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El gobierno de las iglesias filiales

Del número de enero de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Manual de La Iglesia Madre, Mary Baker Eddy prescribe que el gobierno de las iglesias filiales ha de ser democrático. Dice en la Sección 10 del Artículo XXIII: “En la Christian Science, cada iglesia filial es claramente democrática en su forma de gobierno, y nadie, ni ninguna otra iglesia, debe intervenir en sus asuntos.”

La claridad del gobierno democrático de una iglesia filial está en la oportunidad de sus miembros individuales para demostrar concienzudamente sabiduría y dominio. El propósito fundamental del Cristianismo es revelar el hombre individual, el hombre en Cristo, que es la semejanza de Dios, gobernado enteramente por la voluntad de Dios, la única Mente y origen del hombre.

Cuando todos los hombres prueben estar unidos o a una con Dios, el bien, y así expresen la armonía del único Principio infinito, el Amor divino, se verá que la fraternidad universal es un hecho siempre presente e invariable.

El miembro de una iglesia filial que juzgue que debe aconsejar a otros miembros cómo o por quién deben votar cuando se trate de elegir dignatarios o se tramita algún otro asunto, se entremete con el procedimiento definitivamente democrático, como lo hace también el miembro que crea que él no puede decidir por sí mismo lo que haya que hacer y que debe dejar que otro decida por él. La simple determinación voluntariosa aunque inarticulada que trate mentalmente de lograr humanos fines específicos en una iglesia filial, ya equivale a una violación del gobierno democrático genuino, porque a veces se siente lo que otro piensa, y una sugestión inaudible puede llegar a influencia personal si no se nota y se rechaza como tal. Llegar individualmente a una decisión mediante oración desinteresada en demostración de la voluntad de Dios, es contribuir científicamente, como bien puede cada miembro de una iglesia filial, a que la iglesia sea específicamente democrática y palpablemente armoniosa.

En el artículo de “No y Sí” titulado “La Ciencia de la Curación por la Mente,” Mrs. Eddy da un consejo a los miembros de las iglesias tendiente a impedir que se formen bandos entre los Científicos Cristianos. Dice (pág. 9): “Es verdad que no hay que introducir o establecer las equivocaciones, prejuicios y errores de una clase de pensadores en otra de convicciones más claras y concienzudas; pero una cosa puede y debe hacerse; dejad solos a vuestros contrincantes, y no influyáis para impedir su acción legítima según su propio punto de vista de la experiencia, sabiendo, como debéis saber, que Dios bien sabrá regenerar y separar sabia y finalmente; mientras que vos podéis errar en vuestro esfuerzo y perder vuestro fruto.” Estos puntos son aplicables especialmente a casos en los que discrepen mucho las opiniones.

Si bien es cierto que es deber de todo miembro apoyar el espíritu democrático de su iglesia filial, una mayoría de votos nunca debe tomarse como obligatoria de que una minoría ceda sus propias convicciones morales genuinas sobre el punto dado. Una de las bases que fundamentan el gobierno democrático consiste en proteger las convicciones de la minoría, y ninguna minoría debe sentirse oprimida condenatoriamente por abrigar sus convicciones. Si no fuera así, la democracia perdería su espíritu esencial.

La comprensión individual de que la voluntad de Dios es la ley omnipotente que determina la estructura de la Verdad, ayuda a impedir que se adopten medidas imprudentes para normar el gobierno de la iglesia. Además, persistiendo en el reconocimiento de esta verdad se logra con certeza la corrección de las normas insensatas que parezcan haberse adoptado. Bajo ningunas circunstancias es una divergencia de opiniones entre los miembros de la iglesia razón para que se critiquen destructivamente ni para los cismas personales a que eso suele dar lugar.

No debe faltar la efusión de la buena voluntad cristiana ni la observancia de la hermandad en Cristo. De la demostración de tal hermandad de las ideas del Amor entre los miembros depende el libramiento de la humanidad de las angustias y cargas que imponen las falsas creencias mundanales, y cada miembro debe asumir la responsabilidad de contribuir a los grandes fines a que ésto se contrae.

La obediencia a la autoridad constituida es esencial para la armonía de cualquier organismo democráticamente establecido. En las deliberaciones de la iglesia filial pueden exponerse opiniones sin que intervenga la voluntariedad, pero todo esfuerzo que tienda a pasar por alto la autoridad establecida conforme a los estatutos adoptados, usualmente ocasiona disensiones que interrumpen el progreso normal de la Christian Science en la comunidad respectiva y menoscaba la influencia salutífera de la iglesia. El reglamento de una iglesia siempre contiene estatutos que especifican cómo alterarlos o reformarlos, y es claro que lo que procede es alterar los estatutos en vez de rebelarse contra la autoridad o el procedimiento prescrito en ellos. Dice Mrs. Eddy en The First Church oj Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 203): “Las leyes de la iglesia, obedecidas sin insubordinación, son leyes de Dios.”

Pablo comprendía claramente las problemas que habrían de surgir al congregarse los hombres en confraternidad religiosa, y su consejo es aplicable a todos los tiempos. En su primera epístola a los Corintios compara tal confraternidad con el cuerpo humano, en el que todos los miembros son necesarios entre sí, y dice (12:24, 25): “Dios ordenó el cuerpo ... para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros.”

El Amor divino vincula todas las ideas en una congregación universal en Cristo, y el objeto del gobierno de las iglesias filiales es promover la demostración del Cristo, la idea inmaculada de Dios. Concediendo a cada miembro libertad para que pruebe su eterna calidad de miembro en Cristo es dejar “que los miembros todos se interesen los unos por los otros” a fin de sacar a luz la familia universal de ideas espirituales, los hijos y las hijas del Amor gobernados divinamente.

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