Nuestra bien amada Guía, Mary Baker Eddy, ha escrito: “Dios gobierna al hombre, y Dios es el único Espíritu.” Esta declaración, que aparece en el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 73), expone un hecho absoluto que no puede ser anulado por la ignorancia, la terquedad o la ceguera voluntaria de los mortales.
La experiencia humana demuestra que a medida que los hombres han alcanzado un mayor grado de inteligencia, amor y sabiduría, han visto la necesidad de promulgar e imponer leyes para la protección y el progreso de la humanidad.
Nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, nos dejó el mandato imperativo siguiente (Mateo, 10:8): “Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios.” La iglesia fundada por él obedeció este mandato hasta el momento en que comenzó a adorar su personalidad, ocupándose más de los ritos y las formas de adoración externas que de la purificación y devoción interna. El resultado fué la pérdida del dominio que proviene de la obediencia a las leyes de Dios.
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