Cada verano Sally y Nancy visitaban a su tía. Todos los años las llevaban sus padres en su automóvil marchando alrededor del lago, pero este verano iban a cruzar el lago con su madre en un barco grande. Las alegró mucho les dijeran que dormirían a bordo del buque en una camita de lo que llaman camarote.
Cuando su padre las llevó al lago, soplaba un viento fuerte en el que el buque se mecía bastante. Al principio les pareció eso bonito, y les gustó ver a los enormes barcos remolcadores tirar y empujar al bote grande lago adentro. Pero cuando iban a desvestirse para acostarse el buque se mecía tan recio que ellas comenzaron a tener miedo.
Su madre extendió el brazo para coger su bolsa y sacar la Biblia, al mismo tiempo que les preguntaba: "¿Recordáis lo que Jesús les dijo a sus amigos que iban navegando con él y estaban asustados?" Sin esperar respuesta ella abrió la Biblia en el capítulo ocho de Mateo y comenzó a leerles en el verso veinticuatro: "Y he aquí, fué hecho en la mar un gran movimiento, que el barco se cubría de las ondas; mas él dormía. Y llegándose sus discípulos, le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. Y él les dice: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y a la mar; y fué grande bonanza."
Como Sally había traído su ejemplar de "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" por Mary Baker Eddy, su madre le dijo que leyera el pasaje en el que indica Mrs. Eddy (pág. 134): "Jesús dijo: 'Yo sabía que me oyes siempre'; y resucitó a Lázaro de entre los muertos, calmó la tempestad, sanó a los enfermos, y anduvo sobre las aguas. Hay autoridad divina para creer en la superioridad del poder espiritual sobre la resistencia material."
Entonces Nancy se acordó de un versículo que había aprendido en la Escuela Dominical de la Christian Science. Dice (Génesis 1:31): "Y vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera." Nancy comenzó a sonreír y dijo: "Si Dios hizo todas las cosas muy buenas, estoy segura de que El no hizo una mar tempestuosa. Y no tenemos que creer que la mar sea así, ¿verdad, mamá?"
Su madre convino, y explicó que era porque Jesús no creía lo que veía y oía del error por lo cual él podía calmar la tempestad. "Allí mismo donde el error parecía estar," dijo ella, "Jesús veía que sólo lo que es bueno es real o verdadero."
Ya no tenían miedo las niñas, y cuando su madre las arropó en sus camas, repitió uno de los bellos himnos de Mrs. Eddy (Himnario de la Christian Science, No. 253), "Cristo, mi Refugio." A las niñas les gustaban especialmente la cuarta y quinta estrofas, que dicen:
"A Cristo veo caminar,
venir a mí
por sobre el torvo y fiero mar;
su voz oí.
Me asienta firme la Verdad,
en roca fiel,
se estrella el bronco vendaval
en su poder."
La mañana siguiente Sally y Nancy apenas podían esperar que las vistieran para salir al gran comedor, pues nunca habían comido a bordo de un buque. El encargado del comedor se sorprendió tanto de verlas que les preguntó si no se habían mareado durante la tormenta.
Cuando le contestaron que ellas se habían dormido y que ni siquiera supieron que había habido una tormenta, su madre se dió cuenta de que la verdad los había protegido a todos otra vez. Nadie se sintió incómodo ni en lo más mínimo.
Nancy decidió que ella y podrían contarles a los demás niños de la Escuela Dominical la próxima vez que fueran ellas, del viaje feliz que habían tenido. Ambas apreciaron entonces más que nunca sus dos libros, la Biblia y Ciencia y Salud, que les habían dicho del poder de Dios, y que no había de qué tener durante la tempestad.
