Yo era una enfermera con el correspondiente entrenamiento médico. Un día me llamaron a trabajar en un hospital y al presentarme lista para encargarme del enfermo me avisaron que cinco médicos lo habían desahuciado. Mis órdenes prescribían: “Haga que el enfermo esté tan cómodo como sea posible." En pocas horas se notó en su caso un cambio definitivamente favorable, y continuó mejorando desde entonces. Yo daba gracias a Dios sin cesar aunque no acertaba a saber cómo llevaba a cabo lo que presenciaba. Lo supe dos semanas después, cuando me notificaron que el paciente había solicitado tratamiento de la Christian Science, a la que se debía su mejoría.
Mi entrenamiento en materia médica se debía a mi deseo de servir a la humanidad, y ese deseo fué lo que así me llevó a los mismos umbrales de la Christian Science, en los que presenciaba su misión sagrada antes de que supiera lo que es esa Ciencia.
Cuando leí “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, comprendí que era lo que venía buscando toda mi vida. Compré en seguida una Biblia y un ejemplar de Ciencia y Salud para mi propio uso. Pocos días después de haber estudiado, vi claramente que Dios es el único médico y que la Mente es la única medicina. Quemé todos mis libros de medicina; desde entonces y hasta la fecha, más de veinticinco años después, nunca me he arrepentido de la firme actitud que tomé en favor de la Verdad.
Deseo aprovechar esta ocasión para compartir unas cuantas de las curaciones que he experimentado: En una caída me dañé una rodilla. Aunque no intervino ningún médico que diagnosticara el caso, gracias a mi propia experiencia médica diría yo que se me fracturó la rodilla. Ya muchos años antes de empezar a estudiar la Ciencia me había fracturado tres veces una pierna, recluyéndome cada vez por seis semanas en la cama bajo cuidado médico-quirúrgico. Pero esta vez me atuve al tratamiento de la Christian Science. Me sostuve en lo que se me había enseñado: que Dios ha creado libre al hombre. Me levanté, subí la escalera, me cambié la media que se me había roto, luego bajé y tomé el automóvil para ir al centro y atender a mis asuntos pendientes, y después regresé a mi trabajo. En la tarde, mis deberes requirieron muchas vueltas a los altos regresando cada vez a los bajos.
Había algo dé hinchazón y de dolor, pero yo me esforzaba vehementemente por estar más consciente de Dios. Nadie sabía que luchaba por resolver este problema. Durante la noche, alguien necesitaba que me levantara muchas veces a atenderlo. Cuando amaneció yo no había completado mi demostración, por lo cual telefonée a un practicista solicitando tratamiento. Dentro de media hora después ya había sanado.
Pocas horas antes de que naciera nuestra hija me sometí al cuidado de una fiel practicista. El médico que me atendía había dicho a mi esposo y a mi madre que yo no podría dar a luz y que no viviría. Pero la niña nació y ambas vivimos, y así tuve otra prueba de lo que hace la ley infalible de Dios por los que confían en El.
Cuando mi niña tenía unos tres años, me telefonearon de larga distancia que se encontraba con la piel cubierta de un envenenamiento de hiedra toxicodendrona. Di las gracias a quien me informó eso, y al retirarme del teléfono me vino una clara comprensión de que Dios no ha creado nunca ninguna planta venenosa: que todo lo que ha creado es útil, bello y bueno. Una miembro de la familia me dijo cuando volví a casa a pasar el fin de semana que si alguien le hubiera relatado lo que ella presenció nunca lo hubiera creído: que después de haberme telefoneado, habían visto desaparecer la inflamación cutánea de todo el cuerpo de la niña. Yo di gracias a Dios porque la Christian Science había sido reconocida y atestiguada, pues la que así hablaba, antes se oponía a lo que ella creía que era esta Ciencia. Esa niña hoy es una madre joven y cuando nació su hijo, tuvo un parto sin dolor gracias al tratamiento de la Christian Science.
No es pues de admirar que yo dé gracias a Dios por la Christian Science. Ni dejo de estar profundamente agradecida por Cristo Jesús y nuestra amada Guía, Mrs. Eddy. Soy miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial y tuve hace muchos años el sagrado privilegio de recibir instrucción facultativa en Boston de uno de los estudiantes fieles de Mrs. Eddy.— Hollywood, California, E.U.A.
