Aquel que sabe que es hijo de Dios está consciente de la evidencia que apoya este conocimiento. Ya que sólo el sentido espiritual encierra tal conocimiento, ese sentido debe ser cultivado y manifestado por el que deseara ver la evidencia duradera de lo que él sabe. Esta es al menos una razón por la cual Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”., declara en su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 67): “La consciencia espiritual y no la corporal es la que se necesita.”
El conocimiento verdadero es sólo aquello que es sabido por el Espíritu divino o la Mente perfecta, Dios. Tal conocimiento tiene forma y substancia. Tiene presencia y naturaleza definida. Es delineado como idea espiritual por la Mente infinita. Es tangible y real por la misma razón de que existe en la Mente y es por consiguiente conocido. Ya que sólo la verdad puede ser conocida, y sólo la verdad es real, la consciencia que ser reconoce a sí misma como real está por siempre contemplando la prueba de su realidad.
Las declaraciones precedentes son importantes. Basadas, como lo están, en las pruebas ofrecidas por Cristo Jesús y las demostraciones de la Christian Science, señalan el camino por el cual la humanidad puede liberarse de la enfermedad, las limitaciones, la confusión, la derrota, los conflictos y todos los males que el sentido mortal reclama como suyos. Semejantes males no son tangibles ni verdaderos por la simple razón de que no son ni pueden ser conocidos en ningún sentido real. Creídos, sí, si es que comprendemos que la creencia es la ilusión que la llamada mentalidad hipnotizada ve en su sueño del yo inexistente. Pero no conocidos por no ser verdaderos ni existentes en la Mente eterna, que existe de por sí y que todo lo sabe. Por tanto no reales porque exentos de evidencia segura de realidad. La tal llamada consciencia que pretende conocer la limitación y toda la gama de las deficiencias mortales es de por sí limitada. De lo contrario no parecería ver la evidencia de la limitación. Siendo limitada, no posee la capacidad para saber correctamente o para saberlo todo. Puesto que el conocimiento incorrecto no es la verdad, aquello que lo posee, o que aparenta poseerlo, es irreal. Sólo la Mente que todo lo sabe, conoce lo que debería aceptarse como conocimiento. Y sólo el saber está consciente de la evidencia que apoya al conocimiento.
Lo contrario del verdadero conocimiento es aquello que no es conocido, o sea, irreal. Lo contrario de la declaración hecha en la primera frase de este editorial — que aquel que sabe que es hijo de Dios está consciente de la evidencia que apoya este conocimiento — sería probablemente una declaración en el sentido de que cualquiera que se considere ser el producto del sentido material ve, en hipótesis, la evidencia que pretende apoyar tal creencia. Esta declaración contraria se refiere tan solo a la irrealidad. Cuando aparenta referirse a algo, se puede probar por medio de la Ciencia que realmente no se refiere a nada. Esta prueba resulta natural al establecerse la evidencia de que la declaración original es verdadera, esto es, al reconocerla como verdadera.
Que no haya malentendidos. La aparente yuxtaposición de lo real y lo irreal no implica dualidad. No existen dos mentes, la una divina y la otra mortal. No hay dos consciencias, una espiritual y la otra material. No hay dos clases de conocimientos, uno verdadero y el otro falso. Sólo hay una Mente, una consciencia, un conocimiento. El reconocimiento de la única Mente perfecta, que desarrolla la consciencia de la verdad y que se compone exclusivamente del conocimiento de ideas espirituales, constituye el reconocimiento de toda realidad. No hay excusa para el que diga: “El reino espiritual es bueno y perfecto y eterno, pero nosotros estamos todavía en el reino humano y debemos encarar nuestros problemas considerando este hecho.” El reino espiritual, es decir, el reino de las ideas verdaderas o espirituales que comprenden todo lo que conoce la Mente infinita, es el único reino que existe. Lo que es conocido por la Mente divina debe ser establecido por cada persona como su verdadera consciencia reflejando la divina. Sus pasos progresivos irán acompañados de la evidencia que es el resultado de la comprensión progresiva de su verdadera individualidad, hasta que, como dice Pablo: “Todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efes., 4:13). En ese sublime y normal estado cada individuo sabe que, en realidad, su consciencia incluye todas las ideas espirituales que son el producto, la emanación, de la Mente divina, Dios.
No puede existir tal cosa como el saber la verdad espiritual para el que cree verse en la necesidad de corregir una falsedad material sobre una base material. El discípulo que se vale del sentido espiritual y que sabe que es hijo de Dios, ve la evidencia de este hecho. En presencia de esta revelada consciencia de sí mismo, aun si existiera una mente que, en suposición, pudiera soñar con tal persona, tendría forzosamente que contemplarse en su sueño como el hijo de Dios. No hay más que una sola consciencia, a saber, Dios: la consciencia del bien. Esta manifiesta el bien de una manera infinita, tangible y real, como ley dentro de la Mente. ¿No es este al menos uno de los significados de aquella admonición contenida en la oración que Cristo Jesús nos enseñó (Mateo, 6:10): “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”?
¿Por qué este énfasis sobre el conocimiento de que el hombre es hijo de Dios? Por la razón de que es tan fundamental. El constante e incansable esfuerzo por establecer este hecho en nuestra consciencia constituye sólo una manera de buscar primero el reino de Dios y Su justicia, a consecuencia de lo cual el gran Maestro prometió que: “Todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” Las implicaciones son tremendas. Son infinitas en la verdad. Algunas de ellas pueden exponerse como sigue:
Aquel que sabe espiritualmente que es victorioso sólo ve la evidencia de la victoria. Aquel que sabe espiritualmente que es sano sólo ve la evidencia de la salud. Aquel que sabe espiritualmente que es justo sólo ve la evidencia de la justicia. Aquel que sabe espiritualmente que es sabio sólo ve la evidencia de la sabiduría. Aquel que sabe espiritualmente que es afectuoso y amado sólo ve la evidencia del amor. Aquel que sabe espiritualmente que es armonioso sólo ve la evidencia de la armonía. Aquel que sabe espiritualmente que está libro sólo ve la evidencia de la libertad. Aquel que sabe espiritualmente que vive sólo ve la evidencia de la vida. Aquel que sabe espiritualmente que es útil sólo ve la evidencia de su utilidad. Aquel que sabe espiritualmente que sabe sólo ve la evidencia del saber.
Este conocimiento que caracteriza al hijo de Dios sólo es inherente al sentido espiritual, el cual es el único que ilustra la consciencia del hombre. Esta consciencia está por encima de la llamada consciencia mortal o corporal, tal como la verdad está por encima de una mentira, y es tan imposible que sea afectada por la tal llamada consciencia corporal como que la verdad sea afectada por la falsedad. El poder de tal conocimiento es una promesa para nuestros tiempos y para toda época. Nos asegura que las amenazas del mal, por formidables que aparezcan ser para el conocimiento erróneo, no son más que fantasmas de la nada — fantasmas que, con su aparente evidencia de estar presentes, huyen ante la luz del conocimiento verdadero y la correspondiente manifestación de que el hombre es el hijo de Dios y está consciente por siempre de este hecho.
Observad cuán tierna y hábilmente Mrs. Eddy afirma su gran esperanza para todo aquel que anhela comprender y utilizar el mensaje espiritual que ella trajo a los hombres: “Confío, querido lector”, escribe ella en Ciencia y Salud (pág. 253): “que estoy guiándote al entendimiento de tus derechos divinos, la armonía que es tu legado celestial,— así que cuando leas esto, comprendas que no hay causa (fuera del sentido erróneo, mortal y material, el cual no es poder) capaz de enfermarte o hacerte pecar, y espero que vas venciendo este falso sentido. Conociendo la falsedad de este supuesto sentido material, puedes hacer valer tu prerrogativa para vencer la creencia en el pecado, la enfermedad o la muerte.” Tal seguridad nos da nuestra Guía — basada en su entendimiento demostrado — de que la consciencia espiritual ve lo que la consciencia espiritual sabe.
