Toda profesión de consecuencia, para que llene sus propósitos satisfactoriamente necesita un código de ética. La arquitectura, la contaduría, la medicina, la ingeniería y el derecho, así como otras vocaciones útiles, mantienen sus normas mediante reconocidas reglas de buena conducta promulgadas por sus miembros. De igual manera es natural asumir que la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”. con su método distintivo de curación espiritual, posea un código de ética que debiera ser claramente reconocido y diligentemente observado. Sin esta salvaguardia, la eficacia de su misión curativa, basada en la ley espiritual, se vería debilitada.
La ética puede ser definida como la ciencia de la buena conducta y del deber moral. La tan antigua profesión del derecho presenta un claro ejemplo de un código de ética. La ley mosáica, conocida como los Diez Mandamientos, a más de fijar los principios que rigen nuestro actual código penal, también encierra las fundamentales reglas de conducta desde el punto de vista de la ética.
En la amplia esfera de actividades de un practicista de la Christian Science, hay muchos aspectos que bien podríamos considerar. Quizás sería útil citar unos cuantos de ellos. Hay una cláusula en la ley de nuestra Iglesia que dice que un practicista debe guardar como confidencia sagrada toda comunicación privada que le fuera hecha por un paciente, así como cualquier información que obtuviera como resultado de las relaciones que existen entre el practicista y su paciente (Manual de la Iglesia por Mary Baker Eddy, Art. VIII, Sec. 22). Un paciente a veces confía sus más sagradas experiencias y sus más íntimos pensamientos a la custodia de un practicista; éstos no debieran de ninguna manera ser sometidos a la luz de una poca benévola curiosidad. Aquello que es tiernamente confiado debiera ser celosamente guardado. De acuerdo con este saludable requisito, el practicista considerado se abstendrá de dar a conocer el nombre de su paciente; tampoco ofrecerá sin permiso y como testimonio, hechos relacionados con la curación de uno de sus pacientes. Aparte de que los dictados de la modestia lo prohibirían, hay otra razón que considerar y es, que tal información ha sido obtenida en razón de las relaciones profesionales entre el practicista y el paciente. De manera que es muy evidente que darla a conocer significaría un abuso de confianza de parte del practicista, y tendería a que se perdiera la completa protección que el paciente tiene derecho a esperar.
Volviendo sobre el tema de la curación, mientras que un practicista puede ilustrarse acerca de la naturaleza de la ley médica en relación a cualquier caso de enfermedad si lo estima de utilidad, sin embargo este privilegio de consultar con un médico es reservado para el practicista (Manual, Art. VIII, Sec. 23). El paciente es fuertemente aconsejado por nuestra Guía en contra de la procuración de la diagnosis médica, pues ella nos dice que esto tiende a inducir o agravar la enfermedad; y de por sí no conduce a la curación. La curación científica no tiene nada que ver con el cuerpo pero sí con el pensamiento del paciente, así como con la creencia general humana. Mrs. Eddy aconseja al practicista que ni tan siquiera mencione el nombre de la enfermedad al paciente.
Aquel que acude a la Christian Science en busca de curación ha indicado con ello su intención de apartarse de todo remedio material. El practicista sincero que ha sido llamado a prestar su ayuda espiritual, se dedica tan solo a su misión, no aconsejando nunca una operación u otra medida material. Sus deberes ya son lo suficientemente numerosos y exigentes desde el punto de vista espiritual. Para mantener esta elevada actitud mental procura continuamente ampliar su comprensión de la justicia, apoyándose siempre en la Mente divina para así ser testigo viviente del Cristo, de la Verdad, y una fuente de inspiración y fortaleza para el que esté tratando de hallar a Dios. Bien pueden las palabras de Isaías aplicarse al ministerio del practicista: “Y descansará sobre él el Espíritu de Jehová; Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y del temor de Jehová. Y será de aguda percepción en el temor de Jehová; y no juzgará según la vista de los ojos, ni fallará según el oír de los oídos” (Isa., 11:2, 3).
En estos tiempos, en que tan a menudo se deshacen los vínculos del matrimonio, el lema de la Christian Science se ve claramente expuesto en estas palabras de nuestra Guía: “Dejad en paz las relaciones matrimoniales ajenas; sólo dos personas debieran hallarse dentro de sus recintos” (Miscellaneous Writings, pág. 290). En este como en otros asuntos, el sabio practicista mantendrá la actitud más ética, presentando y recomendando las verdades espirituales del ser y dejando que en los asuntos personales el paciente sea gobernado únicamente por Dios. El poder divino anula la creencia agresiva de la separación y conserva el hogar sobre la base sólida de la unión espiritual. En la unidad de la Mente divina, donde todos en realidad nos unimos, no hay malentendidos, divisiones, desavenencias ni contiendas. El Amor divino demostrado conserva a la familia y a la sociedad. Manifiesta la eterna unión de las ideas de la Mente, no como ligadas por lazos humanos, sino espiritualmente libres — libres para expresar la individualidad del Alma, la pureza del Espíritu, el gozo del Amor divino, la inmutabilidad del Principio.
Con referencia a lo antedicho cabe añadir que personalizar el mal, esto es, considerar a la persona, en vez de al pensamiento erróneo, como el malhechor, tiende a perpetuar el mal; mientras que reconocer al hombre como perfecto y espiritual, la imagen y semejanza de Dios, y no como mortal e imperfecto, trae la curación. Lo siguiente le fué relatado al que esto escribe. En cierta ocasión una esposa airada se presentó ante un practicista y comenzó a vituperar a su marido, quien evidentemente la había agraviado. Después que la tormenta de palabras se hubo calmado, el practicista abrió la Biblia y leyó lo siguiente (Isa., 54:5): “Porque marido tuyo es tu Hacedor; Jehová de los Ejércitos es su nombre.” Dirigiéndose luego a la paciente, el practicista le preguntó con gravedad: “Dice usted aún que su marido es culpable de todas esas cosas?” La paciente se alejó de aquella oficina tranquilamente y muy pensativa. Después de tres semanas ella y su marido llegaron de brazo para asistir a una conferencia sobre la Christian Science.
La ética requiere de todo aquel que se dedica a la práctica de la Christian Science que mantenga dentro de sí mismo, mediante la oración devota, integridad en el deber, sinceridad en su conducta, pureza de pensamiento y acción, y humildad en su actitud. Esto significa años de cuidadosos exámenes de conciencia y de enmienda, practicados diaria e incesantemente. Su elevada misión requiere esfuerzos constantes y gran habilidad para descubrir malas tendencias en sí mismo, a fin de descubrirlas con mayor perspicacia en los demás. El Científico Cristiano que reconoce y observa los requerimientos éticos de la tierna simpatía para con sus prójimos, el tino, la consideración, la actitud del todo justiciera, difícilmente fallará en las demandas más exigentes de la integridad, la sinceridad, la abnegación, la pureza y el dominio sobre sí mismo. Bendito es aquel que manifiesta en cierta medida todas estas cualidades.
A la par con el requerimiento de la integridad en la práctica, está la integridad intelectual en la práctica, de las enseñanzas de Mrs. Eddy en su significado total, adhiriéndose estrictamente al sentido que ella les ha dado. Esto significa no poner demasiado énfasis en tal o cual parte, por más interesante que parezca, apartándola de su contexto, confundiendo su significado y destruyendo el equilibrio del total. La Christian Science es el vestido indiviso, el cual debe poseerse con humildad y honestidad, a la manera de su Descubridora y Fundadora. El Científico Cristiano mora en el espíritu de la verdad, manteniendo la integridad tanto en la teoría como en la práctica, para no ser privado de su poder curativo.
El código de ética de la Christian Science también puede atañer al modo en que se presenta la verdad de esta Ciencia. Debido a que se ha expuesto de una manera sencilla, tanto bíblica como metafísicamente, al estudiante de esta Ciencia también le corresponde conservar la misma sencillez al presentarla a otros, no recurriendo a aliñados manjares intelectuales ni entregándose a exploraciones filosóficas desprovistas del Cristo sanador. La tal llamada metafísica avanzada que enamora a la mente humana no es en sí curativa. Puede que le falte esa inspiración y esencia moral tan necesarias en la práctica de la Christian Science. La Ciencia revela que sólo el bien es natural, y sus adeptos se atienen a su simplicidad tanto al exponerla como al practicarla.
Al señalar las obligaciones morales de los Lectores de nuestras Iglesias, Mrs. Eddy requiere que estos se guarden sin mancha del mundo, no dejándose contaminar por el mal, de manera que su actitud mental exprese salud y santidad, aquel incentivo espiritual que tanto necesita el mundo (Manual, Art. III, Sec. 1). Este requerimiento deberá ser meditado y observado por todo estudiante de la Christian Science. El discípulo alerta reconoce que la atracción maligna depreda el pensamiento desprevenido a través de la creencia alucinadora de los placeres corporales.
Jesús expuso en sus enseñanzas la norma más alta de la moralidad, integridad y pureza, conocida por el hombre. Los Científicos Cristianos son sus declarados seguidores. Entre ellos hay un gran número de practicistas, Lectores, profesores, miembros y funcionarios de la iglesia, que representan el movimiento de la Christian Science ante el mundo. Como es mucho lo que profesan, es natural que el mundo espere mucho de ellos. Jesús condenó en fuertes términos la hipocresía.
El verdadero adherente de la Christian Science sostiene la unidad de la familia, la santidad del matrimonio y la norma más alta de la pureza y conducta personales, sin las cuales la estructura social se debilita y decae. Su conducta privada debe estar por encima de todo reproche; su instintivo sentido de pureza, embebido con la Ciencia divina, guía sus pasos por sendas abiertas que todos pueden ver, sin necesidad de escudarse por medio de una virtud afectada para ocultar sus desvíos del camino recto.
Así vemos que entrelazados en la práctica de la Ciencia de la curación por la Mente están los deberes y principios morales inseparables de la buena conducta y del éxito. En nuestros esfuerzos por alcanzar la perfección, debiéramos reconocer que un fracaso temporal no es necesariamente una derrota. Cómo lograr una medida lógica de progreso es lo importante. El progreso se basa en la obediencia, y la obediencia se basa en el Amor. Siempre estamos dispuestos a seguir y obedecer lo que amamos.
Por ser tan elevada la meta que se nos ha fijado, es necesaria gran vigilancia para guardarnos de esas fuerzas del mal que nos arrojarían de las alturas. El magnetismo animal — la atracción hacia lo animal o mortal — debe ser combatido en el pensamiento con aquello que nos eleva y atrae hacia lo espiritual. Saber que tanto la causa como el efecto radican en la Mente divina y no en la materia, en Dios y no en el mal, hace que el pensamiento esté consciente tan solo de la realidad del bien. Es este el remedio infalible para el mal. Mas ello exige de nosotros un reconocimiento diario y específico de la verdad, una negación del error y una ferviente petición de crecimiento en humildad y gracia espiritual.
Cuando estas normas de la ética son observadas, el estudiante se ve fortalecido en la fe, el entendimiento y la práctica de la Christian Science, la cual es la relevación de las enseñanzas y los métodos de Jesús, la culminación de la ética, la moralidad y la ley.
