que si quería sanar tendría que confiar enteramente en el Espíritu y no "tratar de valerse igualmente del Espíritu y de la materia." Sabiendo por experiencias anteriores que las alas de la curación espiritual se ven cercenadas cuando se depende de la materia aun en el más mínimo grado, decidió no usar los anteojos y se apoyó en la Mente infinita, que todo lo ve, para que le guiara y le sostuviera. Esta actitud positiva tuvo por resultado una mejora inmediata. Durante algún tiempo tuvo cierta dificultad en leer la Lección Bíblica del Trimestral de la Christian Science, pero asimismo procuró leerla diariamente. A veces se vió tentada a alejarse de la Verdad y volver a su antiguo recurso, pero se mantuvo firme. Sabía que cada declaración de la Verdad hecha con entendimiento constituía un golpe de muerte para el error.
El relato bíblico de la lucha con el error sostenida por Jacob recurría a menudo a su pensamiento mientras luchaba por atenerse fielmente a la comprensión espiritual que ya había adquirido. Jacob no se desprendió del ángel hasta que éste le hubiera bendecido. Ella también se mantendría firme, tratando de aumentar su comprensión espiritual y crecer en gracia "hasta el romper del alba". Los siguientes versículos de Isaías (60:1, 19): "!Levántate! !resplandece! ... porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre tí ... Jehová mismo será tu luz eterna, y tu Dios tu gloria", fueron para ella de gran aliento.
Unas semanas después de haber descartado los anteojos, fué llamada a reemplazar al Primer Lector en el culto dominical de la iglesia a que ella pertenecía. En esa época su vista aun no había sanado por completo. El temor se presentó so capa del bien, arguyendo que sería más prudente valerse de los anteojos en esta sola ocasión y así impedir que el error estorbara el culto. Pero comprendió en seguida que estaba siendo tentada a creer que el error podría prevenir el error. ¿Escogería ella el Espíritu o la materia? Oró pidiendo ser guiada y siguió la luz según le fué revelada. Se apoyó enteramente en el Espíritu, sabiendo que su única responsabilidad era la de reclamar obedientemente la facultad de ver, que Dios le había conferido en razón de la unidad del hombre con Dios. De esta manera pudo desechar el yo humano y reflejar la Verdad tan claramente que le fué posible libremente declarar la Palabra de Dios.
Mientras leía la Lección sin dificultad alguna y con inmenso júbilo, le invadió una sensación de completa calma e iluminación espiritual. Sintió entonces que se había sanado. Esta coincidencia del Cristo sanador en la consciencia humana le probó de una manera muy convincente que la Verdad y el Amor divinos son el único poder tanto en la tierra como en el cielo. La curación resultó permanente.
La curación espiritual invariablemente sigue a la regeneración. La irrealidad e impotencia de la materia son demostradas cuando nos apartamos de ella, mirando constantemente hacia el Espíritu y confiando únicamente en Dios para nuestro sosten y nuestra dirección. La alquimia del Amor infinito despierta la consciencia humana del sueño de la mente en la materia del sueño de Adán a la gran realidad de que la Mente, Dios, lo es Todo, y que el hombre verdadero y único, individual y espiritual, es íntegro y completo en Dios, que lo abarca todo. Gozosamente expresa este hombre la naturaleza ilimitada y las facultades perfectas de la Mente que todo lo ve y todo lo sabe.
