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[Original en alemán]

En verdad que las palabras son inadecuadas...

Del número de enero de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En verdad que las palabras son inadecuadas para expresar mi gratitud, por lo cual mi mayor afán es andar por el camino que nos mostró nuestro Maestro, Cristo Jesús, y guardar sus mandamientos. Han sido muchas las bendiciones y curaciones que he recibido mediante la Christian Science. No obstante el estado discordante en que se halla hoy el mundo, yo prosigo en mi camino con gozo, plenamente consciente de que “Jehová es mi pastor: nada me faltará.”

Hace más de diecinueve años, cuando todavía buscaba la verdad en la sabiduría humana que “es necedad para con Dios,” el Amor divino me guió a la Christian Science. Las lógicas explicaciones del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, leídas después de las citas bíblicas en los servicios religiosos, despertaron mi interés inmediatamente, y comencé a estudiar vehementemente la Christian Science. He aprendido a ver qué ciertas son las promesas de Dios que da la Biblia.

La filosofía materialista a la que me había venido subscribiendo impedía considerablemente mi crecimiento en la comprensión de la Ciencia. La Verdad y el error pugnaban constantemente en mi consciencia.

Después de haber encontrado la Christian Science, tardé dos años en tener el privilegio de experimentar mi primera curación realizada por el Amor divino. Padecía amigdalitis y al mismo tiempo de úlcera en la garganta. Mi condición era grave. Mis allegados querían llamar al médico, pero no se les permití. Yo repetía "la declaración científica del ser" (del libro de texto, pág. 468) varias veces al día. De súbito pude comprender conscientemente pensamientos tan buenos respecto a la Verdad y el Amor que me di cuenta de la voz callada y suave. Sané instantáneamente. Hasta entonces, cada año adolecía de esta enfermedad. La curación ha sido permanente. Esta experiencia mejoró mi comprensión y silenció todas mis dudas. Había encontrado mi camino al hogar, a nuestro Padre-Madre Dios.

He tenido el privilegio de lograr otras muchas curaciones admirables de afecciones agudas mediante tratamiento espiritual de idéntica manera. Cuando se profundizó más mi comprensión desaparecieron unos dolores de cabeza que había padecido desde que era joven. De un envenenamiento ptomáinico sané instantáneamente aferrándome firmemente a la verdad. Una bronquitis catarral y un envenenamiento de la sangre en una mano se disiparon ante los pensamientos de Verdad, Vida y Amor a que me afianzaba. En una ocasión en la que sufría de catarro estomacal e intestinal logré por primera vez espiritualizar por completo mi estado de consciencia con mi propio tratamiento. Me sentí como si estuviera a una con Dios, y sané al instante.

Además de la gracia grande de este enaltecimiento espiritual, esa vez también experimenté bendiciones de índole material. Mejoró mi impresión de lo que es la provisión. A menudo tuve el privilegio de experimentar que Dios me protegía y me guiaba evidentemente en mis negocios y al transitar por la calle. Cuando a fines de marzo de 1945 el bombardeo aéreo destruyó totalmente mi casa, el cuidado del Amor divino fué mucho mayor de lo que me había atrevido a esperar. Con frecuencia me conmovía de gozo y me emocionaba de gratitud por la abundancia de trajes, ropa interior y otros objetos útiles y alimento que recibía de procedencia inesperada en cada caso. No hubo artículo recibido que no respondiera a una necesidad, manifestando así claramente la providencia de Dios. Eso fué para mí prueba convincente de que Dios es el pre- servador del hombre y que siempre es capaz de prepararnos mesa en el desierto.

Doy gracias a nuestro Padre-Madre Dios por las muchas pruebas de la omnipresencia del Amor y por la paz que he encontrado. También agradezco a nuestra Guía, Mrs. Eddy, su descubrimiento de la Christian Science.—

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