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Siento que ha llegado la hora de expresar por...

Del número de julio de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Siento que ha llegado la hora de expresar por escrito mi gratitud por la Christian Science que ya he manifestado en muchas oportunidades en nuestras reuniones testimoniales de los miércoles.

Como me críe en la Christian Science y mis primeros problemas fueron resueltos por mi madre, me acostumbré a estar seguro de que al fín y al cabo siempre acabaría el bien por triunfar sobre el mal, restableciendo la armonía. Durante ese período fuí preservado de casi todas las enfermedades comunes a la infancia, y las pocas que sufrí, tales como las paperas, el sarampión, los dolores de estómago y la insolación, cedieron rápidamente al tratamiento de la Christian Science.

Al recordar ahora todas las bendiciones que he recibido, me doy cuenta de que el Principio divino me guió y me sostuvo amorosamente. Agradezco mucho la influencia de la escuela dominical de la Christian Science que, aunada al medio ambiente de mi hogar, me inculcó amor a Dios, la Verdad, y el deseo de estudiar con regularidad las lecciones bíblicas semanales según el cuaderno trimestral de la Christian Science, mediante las cuales adquirí una comprensión más amplia. La transición del hábito de depender de otros para la solución de mis dificultades a la utilización individual de mi propia comprensión de la verdad, la fomentaron los pasos sucesivos que tomé en el curso de mi experiencia, tales como ser miembro de La Iglesia Madre y de iglesia filial, mi participación en las actividades de la filial, mi curso de instrucción facultativa, y también mi matrimonio. Cada uno de esos pasos exigieron sucesivamente una utilización más práctica de la Ciencia del Cristo.

La Verdad me ha sanado de enfermedades y de malestares, de defectos característicos, y de falta de empleo — todo merced a tratamientos de mis parientes, de diversos practicistas, o a mis propios esfuerzos. La Christian Science ha sido una fuente incesante de ayuda y protección para resolver los problemas de diversas índoles inherentes a la crianza de los hijos. Uno de los casos más gratos en nuestra aplicación de la verdad resultó en la rápida curación de nuestra primogénita. Su mamá me llamó la atención a cierta erupción que cundía por toda la cara de la niña. Nunca olvidaré la gozosa seguridad que yo sentí de que el poder de Dios reconocido al punto en las declaraciones que hice en silencio respecto a la perfección del hombre como imagen y semejanza Suya, se manifestaría en esas circunstancias. En pocos minutos la erupción desapareció por completo.

El Padrenuestro, con su interpretación espiritual que da Mrs. Eddy en las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud, “la declaración científica del ser” (pág. 468) y otras muchas verdades, nos han ayudado y preservado constantemente.

Otra curación que se destaca entre las que recuerdo fué instantánea, de un grave envenenamiento. Por más de una hora había yo sufrido el consiguiente dolor agudo cuando mi esposa, que no estaba interesada en la Christian Science entonces, me preguntó si había algo que ella pudiera hacer para ayudarme. Le supliqué que leyera la lección bíblica de esa semana en el cuaderno trimestral de la Christian Science, cuyo tema era “la Christian Science.” Se puso a leer únicamente los pasajes seleccionados de Ciencia y Salud, y al empezar la tercera sección de las citas, ya había cesado toda dolencia y me levanté de la cama, sano. Un momento antes era intenso mi dolor, y al momento siguiente estaba yo enteramente curado. La verdad explicada en la lección bíblica reemplazó tan plenamente la creencia errónea de los sentidos mortales, que no quedó más que la armonía.

No puedo dar por terminado este testimonio sin antes significar mi gratitud por el privilegio de haber servido de lector en una iglesia filial Científica de Cristo.—

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