Cuando Cristo Jesús dijo (Juan 6:63): “El espíritu es el que da vida,” habló en tiempo presente dando a entender que la función creativa o vivificante del Espíritu, Dios, es una actuación continua. Pablo recalcó la misma verdad al escribir del “hombre interior.” que “va renovándose de día en día” en día” (II Cor. 4:16). Los que logran entender el significado de estas enseñanzas bíblicas mediante la Christian Science, encuentran alivio completo cuando el torvo contacto de la muerte rompe los vínculos entre humanos que se aman. Ellos saben que el hombre es espiritual, que repone incesantemente la energía de su vida en la fuente del ser que fluye de continuo, y no se apesadumbran porque ven que la muerte es fingimento o pesadilla en el sueño de la mortalidad. Ellos piensan de la vida en tiempo presente, del ser del hombre en términos de presencia eterna. Ellos ejercitan la facultad espiritual mediante la cual se percibe el hombre a la luz la Ciencia tal y como Dios lo creó: perfecto e inmortal o inmune a la muerte.
Dice Mary Baker Eddy en Pulpit and Press (pág. 5): “Cuando una tras otra las luces de la amistad pasan de la tierra al cielo, encendemos en su lugar el fulgor de alguna realidad imperecedera.” Nuestro concepto del hombre se eleva de la tierra hacia el cielo cuando rechazamos la creencia de que la tenue ilusión de la carne es el hombre, encontrando en su lugar y como tal la substancia duradera del bien. No la materia, sino los elementos invisibles de la pureza, ternura, comprensión y amor desinteresado constituyen el hombre que Dios desarrolla, y la comprensión de estos hechos va guiando a la humanidad hacia su redención final de la mortalidad.
La Christian Science revela el hombre como idea de la Mente divina, la idea de Dios, y como co-existente con la Mente cuyo saber infunde en sus ideas una existencia consciente y perpetua. Dios siempre se expresa a Si mismo y el hombre, Su expresión, siempre está cabal, consistiendo su ser en un continuo desenvolvimiento de las energías vivas de la sabiduría y el amor de Dios. Nunca están ausentes la Mente ni sus ideas, y quien se vuelve de los sentidos materiales a la Mente para hallar la identidad del ser, toca la substancia de la “realidad imperecedera” y alivia su dolor de la separación.
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