Los Científicos Cristianos se esfuerzan por conmemorar una Navidad eterna, como la conmemoraba su Guía, Mary Baóer Eddy, que escribió: “Yo celebro la Navidad con mi alma, mi sentido espiritual, y así conmemoro el advenimiento a la compresión humana del Cristo, concebido por el Espíritu que es Dios, y no por una mujer,— como el nacimiento de la Verdad, el alba del Amor divino rasgando la lobreguez de la materia y del mal con la gloria del ser infinito” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 262).
Nuestra Guía despertó del sueño en la materia cuando contempló la Verdad que sana, demostrada por Jesús al curar al paralítico según se relata en el capítulo noveno de Mateo. Se había pronosticado que la enfermedad de Mrs. Eddy sería fatal, y cuando se libró ae la muerte, una amiga perplejamente impresionada le preguntó: “¿Cómo es que nos la vuelven a la vida? ¿Ha vuelto Cristo a la tierra?”
“Cristo nunca nos dejó,” respondió Mrs. Eddy; “Cristo es la Verdad, y la Verdad siempre está aquí,— el Salvador impersonal” (Miscellaneous Writings, pág. 180).
Estudiando la Christian Science, cada uno de nosotros puede probar que Cristo se halla siempre asequible para curar, y que existía aun antes de que Jesús fuera perceptible a la vista humana. Jesús, que entendía que la naturaleza divina y eterna del Cristo era su propia entidad, siempre se interesaba con ternura por las necesidades de la humanidad. La Biblia muestra que él tenía compasión de los que luchaban con los diversos problemas que los asediaban. Pero no se condolía del error ni dejaba que sus pensamientos se extraviaran creyendo en la realidad del problema dado. Antes bien contemplaba la perfección — el universo y el hombre creados por Dios — por todas partes y así demostraba que la Verdad podía y estaba dispuesta a responder a la necesidad humana.
Que la práctica de la Ciencia del Cristo se ha de caracterizar por las señales que le siguen, él lo aclaró cuando contestó a los discípulos de Juan (Lucas 7:22): “Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el evangelio.” El Cristo evidenciado en curación y en regeneración es lo que la Christian Science conmemora.
Aunque Jesús representaba al Cristo, la idea verdadera de Dios, el estudio analítico del rostro o forma de Jesús no nos serviría para contemplar al Cristo. Sólo percibiendo la substancia infinita del Espíritu y desentendiéndonos de lo corpóreo para fijar nuestra vista en el hijo incorpóreo de Dios conmemoramos al “Cristo concebido por el Espíritu que es Dios, y no por una mujer.” Ni los regalos materiales ni la adulación al humano Jesús nos capacitan para celebrar la Navidad verdadera.
Por otra parte, celebrar la Navidad como nuestra Guía la celebraba aporta al estudiante de la Christian Science el regalo inestimable de la comprensión de la verdadera naturaleza de Dios y de Su Cristo. A medida que entendemos que Dios es Principio, Mente, Alma, Espíritu, Vida, Verdad, Amor, y que vemos que las cualidades de Dios son las del hombre en virtud de su origen y derecho divinos, recibimos en abundancia los dones del Espíritu. El odio y la venganza ceden su puesto al amor y al perdón. La aflicción la disipan las tiernas dispensaciones del Cristo que sana. El temor y la duda se desvanecen ante la efusión del Amor omnipotente. Se prueba que la enfermedad y el pecado son falsos porque no proceden de Dios, el bien, y se demuestra que la paz, el gozo, la salud, armonía, abundancia y dominio son las dádivas perpetuas que Dios concede al hombre.
Alguien ha dicho que el Cristo parece intangible, misterioso y remoto por ser invisible a los supuestos sentidos personales. Que el Cristo es completamente tangible para el sentido espiritual y que siempre está presente y se expresa lo ilustra el caso siguiente: Un joven Científico Cristiano regresó de la segunda guerra mundial con una sensación de frustración. Había tenido que abandonar el colegio en donde estudiaba para entrar al servicio militar y tenía la impresión de que había perdido cuatro años irreparables de lo que hubiera sido progreso preparándose para la profesión que había escogido. No veía más que sacrificio sin recompensa en lo que él y los demás habían hecho por su patria. Pero habiendo asistido a la Escuela Dominical de la Christian Science, había aprendido que, en caso de necesidad, era prudente solicitar la ayuda de un practicista de la Christian Science. Y así lo hizo.
La practicista a que acudió le explicó que no había castigos por servir desinteresadamente. Le aseguró que Cristo está siempre presente y le recordó su ternura según la promesa bíblica (Joel 2:25): “Os restituiré los años que [se] comió la langosta.” El joven ingresó en un colegio de la costa del Pacífico, y aunque a veces parecía difícil que continuara estudiando, se aplicó vehementemente a estudiar más a fondo las obras de nuestra Guía esforzándose por entender mejor a Dios. La luz del Amor divino no tardó en rasgar “la lobreguez” de su estado de consciencia y ya estaba listo para conmemorar al Cristo y contemplar su actividad curativa.
No obstante el hecho de estar cursando apenas su segundo año colegial, lo recomendaron para que desempeñara en una universidad grande cierto puesto usualmente asignado a los graduados. Y mientras lo desempeñaba, disfrutó el privilegio de servir en una Organización de la Christian Science, lo cual le trajo consigo crecimiento espiritual, libertad, y una comprensión más clara del Cristo que restituye todo lo bueno. Aprendió asimismo que no hay oportunidades perdidas puesto que el progreso verdadero es el desarrollo espiritual y crecimiento en la gracia, obtenible dondequiera que estemos.
La Christian Science viene enseñando a los hombres cómo conmemorar una Navidad inacabable, y a medida que el Amor divino despunta más esplendentemente “rasgando la lobreguez de la” codicia, el odio y egoísmo, se callará la materialidad, porque los hombres y las naciones percibirán la Navidad del Cristo que no sabe de tiempo.