En el año de 1948 mi esposo y yo experimentamos el gran gozo de adquirir en propiedad una pequeña hacienda después de trabajar en una ajena por varios años. Pero de repente este gozo se nos volvió aflicción porque tras de toser yo persistentemente se me tomó una radiografía que mostró una gran cavidad en uno de mis pulmones. Fuí llevada a un hospital, y de conformidad con la ley de nuestro país relativa a la tuberculosis se me aisló de nuestro hijo de cinco años de edad por el peligro del contagio. No le permitían que me visitara y yo sufría mucho de nostalgia.
Cuando una querida prima mía fué a visitarme seis semanas después me encontró muy enferma y desalentada. Yo tenía la impresión de que Dios no contestaba mis oraciones en lo absoluto. Estaba pues sin esperanza. Mi prima me habló de la Christian Science y prometió suplicar a una practicista que me ayudara. Yo le respondí que estaba dispuesta a recibir esa ayuda con tal que al hacerlo yo no pecara contra Dios en modo alguno. Cuando hube recobrado suficiente valor para leer los ejemplares de The Herald of Christian Science (Edición Alemana) que me había dejado mi prima, encontré para mi gran sorpresa y gozo la Christian Science cura como curaba Jesús.
Despúes de haber empezado la practicista a atender al caso mío, pronto se me quitó la nostalgia. Pude comer otra vez y platicar algo cuando la otras pacientes me halaban, cosa que no había podido hacer en todas las semanas que había estado allí. Cuando la practicista me visitó por primera vez sentí tanto amor y ánimo que la dije: “Ojalá que se pudiera quedar conmigo.” Ella me explicó que el Amor divino está siempre presente, y le suplicó a mi prima me trajera el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy.
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