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Juan, el discípulo amado, y sus escritos

Del número de julio de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En los escritos de San Juan vemos reflejadas la lealtad, la obediencia y pureza de este discípulo del Maestro que se distinguía por su pensar espiritualizado. Su evangelio y sus epístolas evidencian que Juan entendía la misión de Cristo Jesús y el significado espiritual de sus enseñanzas. Las palabras y las obras de Jesús se grabaron tan a buril en la consciencia de Juan que después de transcurrir medio siglo pudo delinearlas con la claridad que es de notarse en su Evangelio.

Durante los tres años que vivió acompañando a Jesús, Juan desarrolló en su modo de ser las cualidades espirituales que luego lo habilitaron para resistir el influjo opresivo de la mente mortal cuando el Maestro fué traicionado y crucificado. Y en los años que siguieron, cuando Juan trabajaba en la iglesia de Jerusalén y en la de Efeso, continuó creciendo espiritualmente hasta llegar a ese “estado del hombre perfecto” a que se refiere Mary Baker Eddy al decir en el libro de texto,“Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 350): “Para comprender todos los dichos de nuestro Maestro, según constan en el Nuevo Testamento, dichos infinitamente importantes, sus seguidores tienen que desarrollarse hasta llegar al estado del hombre perfecto en Cristo Jesús, que les capacita para interpretar su significado espiritual.” Fué ese crecimiento espiritual lo que preparó a Juan para que inscribiera en su Evangelio las enseñanzas de Jesús.

Cuando era ya de una edad avanzada, este discípulo fué desterrado a la Isla de Patmos, pero en ninguno de sus escritos hallamos señal de resentimiento ni de lástima de su mismo. Fué durante los muchos meses de su destierro en Patmos cuando se le revelaron las proféticas visiones espirituales que él tradujo a los términos que constan en su libro del Apocalipsis. Dice en el primer capítulo (verso 10): “Yo estaba en el Espíritu, [en el] día del Señor.” Juan recibió revelación mediante el sentido espiritual, y nosotros tenemos que crecer en la gracia hasta adquirir ese sentido espiritual a fin de comprender su mensaje. Juan nos asegura repetidas veces que las fuerzas del bien, que es Dios, vencerán las creencias agresivas de la mente carnal, y que con el tiempo veremos que la ley de Dios reina supremamente.

Aunque se supone que el Apocalipsis fué escrito para las siete iglesias que había en Asia, su mensaje es para los que piensen espiritualmente en todos los tiempos. Este libro nos sirve para entender los trastornos que ocurren hoy en el mundo. El Científico Cristiano comprende que las graves perturbaciones que vienen estremeciendo al mundo actualmente son sólo la resistencia de la mente carnal a la Verdad que está sacando al error a la superficie de las cosas o sucesos para ser destruido. También sabemos que la Verdad ha de proteger todo lo que hay de bueno en la consciencia humana durante estos sacudimientos que asumen la forma de tiempos difíciles.

Cuando Jesús estaba a punto de ausentarse de sus discípulos les prometió enviarles el Consolador, o sea “el Espíritu de verdad.” Por siglos el mundo cristiano había estado esperando la segunda venida de Cristo, o sea la Verdad, y el Apocalipsis describe cómo había de venir. En el capítulo décimo nos habla Juan de “un librito abierto,” que tenía el ángel en su mano, a disposición de todos. Esa profecía se cumplió en nuestra era actual. El estudiante de la Christian Science sabe que el libro abierto que tenía el ángel simboliza la revelación de la Verdad que advino en esta era en la Christian Science. Gracias a su obediencia a Dios y su amor por la humanidad, nuestra Guía, Mrs. Eddy, fué la inspirada reveladora del Consolador prometido, o sea la segunda venida de Cristo profetizada en el Apocalipsis.

El capítulo duodécimo de este libro de la Revelación nos dice más de la segunda venida de Cristo, la Verdad. Juan emplea allí el símil de una mujer encinta que da a luz al hijo destinado a gobernar en todas las naciones. Nuestra Guía dice a este respecto en Ciencia y Salud (pág. 561): “La mujer en el Apocalipsis simboliza el hombre genérico, la idea espiritual de Dios; ilustra la coincidencia de Dios y el hombre como el Principio divino y la idea divina.“ El hijo es Consolador Santo o la Ciencia Divina que Jesús prometió enviaría su Padre. Según reveló Juan, vendría mediante el pensar de la mujer, y la Christian Science es el cumplimiento de esa profecía.

Los cuatro Evangelios bien pudieran tomarse como biografías de Cristo Jesús. Según los eruditos expositores bíblicos, el Evangelio de Juan fué escrito aproximadamente en el año 90 de la Era Cristiana, muchos años después de que los otros Evangelios se pusieran a disposición de las iglesias. En este Evangelio de Juan se nos dice que Jesús hablaba mucho con sus discípulos respecto a la paternidad de Dios y a la hermandad de los hombres. Explica también la misión de Cristo como el Camino, la Verdad y la Vida, y como la vid en que todos hemos de morar.

En todo el Evangelio según Juan vemos la compasión con que el Maestro trataba los problemas de la humanidad. El capítulo décimo cuarto la refleja al describir a Jesús hablando con sus discípulos, preparándolos para la cruenta prueba a que serían sometidos a causa de su crucifixion. El los reafirmaba infundiéndoles ánimo como lo hubiera hecho un padre antes de ausentarse de sus hijos. En todas sus enseñanzas Jesús expresaba el amor de Dios. Y Juan siguió su ejemplo muy de cerca, viviendo en su experiencia diaria sus preceptos tan consecuentemente que muchos años después, al escribir sus epístolas, definió a Dios como Amor e instó a sus propios adeptos a que se amaran unos a los otros en prueba de que en verdad amaban a Dios. Leemos en su primera epístola (4:21): “Este mandamiento tenemos de parte de él: Que el que ame a Dios, ame también a su hermano.”

Según se desprende de las epístolas de Juan, Jesús no sólo enseñó a sus discípulos que Dios es el Padre de todos, sino que se palpa que también les explicó algo de la naturaleza espiritual del hombre como imagen y semejanza de Dios. Les enseñó cómo reclamar su identidad espiritual. Dice Juan en su primera epístola (3:1): “¡Mirad, qué manera de amor nos ha dado el Padre, para que seamos nosotros llamados hijos de Dios! ... Por eso el mundo no nos conoce a nosotros, por cuanto a él no le conoció.“ Y para reforzar tan trascendental idea, añade en el versículo siguiente: “Amados míos, ahora somos hijos de Dios.”

La Cristiandad le debe gratitud a este discípulo no sólo por sus escritos, sino también por su demostración individual de las enseñanzas del Ejemplificador del camino. Sus epístolas reflejan el ideal espiritual de ese amor universal suyo que tan de cerca seguía el ejemplo que nos puso Cristo Jesús.

El descubrimiento de la Christian Science hace prácticas las enseñanzas del Maestro. Disipa el misterio que envolvía sus palabras y sus obras. Siendo Ciencia, no sólo clarifica el método divino sino que nos muestra cómo seguir al gran Nazareno humildemente y cómo producir los frutos de nuestra labor curativa como discípulos suyos. Al esforzarnos por ir en pos del Maestro en la obra sagrada de curar a la humanidad, debemos aprender a amar, a perdonar y a tener paciencia como Juan, el discípulo amado.

Es imperiosa nuestra necesidad de ser leales, obedientes y de corazón puro, y así lo indica Mrs. Eddy en su Mensaje a La Iglesia Madre correspondiente al año de 1902 (pág. 18): “Ni enajenamiento, ni rivalidad, ni engaño entran en el corazón que ama como amaba Jesús. El falso sentimiento del amor es lo que pronto se seca como arroyuelo de verano.” Y continúa diciendo en la siguiente página: “El gran Maestro triunfó en fuegos de horno. Entonces confiad, Científicos Cristianos, y confiando, hallaréis que la Ciencia divina glorifica la cruz y corona nuestra asociación con el Salvador en su vida de amor.”

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