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Mi esposa y yo hemos estado estudiando la...

Del número de julio de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi esposa y yo hemos estado estudiando la Christian Science durante unos veintisiete años. Quizá la más importante curación que he experimentado ha sido la de la creencia errónea de que Dios es desconocido y aun incognoscible. Aunque cuando niño asistí a una iglesia ortodoxa, en mi juventud me convertí en lo que creí fuera un agnóstico y durante muchos años me abstuve de asistir a iglesia alguna, ni sentí mayores deseos de hacerlo. Poco después de su aparición, me fué presentado el diario The Christian Science Monitor. Recuerdo que me causó mucha impresión, pero ni aun así pude sobreponerme a mi prejuicio contra aquello que yo creía que era la Christian Science. Más adelante acostumbraba pedir prestado el Monitor a una buena y amable vecina quien, como su marido, era miembro de una iglesia de la Christian Science.

Finalmente una postración nerviosa me indujo a recurrir a la Christian Science. Mi mujer, que también se había apartado completamente de toda iglesia, al notar mi gran interés por esta Ciencia, comprendió que era algo que valía la pena investigar. Se dispuso entonces a preguntar a los vecinos aludidos cómo podíamos indagar más acerca de esta Ciencia. Estamos en verdad muy agradecidos a estos buenos amigos, miembros de nuestra iglesia, por la buena voluntad y prontitud con que nos proporcionaron todos los datos que necesitábamos.

No obstante que me ví impelido a abandonar el trabajo riguroso que parecía ser la causa principal de mi mala salud, atribuyo mi completo restablecimiento a la Christian Science. Nunca tuve una recaída.

Mi esposa y yo hemos sanado de muchas enfermedades, tales como la tendencia a los resfríos, amigdalitis, gripe, los efectos de caídas, dolores de cabeza y muchas otras enfermedades que ni nombrar podríamos. Somos miembros de La Iglesia Madre y de una iglesia filial. Ambos hemos recibido instrucción en una clase autorizada de la Christian Science y gozado del privilegio de ocupar diversos puestos en nuestra iglesia local.

En conclusión de este breve pero sincero testimonio de gratitud, permítaseme recomendar a quienquiera que por apatía o soberbia intelectual se imagina que puede pasar por alto las enseñanzas que ofrece nuestro valioso libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy: que escudriñe este libro sinceramente, con humildad y libre de prejuicios; que concurra a alguna conferencia o a algún servicio de la Christian Science; que consulte con algún amigo que sea estudiante de esta Ciencia y que acuda a una sala de lectura de la Christian Science. No podrá menos que verse bendecido, hallando la ayuda que necesite en momentos de dificultad.—

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