Dos veces al año “Sacramento” es el asunto de la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science. En las Iglesias Científicas de Cristo filiales se altera el orden de los servicios en tales ocasiones para cumplir con lo prescrito en el Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy en cuanto a la observancia de la Comunión (véase la Sección 2 del Artículo XVIII). En muchas de las iglesias filiales hay entonces recepción de nuevos miembros, y a veces la Lección-Sermón incluye pasajes que indican los requisitos para pertenecer a una Iglesia Científica de Cristo. Uno de esos pasajes es la declaración de Mrs. Eddy en la página 35 del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”: “Podemos unirnos a esta iglesia sólo en tanto que nazcamos de nuevo en el Espíritu, que alcancemos la Vida que es Verdad y la Verdad que es Vida, produciendo los frutos del Amor,— echando fuera el error y sanando a los enfermos.”
Puede ser que uno firme su nombre en el registro de una Iglesia Científica de Cristo al admitírsele como miembro en cierta fecha del año, pero el procedimiento mediante el cual se afilia uno a la Iglesia es realmente continuo y sin que el tiempo tenga que ver nada con él. Es el desenvolvimiento o advenimiento en nuestro estado de consciencia de la idea verdadera de la Iglesia que nuestra amada Guía define en parte como “la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino o procede de él” (ibíd., pág. 583), y la utilización de tal advenimiento en todo lo que hagamos. Teniendo siempre presente el concepto espiritual de la Iglesia, pronto comprendemos que en “lo que descansa en el Principio divino y procede de él,” no puede haber temor, contrariedad, equivocaciones, apatía, prejuicios, carencia, escasez, voluntariedad, tratamientos mentales malignos, dominación personal ni nada que pretenda empañar la perfección e integridad de “la estructura de la Verdad y del Amor.”
El servicio de Comunión que celebran las iglesias filiales incluye un breve rato de comunión en silencio para lo cual se invita a la congregación a que se arrodille, terminando con la repetición audible del Padre Nuestro. Hablando de la Santa Cena en su primera epístola a los Corintios, escribió Pablo (11:28): “Examínese a sí mismo cada uno, y así coma del pan, y beba de la copa.” El período de comunión inaudible en las iglesias filiales debe ser un intervalo de autoexamen no sólo para los miembros nuevos sino para todos los miembros. Nunca podemos permitir que la apatía nos prive de nuestra estimación y demostración de lo que significa adherirse a la Iglesia Científica de Cristo. ¿Estamos “produciendo los frutos del Amor?” ¿Estamos echando fuera los errores de la mente carnal, las falsas creencias de la voluntariedad, la crítica, la indiferencia, etcétera? ¿Estamos demostrando las verdades de la Christian Science al grado de que la curación se lleve a cabo inevitablemente en nuestra iglesia? Lo que a cada uno le incumbe contestar es: ¿Qué estoy haciendo yo? Lo que siempre necesitamos es examinarnos introspectivamente.
Examinándose a sí misma, una estudiante de la Christian Science aprendió la valiosa lección de la humildad durante una semana en la que el tema de la Lección-Sermón era el “Sacramento.” El incidente le ha servido de inspiración por un período de años. Un correligionario le había hecho ciertas observaciones muy bruscas e injustas, y ella se sorprendió tanto que parecía incapaz de sobreponerse al resentimiento y lo ofendido que se sentía. Pero se acogió en oración al Amor divino, y la respuesta la recibió cuando estudiaba la Lección-Sermón a la mañana siguiente.
La lección mencionaba el relato inspirador que contiene el Evangelio según Juan de cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos, diciéndoles luego (Juan 13:14, 15): “Si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Al meditar este ejemplo amoroso del Maestro, la estudiante pensó también en el significado de todo el servicio de Comunión. Reconoció que no podía llamarse una adepta de Cristo, la Verdad, si no estaba dispuesta a seguir el ejemplo de Jesús en todos sentidos en que ella sabía cómo. Entonces se preguntó a sí misma: ¿Estaría dispuesta a lavar los pies de ese correligionario, a prescindir con humildad de la despiadada impresión de que es un falso acusador? ¿Estoy dispuesta a reconocer en él al hijo puro y perfecto de Dios como el único hombre que existe?
No le fué posible contestar afirmativamente esas preguntas desde luego. La justificación propia alegaba que ella no había cometido la falta. El fariseísmo y el orgullo reclamaban que a él le correspondía, como su acusador, imitar la humildad y el amor del Maestro. Pero bien recordaba la estudiante que ni la justificación propia ni el orgullo formaban parte de la creación del Amor y que Mrs. Eddy los coloca en muy mala compañía en la página 115 de Ciencia y Salud.
Razonando de esa guisa la estudiante adquirió un concepto mejor de Dios como el Padre que ama a todos y del hombre como la expresión únicamente de ese amor. Pronto perdió de vista a la acusada y al acusador reconociendo que en la omnipresencia del Amor nada existe desemejante a Dios, el bién. No hay más que Su reflejo puro y perfecto, sin que exista ninguna otra presencia. Así fueron puestos de manifiesto los frutos del Amor cuando la estudiante probó aunque en pequeño grado que era digna de ser llamada una seguidora verídica del Cristo, la Verdad.
