Miqueas predice en su profecía el triunfo y la gloria de la iglesia, indicando (4: 4): “Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente.“ ¿No profetiza ésto la revelación de la integridad del hombre espiritual individual, perennemente libre de temor?
El hombre, la semejanza de Dios, está libre de todo lo que tienda a limitar, ofuscar o destruir. La Christian Science revela la entereza, la integridad todo abarcante de Dios, la Mente, y en consecuencia lo cabal de Su imagen, el hombre espiritual. Esta verdad se manifiesta individualmente cuando uno demuestra la unión científica entre Dios y el hombre. La recompensa de la devoción espiritual y de la obediencia a tal verdad es el logro de ese estado del ser que llamamos cielo, la armonía.
Cuando dijo Jesús (Juan 14:9): “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre,” talvez quiso decir que el que pudiera ver la individualidad que el Maestro expresaba en las características de la divinidad, vería la individualidad de Dios, que el hombre refleja, manifestada a la humanidad. La individualidad expresa el Principio creativo, la Mente divina, en su diversidad infinita.
En realidad carácter e individualidad son la misma cosa, porque las características que se derivan de la Mente divina y que distinguen a las ideas de Dios constituyen la individualidad del hombre. Además, la individualidad verdadera posee una belleza que se distingue por su ecuanimidad, integridad y riqueza de carácter de origen divino.
La verdad en la Ciencia es que cada quien es individual en su expresión de la Mente. Siendo el reflejo de la Mente, a esta expresión no se le puede privar de permanencia o existencia, dañar ni amedrentar. Cada idea individual deriva el ser y su contenido del Principio divino, su causa u origen, y nunca de lo que pretende ser y estar fuera de la divinidad. Además, puesto que el hombre refleja la Deidad infinita, refleja todo lo que la Deidad incluye; por lo tanto, se basta y abastece de por sí. Este hecho es la ley de la provisión y de la substancia en cuanto se concierne con su ser. No tiene que adquirir libertad ni seguridad ni provisión, porque están incluidas en su ser, en su integridad como idea. La bondad de Dios es la ley del cumplimiento de todo lo que la humanidad necesita, la ley de la perfección de la propia idea de la Mente divina.
Cuando la humanidad percibe esta verdad, le produce la expresión de lo que sea esencial para el arreglo armonioso de cualquier situación humana. No puede ocurrir ningún estado aparente de mortalidad, de impedimento, obstrucción, fracaso ni pérdida cuando se comprende en la Ciencia la integridad que tiene en sí la individualidad del hombre como reflejo que es de la Mente. La manifestación de la individualidad real trae consigo una impresión de que es nueva, porque el pensamiento que asciende constantemente es nuevo a cada amanecer, fresco de inspiración y en su desenvolvimiento y en su realización. En práctica realidad expresamos nuestra individualidad a medida que entendemos espiritualmente y demostramos la unión que existe entre Dios y el hombre.
“Y no habrá quien [los] amedrente.” La comprensión de la identidad del hombre en la Mente trae consigo protección contra las vicisitudes que amenazan a la mortalidad. La infinitud de la única individualidad divina la protege y la desenvuelve de por sí. Siendo infinita, la individualidad nada deja fuera de ella misma que pueda dañar o amedentrar; no sabe de lindes para el bien o lo bueno; su capacidad o habilidad no tiene límites que le impidan reflejar el infinito. La declaración que hizo Dios de Sí mismo como el YO SOY proclama para todos los tiempos la fuente de la identidad verdadera: la individualidad espiritual. La omnipresencia del YO SOY prohibe e impide que el hombre se asocie con algo que sea desemejante al YO SOY; ni puede el hombre estar sujeto a influencia o ley alguna que no dimane de Dios. Dice Mary Baker Eddy en Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 53): “La realidad y la individualidad del hombre son buenas y Dios las ha hecho, y están aquí para ser vistas y demostradas; sólo la mala creencia las vuelve obscuras.”
¿No es pues de colegirse que sentarse debajo de su parra y debajo de su higuera significa estar consciente de nuestra individualidad como hijos de Dios, de nuestra identidad verdadera como idea o reflejo de la Mente; que hemos de demostrar que dentro de nuestra entidad verídica está todo lo esencial para nuestra paz, gozo, éxito y libertad? ¿No es también saber que poseemos nuestra habilidad divinamente derivada para expresar por completo nuestra individualidad verdadera?
Esta demostración no se logra esforzándonos humanamente por lo que no parezcamos expresar, sino viviendo diariamente de manera que saquemos a luz más de la naturaleza divina y de los atributos de Dios que el hombre expresa invariablemente. Indica Mrs. Eddy en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 104): “En obediencia a la naturaleza divina, la individualidad del hombre refleja la ley y el orden divinos del ser.” Sólo mediante el sentido espiritual percibe uno su verdadero ser individual.
La supuesta mente mortal puede alegar que la personalidad material es esencial para la felicidad, para la entereza; que cada uno de nosotros es uno de muchos — incompletos, insatisfechos, imperfectos — que funcionan a costa unos de otros, dependiendo cada quien de otros para su propia expresión y felicidad. La Christian Science distingue con precisión entre individualidad espiritual y personalidad material. En la proporción en que nuestra expresión individual como hijos de Dios se clarifica mediante la comprensión que da la Christian Science, la física sensación personal se esfuma hasta desaparecer. Las creencias y limitaciones que el mismo sentido personal se impone ceden ante la autosuficiencia del ser individual que es reflejo de Dios.
Escribe Mrs. Eddy (ibid., pág. 104): “Vestida y en su juicio cabal, la individualidad del hombre es impecable, inmune a la muerte, armoniosa y eterna. Su materialidad, vestida de falsa mentalidad, libra débil lucha con su individualidad,— sus sentidos físicos con sus sentidos espirituales. Estos se mueven en las esferas de la Ciencia de Dios: aquéllos giran en sus propias órbitas y tienen que aguantar el frotamiento de su falsa entidad hasta destruirse a sí mismos.”
Con el reconocimiento de este hecho científico de la integridad o lo cabal del universo y el hombre espirituales, el prurito voluntarioso de poseer algo — casa material, posición, éxito — queda reemplazado con la habilidad para apropiarse todo lo que ya está incluido en el ser espiritual individual. Con el desenvolvimiento de las ideas divinas vienen todas las cosas esenciales para la armonía. Y se percibe que estas cosas son internas en demostración de que el hombre está cabal en sí mismo.
Sólo comprendiendo, declarando y reafirmando la individualidad verdadera, el gran hecho espiritual del ser que nunca empezó sino que coexiste con Dios, podemos elevarnos por encima de la neblina y geótropa atracción del mal y hacia el éxtasis sin límites del pensamiento libre de toda traba. La integridad innata al hombre constituye su independencia ilimitada; la perfección del hombre, su libertad.
Así revela la Christian Science al hombre que refleja la capacidad divina, la entereza del ser que el profeta Miqueas describe simbólicamente morando bajo su propia vid y su higuera, exento de temores y en paz, sin que nadie lo amedrente.