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El propósito de la ley

Del número de julio de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra bien amada Guía, Mary Baker Eddy, ha escrito: “Dios gobierna al hombre, y Dios es el único Espíritu.” Esta declaración, que aparece en el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 73), expone un hecho absoluto que no puede ser anulado por la ignorancia, la terquedad o la ceguera voluntaria de los mortales.

La experiencia humana demuestra que a medida que los hombres han alcanzado un mayor grado de inteligencia, amor y sabiduría, han visto la necesidad de promulgar e imponer leyes para la protección y el progreso de la humanidad.

Nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, nos dejó el mandato imperativo siguiente (Mateo, 10:8): “Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios.” La iglesia fundada por él obedeció este mandato hasta el momento en que comenzó a adorar su personalidad, ocupándose más de los ritos y las formas de adoración externas que de la purificación y devoción interna. El resultado fué la pérdida del dominio que proviene de la obediencia a las leyes de Dios.

Mrs. Eddy percibió muy pronto la inconsecuencia y nulidad de los credos y dogmas que habían substituido las leyes espirituales enseñadas y demostradas por Cristo Jesús. Tras largos años de pacientes anhelos, consagración e investigaciones, ella descubrió estas leyes y se vió capacitada para sanar a los enfermos y resucitar a los muertos, como asimismo para enseñar estas leyes sanadoras a los demás. Después que hubo demostrado fuera de toda duda, la autenticidad de su descubrimiento, Mrs. Eddy fundó y organizó la iglesia de la Christian Science, para proteger su descubrimiento.

Para evitar que los Científicos Cristianos se inclinaran a depender de su personalidad, Mrs. Eddy aconsejó a todos que acudieran a la Biblia y al libro de texto de la Christian Science. También estableció la Junta Directiva de la Christian Science, cuyas funciones consisten en administrar los negocios de la Iglesia y dirigir sus asuntos de acuerdo con los estatutos del Manual de La Iglesia Madre. Ella misma se apartó cada vez más de la administración de los asuntos de su Iglesia. Vigiló muy de cerca durante varios años el buen funcionamiento de estas disposiciones, y a todas luces parecía estar satisfecha de que estaban logrando su propósito y que así lo seguirían haciendo mientras existiera la necesidad de una organización humana.

Escribiendo del Manual de La Iglesia Madre, en su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 229), Mrs. Eddy hace el siguiente comentario: “Se me colma continuamente de elogios, y ¿por qué? Por aquello que había esperado jamás sería necesario,— a saber, leyes restrictivas para el Científico Cristiano. Tus caminos no son los nuestros. Tu sabes mejor lo que más necesitamos,— de ahí mi esperanza frustrada y mi agradecimiento y gozo.” Al comenzar a estudiar y aplicar la Christian Science, puede que el discípulo se preocupe de lo aparentemente restrictive de ciertas reglas, pero a medida que progresa se da cuenta de cómo esas mismas reglas le han salvado de los peligros que surgen de las opiniones personales y las tendencias voluntariosas o impulsivas.

Las únicas leyes que son verdaderamente válidas y dignas de ser ejecutadas son las que pueden ser precedidas de las palabras: “Dice Jehová”, como si dijéramos: “Esta es la Palabra de Dios, o de la Verdad.” Nadie puede argüir con la Verdad, ni abrogar sus prerrogativas. Solamente aquellos que no desean obedecer las leyes de la Verdad las encuentran restrictivas, pues aquellos que se han elevado lo suficiente para percibir el poder y la protección que las leyes de Dios ofrecen, hacen lo posible por obedecerlas.

A través de sus escritos, Mrs. Eddy advierte con insistencia a sus discípulos acerca de los peligros que se incurren al aceptar las limitaciones presentadas por el falso sentido material, tendientes a las opiniones, la dirección y el dominio personales. Continuamente se esfuerza por desviar la atención de sus adeptos de su persona y fijarla en sus enseñanzas, alentándoles así a poner su entera confianza en el gobierno de Dios, el Principio, tal como se revela en la Biblia y en sus propios escritos. En su mensaje a La Iglesia Madre, que se cita en la página 322 de su obra Miscellaneous Writings, Mrs. Eddy pone énfasis sobre este punto con las palabras siguientes: “Vuestro pastor dual e impersonal, la Biblia y ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’, está con vosotros; y la Vida que estos dan, la Verdad que ilustran, y el Amor que demuestran, constituyen el gran Pastor que apacenta mis ovejas, y las conduce ‘junto a aguas de reposo.’ No debiérais permitir ni que mi presencia ni que palabra personal alguna mía desvíe o haga divergir vuestros pensamientos, satisfaga vuestro sentido u os justifique personalmente. Por tanto, mis bien amados, el que yo os visite a menudo no es necesario, pues ora esté presente ora ausente, es Dios el que alimenta el corazón hambriento, que retribuye la gracia con la gracia, que sana al enfermo y purifica al pecador. Con este fin El os ha dado la Christian Science y los humildes esfuerzos y el amor que yo os he dedicado.”

Al revelador no se le puede separar de su revelación, y su mandato se mantiene únicamente obedeciendo sus preceptos. Tratar de separar a Mrs. Eddy del Manual de la Iglesia y de la forma de gobierno establecida para su iglesia, o de proponer que las provisiones del Manual dependen de su presencia personal, equivale a tratar de frustrar el propósito de la obra de su vida, y hacer caso omiso de sus propias instrucciones específicas de que se le buscara en sus escritos y no en su personalidad. Así como a Jesús jamás se le podrá separar del Sermón del Monte y sus otras enseñanzas, tampoco a Mrs. Eddy se le podrá separar del Manual de la Iglesia y sus demás obras. La ley de Dios que estas enseñanzas revelan es eterna, y todo aquel que la comprenda y la demuestre experimentará su poder curativo y protector.

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