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Enseñando a guardar el día de descanso

Del número de julio de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Menudo surge la pregunta: ¿Qué debe enseñarse a los niños de la Escuela Dominical respecto a la observancia del día de descanso? El cuarto mandamiento, como los otros nueve, hay que enseñarlo tanto en su significado espiritual como en su aplicación literal. Si se enseña sólo su significado espiritual sin tomar en cuenta el literal, el alumno puede colegir que en nada se distingue del resto de los días de la semana. Es correcto enseñar al niño que todos los días deben reconocerse como sagrados, caracterizados por las realidades del ser, el reconocimiento de la omnipotencia, omniciencia y omnipresencia de Dios; pero el niño debe entender también que la costumbre de reservar el domingo como el día designado para reconocer la presencia y el poder de Dios y esforzarnos en adquirir un concepto más claro de Su creación compartiendo con los demás el fruto de nuestra comprensión espiritual así adquirida, nos capacitará para hacer cada día más sagrado de lo que sería sin tal reconocimiento.

En el Evangelio según Lucas (4:10) observamos que el Maestro acostumbraba asistir a la sinagoga el día del descanso y tomar parte en el servicio religioso. Pero su actitud humanitaria respecto al modo de guardar el sábado de entonces no concordaba con las rigurosas tradiciones de los judíos. Cuando Jesús y sus discípulos sintieron hambre al pasar por las sementeras uno de aquellos sábados, no titubearon en arrancar espigas para restregarlas y comerse los granos. Al criticarlos los judíos por haberse provisto así de alimento en el día de descanso, satisfaciendo de ese modo su necesidad del momento, Jesús acalló sus argumentos declarando que “el sábado fué hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos 2:27). En otra ocasión, y a pesar de la inflexible tradición judaica que prohibía conducir objetos el día del reposo, Jesús ordenó al sanado que había sido un paralítico (Juan 5:8): “Levántate, toma tu lecho, y anda.”

De modo que hay que enseñar a la niñez que el día del reposo fué instituido para el bien de la humanidad, elevando los pensamientos de los hombres, mujeres y niños hacia las normas espirituales y las metas y los objetivos más altos. Los niños deben comprender que el domingo es distinto de los demás días, ya que al cesar las labores de la escuela y todas las otras ocupaciones habituales de los días de la semana, se les ofrece una especial para cultivar las cualidades espirituales que traen más de la bondad de Dios a los asuntos de los hombres y que enriquecen toda la experiencia humana. Luego el domingo no es un día que deba dedicarse a los deportes más o menos excitantes, las diversiones a base comercial, ni a los pasatiempos frívolos, aunque se haya dedicado el breve espacio de una hora de la mañana asistiendo a la iglesia o a la escuela dominical. Las actividades domingueras que se conciernen más con lo material que con lo espiritual privan a uno en gran parte de los frutos de ese día sagrado del cual se ha dicho (Exodo 20:11): “Por tanto Jehová bendijo el día de Descanso y lo santificó.”

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