Yo era una enfermera con el correspondiente entrenamiento médico. Un día me llamaron a trabajar en un hospital y al presentarme lista para encargarme del enfermo me avisaron que cinco médicos lo habían desahuciado. Mis órdenes prescribían: “Haga que el enfermo esté tan cómodo como sea posible." En pocas horas se notó en su caso un cambio definitivamente favorable, y continuó mejorando desde entonces. Yo daba gracias a Dios sin cesar aunque no acertaba a saber cómo llevaba a cabo lo que presenciaba. Lo supe dos semanas después, cuando me notificaron que el paciente había solicitado tratamiento de la Christian Science, a la que se debía su mejoría.
Mi entrenamiento en materia médica se debía a mi deseo de servir a la humanidad, y ese deseo fué lo que así me llevó a los mismos umbrales de la Christian Science, en los que presenciaba su misión sagrada antes de que supiera lo que es esa Ciencia.
Cuando leí “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, comprendí que era lo que venía buscando toda mi vida. Compré en seguida una Biblia y un ejemplar de Ciencia y Salud para mi propio uso. Pocos días después de haber estudiado, vi claramente que Dios es el único médico y que la Mente es la única medicina. Quemé todos mis libros de medicina; desde entonces y hasta la fecha, más de veinticinco años después, nunca me he arrepentido de la firme actitud que tomé en favor de la Verdad.