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Conociendo a nuestra Guía

Del número de julio de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocer a nuestra Guía es una necesidad absoluta para todos aquellos que deseen progresar individualmente en el desenvolvimiento espiritual. Siendo ella la que descubrió en esta era el poder del Cristo para sanar y salvar, Mary Baker Eddy será siempre la Guía para aquellos que persigan la revelación de esta Verdad divina. Cumpliendo la profecía bíblica, ella descubrió la Ciencia del Cristo, la cual es el Espíritu Santo o divino Consolador prometido por el Maestro. Esta Ciencia, este Consolador, suministra las reglas merced a las cuales se lleva a cabo la curación del Cristo en nuestros asuntos humanos — Ciencia que los hombres no supieron comprender en gran medida en la época de Jesús. La aceptación de la Christian Science como el camino de la Vida hace que la dirección de Mrs. Eddy, adquirida a través del estudio de sus obras, sea tan potente y activa para nosotros como lo fué para aquellos que vivieron en su hogar y que tan afectuosamente le ayudaron a llevar a cabo su magnífica obra. La divina dirección que se encuentra en sus escritos continuamente incita a la humanidad a hacer mayores progresos espirituales, y todo aquel que la obedezca responde a las palabras de Jesús (Mateo, 4:19): “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”

Jesús ejemplificó y demostró en su vida el Cristo, la actividad regeneradora de la verdadera santidad, resolviendo completamente el problema de la existencia y cumpliendo así su misión. El sabía que para poder comprender el significado de su demostración del Principio divino, la humanidad tendría que conocerle correctamente y reconocer su naturaleza, propósito y motivo divinos. Es por esto que él enseñó e interrogó a sus discípulos hasta que ellos pudiesen comprender su verdadera individualidad. El no quedó satisfecho con los esfuerzos que hacían sus discípulos por identificarle en términos de la superstición popular, peró sí aprobó el despertar del discernimiento espiritual del apóstol Pedro, que halló expresión en estas palabras (Mateo, 16:16): “¡Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!”

Puesto que Jesús actuaba bajo la dirección divina, su insistencia en que los discípulos le reconociesen como el representante de Dios indica que tal reconocimiento debe de haber sido necesario para el crecimiento espiritual de éstos. La aceptación del mensaje divino — del Cristo, la Verdad — por ellos, y su habilidad para utilizarlo, fueron proporcionales a su comprensión de la idea verdadera, o Hijo de Dios, quien apareció a los mortales como Jesús. La coincidencia entre el conocimiento y la acción espirituales es ilustrada en las palabras de Jesús (Marcos, 9:39): “Ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que pueda fácilmente hablar mal de mí.”

Pocos benefactores de la humanidad desde los días de Jesús han rehusado tan insistentemente la adulación y la adoración personal tal como lo hizo Mrs. Eddy. Ella siempre insistía en que se adorara sólo a Dios, y su actitud para con sus seguidores y otros a quienes había bendecido tan abundantemente estuvo siempre de acuerdo con las declaraciones del capítulo 22, versículos 8 y 9, del Apocalipsis. Se recordará que Juan quedó tan impresionado ante la visión de la Verdad que le fué revelada por el ángel, que le hubiera adorado, si no hubiese sido amonestado con las siguientes palabras: “!Guárdate de hacerlo; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro! ¡Adora a Dios!” La divina misión de Mrs. Eddy de revelar la Christian Science a la humanidad, misión que ella cumplió tan acertadamente, enseñó a los hombres cómo adorar al Todopoderoso en la hermosura de la santidad, en aquella totalidad que significa la liberación del pecado y la enfermedad, del temor y la carencia.

Es muy natural que aquellos que han sentido el poder curativo de la Christian Science en sus propias vidas tengan deseos de saber más acerca de Mrs. Eddy y de lo que su misión tan única significa para la humanidad con relación a la salvación del mal. En los primeros días de nuestro movimiento, este deseo trajo desde lejos a hombres y mujeres que deseaban conocer a nuestra Guía, y que por ella se enteraron de lo que es el Cristo sanador. Hoy día, como en aquel entonces, los hombres tienen el privilegio de conocerla y saber acerca de ella a través de sus escritos.

Conocer a nuestra Guía no fué un privilegio reservado sólo para unos cuantos de sus contemporáneos. Es este un sagrado derecho de todos los hombres para todos los tiempos. Sus obras divinamente inspiradas y su dirección espiritual están al alcance de todos. Conocer los pensamientos de Dios que ella albergaba y que nos legó en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” así como también en sus demás obras, es conocer a nuestra Guía, porque según uno “piensa en su alma, así es” (Prov., 23:7). La verdad que encarnaba Mrs. Eddy y su individualidad verdadera son una sola cosa y son inseparables.

Nuestra Guía nos ha dado en las siguientes palabras el medio para que conozcamos su individualidad verdadera (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 119–120): “San Juan halló a Cristo, la Verdad, en la Palabra que es Dios. Buscamos al santo Revelador en sus escritos, y ahí le hallamos. Aquellos que me buscan en persona o en cualquier otra parte que no sea en mis escritos, me pierden en vez de hallarme.” Bajo el mandato de Dios, ella también indica la necesidad de tener una comprensión correcta acerca de ella y de su ministerio. En su obra Ciencia y Salud, en un párrafo que lleva un título márginal que dice: “Apreciación verdadera del mensajero de Dios”, el que trata sobre la necesidad de obtenerse un concepto correcto del reino de los cielos, Mrs. Eddy dice (pág. 560): “Esta meta jamás se alcanzará mientras odiemos a nuestro prójimo o abriguemos una opinión errónea de alguien a quien Dios haya designado para proclamar Su Palabra. Además, sin un concepto correcto de su idea visible más elevada, nunca podremos comprender el Principio divino.”

Uno no puede comprender a nuestra Guía sino a través de sus escritos. Es triste notar que algunos que conocieron su personalidad humana en realidad nunca la comprendieron espiritualmente ni apreciaron su dirección. Aquel que más ama y más sigue la dirección espiritual contenida en Ciencia y Salud y las demás obras de Mrs. Eddy es el que mejor conoce a nuestra Guía. Esta dirección es asequible a todos.

Un joven estudiante de la Christian Science que leía por primera vez el libro Miscellaneous Writings por Mrs. Eddy, quedó tan impresionado con esta obra que siguió leyéndola hasta bien entrada la noche. Le embargó una gran sensación de paz y promesa y súbitamente sintió que conocía a Mrs. Eddy mucho mejor que a sus padres o amigos. Todo lo que decía ese libro parecía ser escrito para él. Desde aquel momento las obras de Mrs. Eddy le han traído diariamente consejo, admonición y aliento de una manera tan íntima como si ella misma estuviera presente. Se dió cuenta de que había hallado a su Guía adonde jamás la podría perder, o sea, en sus escritos.

Para beneficiarse plenamente del conocimiento demostrable de nuestra Guía sobre la verdad curativa de Dios, ha de aceptarse su dirección, la cual libera de la esclavitud a la enfermedad y el pecado. El comprenderal o conocerla significa reconocer la necesidad de la evangelización de la propia individualidad humana. Para progresar en el conocimiento de la Christian Science y demostrar el Cristo, la Verdad, en la curación de los enfermos y los pecadores, tenemos que aprender a conocer progresivamente a nuestra Guía, a través del estudio de sus escritos, y obedecer las instrucciones allí contenidas, de igual manera que si esas idénticas instrucciones nos hubieran sido dadas por ella en persona. Cierto estudiante que se había percatado de esto se dió cuenta de la actitud que Mrs. Eddy tomaba hacia el uso del café y del té, ya que los mencionaba junto con el tabaco, el alcohol y el opio (Ciencia y Salud, pág. 406). Al momento dejó por completo de tomarlos, y pronto notó que coincidiendo con esta comprensión más clara de nuestra Guía y de su opinión respecto la uso de todo estimulante, un problema físico que le había atormentado desde hacía algún tiempo había sido curado.

La comprensión de la individualidad espiritual es independiente del lugar o el tiempo. Consiste más bien en la buena disposición para comprender la expresión espiritual de Dios. A pesar de que muchos siglos separaban a Mrs. Eddy de nuestro Maestro, ella verdaderamente conoció a Jesús, pues sólo ella ha enseñado a la humanidad a sanar a los enfermos y a los pecadores de la manera que él ordenó; sólo ella ha desvelado para estos tiempos modernos el Cristo, que Jesús tan completamente demostró ser el sanador de todos los males de la carne. Merced a la luz que se vierte sobre ella a través de sus obras, iremos conociéndola mejor, amándola más, aceptando más prontamente su consejo y alcanzando, como lo hizo ella, el amor a Jesús y el aprecio hacia sus obras que hace del seguir su ejemplo un privilegio y una alegría.

Ella recomienda este afecto espiritual que nos une a todos y que nos eleva por encima de la materialidad, y nos dice lo que hace por nosotros en las siguientes palabras (Retrospection and Introspection): “Los de ánimo espiritual se encuentran en las escaleras que conducen hacia el amor espiritual. Este afecto, lejos de ser una adoración personal, cumple con la ley del Amor que Pablo encomendó a los gálatas. Esta es la Mente ‘que estaba también en Cristo’ y que no conoce las limitaciones materiales. Es la unidad del bien y el vínculo de la perfección. Este afecto sincero hace que el que cura por la Mente se constituya en hacedor de milagros — como antaño en el día de Pentecostés, cuando los discípulos eran todos de un mismo ánimo.”

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