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El reino individual del hombre

Del número de octubre de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El triunfo del poder espiritual sobre toda circunstancia adversa era explícito en todo lo que Jesús decía y hacía. Con ascendencia completa él refutaba los ataques que se lanzaban contra sus enseñanzas. Sus curaciones eran instantáneas, su autoridad indisputable. Aunque andaba en la tierra, él mantenía su estar consciente en el reino de los cielos. Dijo a sus seguidores (Lucas 12:32): "No temáis, manada pequeña, porque al Padre le place daros el reino." Con esas palabras de amor y comprensión compasiva, Cristo Jesús los animaba primero a que no tuvieran miedo y luego a que pusieran en práctica las verdades espirituales de Vida que a diario les daba a conocer, o les inculcaba, con pruebas de curaciones y con su propio ejemplo. !Con qué mezcla de incredulidad primero y luego de esperanza y vehemencia de hacer obras semejantes a las de su muy amado Maestro imitando su ejemplo, han de hacer acogido sus discípulos esa seguridad que les infundía!

Para los que seguían a Jesús, el poder espiritual les parecía al principio estar identificado con él. Estaban conscientes de ese poder de la Palabra cuando Jesús la profería, pero su cualidad intrínsica dada por Dios a todos para que la incorporen y la expresen como naturaleza o carácter espiritual, todavía no la reconocían. Que el poder que habían visto que él desplegaba se encontraba asequible también para ellos, ha de haberles parecido de veras admirable a sus seguidores. El objeto de la Vida que así les ilustraba diariamente su Maestro quedó así aclarado también para ellos. Tenían que aprender que el reino que al Padre le placía darles era suyo por derecho divino, dentro de los límites de su obtención individual espiritual. La naturaleza universal y de inmenso alcance de este reino se entiende por revelación, mediante la consagración al ideal divino. No tiene paralelo humano.

Lo que los Evangelios registran y relatan hay que seguirlo con aprecio inteligente y percepción espiritual. Si se analiza la historia de los tres años de ministerio de Jesús, se adquiere con ese análisis un grado de reconocimiento del desenvolvimiento incesante y progresivo de su comprensión espiritual de la Vida, y de su absoluto dominio sobre las condiciones discordantes que asedian a la raza humana. Cristo Jesús abrió de par en par el camino hacia la salud y hacia el reino de los cielos, no como una exhibición milagrosa y por un período de tiempo limitado, sino como la expresión natural de la naturaleza divina a la que todos tienen derecho. De su vida brotó el dechado completo de cómo demostrar la vida inmortal.

Mary Baker Eddy le ha dado al mundo en sus obras publicadas la revelación del camino científico a la Vida. Ha descorrido el velo a fin de mostrar la naturaleza verdadera del hombre. Ha interpretado y hecho práctica para todos los tiempos la misión de Cristo Jesús y su carácter universal. Con su descubrimiento de la Ciencia de la Vida ha hecho asequible para todos la potencia de las ideas espirituales o divinas, o divinas, siempre presentes, en acción, inmensurables, inagotables. Ha ilustrado el poder transformador y la influencia de estas ideas en la experiencia individual. Ella ha mostrado a los estudiantes de su descubrimiento cómo obtener la meta de la perfección mediante la regeneración del carácter humano y la práctica del dominio espiritual.

A Abram le advino el mandato divino (Génesis 17:1): "Anda delante de mí, y sé perfecto." Más tarde Cristo Jesús incorporó en su Sermón de la Montaña el mandato de que seamos perfectos. Mrs. Eddy probó que al Padre le placía revelarnos la manera científica de ganar el reino — la victoria sobre los falsos conceptos de la vida.

En su Sermón de Dedicación pronunciado en La Iglesia Madre en 1895, Mrs. Eddy escogió de tema: "Embriagarse han de la grosura de tu casa; y tú los abrevarás del torrente de tus delicias" (Salmo 36:8). Dice Mrs. Eddy en ese sermón (Pulpit and Press, pág.4): "Quien vive en el bien vive también en Dios,— vive en toda la Vida, por todo el espacio. El reino suyo es un reino individual, su diadema una corona de coronas. Su existencia es imperecedera, desenvolviendo por siempre su Principio eterno. Espera pacientemente en el Amor inmensurable, el señor y dador de la Vida. Refleja esa Vida, y con ella viene el poder pleno del ser."

Así queda aquí definida la naturaleza del don de este reino. Es el desenvolvimiento consciente en las vidas individuales — en el carácter y experiencia — del eterno Principio que es Vida, así probando nuestro origen y naturaleza inmortales, y nuestra unión con Dios como Su reflejo. Es la comprensión práctica del origen y la naturaleza divinos del hombre, que destruye los ilusivos sufrimientos y establece la armonía en nuestros cuerpos.

A efecto de que el pensamiento individual pueda expresar en amorosa actividad el ideal divino, pueda incorporar el concepto verdadero de la Vida, en vez de la falsa sensación o sentido de vida, hay que autoexaminarnos o introspeccionarnos gustosamente. Valor moral y espiritual y buena disposición para corregir nuestros impulsos, nuestro modo de pensar y de obrar, también contribuyen a que se nos allane el camino iluminándolo y aligerándolo hacia nuestro reino individual.

A cada tema de que tratan los inspirados escritos de nuestra amada Guía hay postes indicadores del camino, proyectores luminosos y faros para orientar y encarrilar al buscador sincero, sea neófito o estudiante ya experimentado. Dice Mrs. Eddy (ibíd., pág. 9): "La práctica y no la profesión, — la bondad y no las doctrinas, — la comprensión espiritual y no la mera creencia, alcanzan el oído y la diestra de la omnipotencia, y hacen descender bendiciones infinitas."

Sólo quien ya había cosechado ella misma los frutos de semejante bonanza, de semejante abnegación, pureza y amor, podía abrir así los ojos de otros a estos valores espirituales y sus frutos. !Qué grande es la promesa! Y no es ésto todo lo que brindan tales bendiciones inmensurables. A medida que las compartimos con los demás, el Amor infinito derrama sus inagotables bendiciones sobre todos aquellos que abarquemos dentro del radio de nuestros pensamientos.

Para el estudiante de la Christian Science que ha llegado a comprender en cierto grado cómo estar divinamente consciente, cada hora de cada día es una nueva ocasión para regocijarse de que el bien no tiene límites. Ver que las fronteras que limitan el pensamiento se disuelven a medida que nuestra fe se evidencia en salud, armonía, felicidad y abundancia es en verdad la meta de la existencia, el cumplimiento de la naturaleza divina, el reino prometido.

Mrs. Eddy citó a combate a las teorías humanas. La obra de su vida ha descorrido el velo que nos impedía contemplar nuestro reino individual. Con su grandioso descubrimiento de la Ciencia de la Vida nos ha iluminado y hecho prácticas las palabras y las obras del Maestro del Cristianismo, cuyo conocimiento y ejemplificación de que Dios o sea el bien es Todo lo habilitó para conceder toda petición que se le hiciera, superar a toda oposición y transcender la humana experiencia en su resurrección y ascensión.

La solución de toda situación discordante en el mundo y de toda forma de inquietud tales como el odio, la envidia, los celos y el temor de la carencia ha de hallarse en la bendita seguridad que nos da Jesús y que dejamos ya citada: "No temáis, manada pequeña, porque al Padre le place daros el reino." El que luche y venza sus propios temores ya sean conscientes o latentes probará la irrealidad de tales falsedades tanto por lo que a él mismo ataña como en lo que se concierna con otros.

La consecución de ese divino estar consciente que es el reino de Dios se logra mediante el poder y el propósito de Dios según los define nuestra Guía. El poder divino se expresa en curación rápida y permanente. Manda que entremos en el santuario, nuestro reino individual, y asegura el triunfo de la Verdad, alumbrando la senda a nuestra naturaleza inmortal y a nuestro origen divino. Dícenos Mrs. Eddy (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 266): "La Mente perfecta e infinita entronizada constituye el cielo."

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