Nunca cesaré de dar gracias a Dios por haberle revelado a Mary Baker Eddy la Ciencia del Cristianismo. Por muchos años he venido experimentando y presenciando muchas curaciones.
Mi primera curación fué de quemaduras graves. Tenía unos tres años yo cuando, reculando para arrastrar un juguete mío, caí en una tina de agua hirviendo. Mi madre llamó a un doctor que dijo que yo no pasaría toda esa noche viva, por tener toda mi espalda quemada de gravedad. A lo cual mi madre telefoneó a mi tía, una Científica Cristiana que había recibido instrucción facultativa, solicitando su ayuda. Mi curación que siguió fué una gran sorpresa para el doctor cuando lo supo, y desde entonces comentaba sobre eso cada vez que me veía.
Al principio, mi padre se oponía amargamente contra la Christian Science, pero a una hora de gran urgencia recurrió a la literatura que de esta Ciencia encontró en una caja de distribución pública en una estación de ferrocarril. Su necesidad quedó satisfecha y desde entonces se volvió sincero estudiante de la Ciencia y miembro activo de una iglesia.
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