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Yo supe de la Christian Science cuando...

Del número de enero de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo supe de la Christian Science cuando asistía a la escuela secundaria. Tuve la oportunidad de leer a un joven pianista profesional que había quedado ciego de repente. Alguien había mencionado la Christian Science a su familia, en vista de que ya habían probado sin éxito todos los otros medios curativos. Compraron el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, y él y yo estudiamos juntos. En unas seis semanas recobró su vista y volvió a su profesión.

Durante el período en el que le leía, yo iba de vez en cuando a una iglesia cercana de la Christian Science. Mi familia no se interesaba en la Christian Science, por lo cual yo iba sola. En aquel entonces yo no me esforcé por continuar con la Ciencia, pero más tarde, después de casarme, varios doctores me dijeron que nada podían hacer para que yo sanara de una enfermedad sino una operación delicada. Me acordé de la Christian Science. Muchos incidentes inspiradores pasaron remembrativamente por mi mente y me animaron a que llamara a un practicista.

Venía sufriendo una hemorragia y extreñimiento crónico. Con un solo tratamiento sané de ambos. Cuando le di las gracias al practicista, me indicó que un modo de mostrar mi gratitud era estudiando diariamente la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Christian Science y esforzándome por pertenecer a una Iglesia Científica de Cristo. Lo cual hice hace veintitrés años, y desde entonces he experimentado muchas curaciones. De un envenenamiento ptomáinico, urticaria (ronchas) y laringitis sané pronto, pero otras enfermedades requirieron más tiempo.

Hace unos dieciseis años sufrí un accidente automovilístico en el que además de fracturarme unos huesos, costillas y una clavícula, una concusión cerebral me hizo bizca y me hacía ver doble. Entonces no se interesaba todavía mi familia en la Christian Science, por lo cual, mientras yo estaba inconsciente, me encomendaron a unos médicos que me ligaron con cinta y tomaron radiografías. Después de cinco semanas de asistencia médica sin que pudieran hacer ya más los oculistas, los opto- metristas dijeron a mi familia que nada se podía hacer para enderezar mis ojos ni para corregir la doble vista excepto el uso de lentes gruesos. Eso hizo consentir a mi familia en que recibiera tratamiento de la Christian Science. Se necesitaron cuatro meses para rectificar mi modo de pensar y mis ojos. Me dijeron que estudiara la definición del hombre en la página 475 del capítulo “Recapitulación” del libro de texto.

Por todas estas curaciones y por el impulso que hoy me anima de ser más bondadosa, más amorosa y compasiva, estoy profundamente agradecida. Los privilegios que trae consigo la instrucción facultativa y mi participación en las actividades de la iglesia han impartido mucho gozo a mi vida. Mi oración constante es que sea yo una Científica Cristiana representativa.—

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