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¿Por qué no pertenecer a la Iglesia?

Del número de octubre de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En lo pasado el templo se consideraba un lugar de seguridad para todos los que buscaran refugiarse en él. Cualquiera que se viera perseguido por la policía, fuera inocente o culpable, podía hallarse seguro por cierto tiempo con sólo echarse en los escalones de la entrada a la iglesia, exclamando “!santuario!”

Aunque hoy ya no se acostumbra hallar así refugio en una iglesia quien se vea buscado o perseguido por las autoridades del país, el templo de Dios está probando ser, hoy como siempre, un santuario para todos los que lo busquen humilde y confiadamente, encontrando protección y fuerzas. Cuando uno empieza a identificarse con la Iglesia, desde ese instante se pone a edificar sobre la Roca que es Cristo. Así comienza a aliarse con Dios, sintiendo el bien, como resultado seguridad y paz.

En "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras," Mary Baker Eddy define en parte la Iglesia como "la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino o procede de él" (pág. 583). Esta Iglesia ideal o puramente espiritual es el "edificio de Dios, casa no hecha de mano, eterna en los cielos" (II Corintios 5:1). Todo lo que constituye este edificio lo gobierna el Principio divino, que es Amor, y nada negativo o carente de principio fundamental halla o tiene lugar allí. Mrs. Eddy sabiamente completa la definición de la Iglesia así: "La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos."

Esta institución, representada por La Iglesia Madre en Boston y sus iglesias y sociedades filiales por todo el mundo, da evidencia tangible del poder de Cristo en actividad universal. Exactamente como era necesario que Jesús viniera en la carne para mostrarnos al Cristo de tal manera que pudiéramos comprender, así es hoy esencial que la Iglesia se conozca en una forma visible que despierte a la humanidad a las demandas del Amor universal. Para ser miembro de La Iglesia Madre no se requiere cumplir con una adoración material, con credo o ceremonias. Pero despertando a nuestra relación de hijos de Dios mediante la Ciencia, nos habilita para adorar a Dios con Sus verdaderos adoradores, para adunar nuestros esfuerzos al lado positivo de la vida, y así magnificar en el mundo las fuerzas en favor del bien. La misión de la Iglesia Científica de Cristo es evangelizar la consciencia humana. A fin de ayudar a cumplir esta misión, tenemos que ver que el templo de la Verdad y del Amor se establezca en los corazones de los hombres.

La organización de la iglesia se hace indispensable en esta era, y ser miembro tanto de La Iglesia Madre como de una iglesia o sociedad filial es necesario si uno ha de participar activamente en apresurar la salvación individual y mundial. A efecto de acabar con cuanto parezca haber sin ser verdadero ni amoroso y carente de principio, hay que estar unidos en la iglesia militante, precursora de la iglesia triunfante. Perteneciendo a la iglesia, tenemos la oportunidad de trabajar con los que están despabilando y elevando el pensamiento para emprender tareas edificativas. Encontramos que la fe y el valor de tales miembros de mente espiritualizada fortalecen nuestro propio propósito elevado para que confiemos más en las promesas de la Biblia y para que se cumplan en nuestra experiencia diaria. Nos ponemos más alerta a fin de que representemos la ilustración y Cristianismo práctico en nuestra comunidad.

Fortalecidos de esa manera ejercitándonos en la manifestación de la unidad del bien, nos hallamos más capaces de elevarnos y elevar a otros por encima del pecado y las angustias y enfermedades y así vislumbramos más claramente que se hace la voluntad de Dios, "como en el cielo, así también en la tierra." Afirmándonos abierta y habitualmente al lado del bien en nuestros asuntos y hechos cotidianos, debilitamos en esa proporción el lado del mal.

Dice nuestra Guía en su "Sermón de la Dedicación" que contiene su libro Pulpit and Press (pag. 2): "Imaginaos en una fortaleza mal barricada y fieramente asediada por el enemigo. ¿Os precipitarías solo a combatir al enemigo? No, ¿no haríais mejor en reforzar vuestra ciudadela por cuantos medios tuvierais en vuestro poder, permaneciendo en su interior para defenderla? Lo mismo debemos hacer nosotros como metafísicos y Científicos Cristianos." A veces es más fácil vencer el mal cuando sentimos que otros nos apoyan. Los esfuerzos unidos dan valor, y siendo miembros de la iglesia podemos combatir con más confianza a la mente carnal que se esfuerza por constituirse un poder.

Para ser miembro de una filial Científica de Cristo tenemos que adoptar y adherirnos a los Artículos de Fe de La Iglesia Madre que nos ha dado nuestra Guía. EI último es: "Y prometemos solemnemente velar y orar por tener en nosotros aquella Mente que estaba también en Cristo Jesús, hacer con los demás lo que quisiéramos que hicieren con nosotros, y ser misericordiosos, justos y puros" (Ciencia y Salud, pág. 497). Cuando en bien de todos, nos obligamos a ser semejantes a Cristo, obedecer la Regla Aurea, y "ser misericordiosos, justos y puros," hallamos que simultáneamente este santo propósito nos enaltece y nos bendice individualmente.

Esforzándonos por ser buenos miembros de la iglesia, nos hacemos mejores ciudadanos, amigos más verdaderos y padres más sensatos. Entre nuestros comiembros hallamos sanas amistades y oportunidades de ayudarnos mutuamente. En nuestras filiales descubrimos en actividades tales como enseñar en la Escuela Dominical, ser miembro de algún comité, o ujieres, o sirviendo en la junta directiva, maneras de esparcir la Verdad en nuestra comunidad y así probar nuestro amor a Dios y al hombre. Y todavía otra bendición que logramos siendo miembros de la Iglesia es quedar libres del efecto de la soledad. Sin importar que tan aislados estemos de nuestros amados por la distancia o las circunstancias, siendo miembros de La Iglesia Madre y de una filial, no dejamos de experimentar una sensación de pertenecer que nos regocija.

Luego si consciente o inconscientemente nos asaltan argumentos en contra de pertenecer a la Iglesia, debemos tomarlos no como impulsados por la Mente divina, sino como falaces sugestiones de la mente carnal. Tales creencias proceden del nihilismo, del egoísta raciocinio humano, de la falta de honradez; tratan de anular las fuerzas positivas productoras de lo bueno, de suplantar el humanitarismo y de persuadirnos a que disfrutemos de beneficios sin corresponder con algo que dar en cambio. Uno de los alumnos de Mrs. Eddy dijo una vez que se hablaba de la parábola del Maestro, el sembrador y la semilla, que bien podríamos pensar que cuatro de las aves del cielo que arrebatan la buena semilla son el orgullo, el temor, la ingratitud y la procrastinación.

Cuando pensemos hacernos miembros de la Iglesia, hay que ver que ninguno de estos errores nos roben nuestras buenas intenciones. Si el orgullo alega que aunque nos gusta concurrir a los servicios de la Iglesia Científica de Cristo, no nos interesa afiliarnos a ella, debemos recordar que si así pensaran todos no habría tales servicios religiosos ni conferencias que ir a escuchar. Si el temor sugiere que no somos suficientemente buenos para pertenecer a la Iglesia, haríamos bien en prepararnos desde luego a fin de gozar de tan alto privilegio estudiando a diario las Lecciones-Sermones que contiene el Cuaderno Trimestral de la Christian Science y asistiendo con regularidad a los servicios dominicales y de los miércoles en donde vivamos. O, para alistarnos, debemos esforzarnos con más ahínco por vencer cualquier mal hábito que tengamos, o engreimiento, u orar con más vehemencia que tengamos más confianza en Dios y menos en la materia. Pero sea cual fuere el argumento del temor, podemos vencerlo reafirmando nuestra actitud en el lado positivo de la Verdad.

Si es ingratitud el ave que nos está arrebatando la buena semilla, podemos saber que no se nos puede robar la verdadera estimación del bien. Mal podríamos considerarnos honrados si año tras año aceptamos los beneficios de la Christian Science y aun así no nos declaramos franca y prácticamente en su favor en apoyo y defensa de nuestra Causa. Una vez tocada la orla de la túnica de Cristo según lo revela la Christian Science, sintiendo el poder curativo de la Verdad, no debemos contentarnos ya con permanecer ociosos a ese respecto, gozando de lo que esta Ciencia hace en beneficio nuestro. En vez de eso, debemos preguntarnos ansiosamente: "¿Qué puedo hacer yo por la Christian Science? ¿Cómo puedo mostrar mi gratitud sirviendo a esta gran Causa más eficientemente?"

Si es tal vez la procrastinación lo que nos ha hecho dejar transcurrir año tras año sin pertenecer a la Iglesia, debemos no demorar más el envío de nuestra solicitud para que se tramite prontamente. Debemos recordar que nos espera el gozo de un hogar religioso, o eclesiástico, para cada uno de nosotros, y que el padre está diciendo siempre: "Venid al templo."

Dando ese paso de hacerse miembro de La Iglesia Madre o de una filial, o ambas, con frecuencia ha resultado en que se obtuviese una curación. A una señora que solicitó tratamiento conforme a la Christian Science por tener un problema físico, el practicista le preguntó si era ella miembro de la Iglesia y ella le contestó que aunque había concurrido a los servicios por más de treinta años, todavía no se recibía de miembro. Muy naturalmente, el practicista le habló de la Iglesia y de la importancia de tomar parte activa en ella, como miembro. La señora dijo que esas verdades no se le habían llamado a su atención y expresó gratitud por el interés que allí se la había mostrado en la prosperidad de ella. Inmediatamente obtuvo un formulario de solicitud, lo requisitó y sometió su solicitud a una filial, recibiéndose en breve de miembro. Más tarde ella indicó que el mismo día en que había dado los pasos necesarios para pertenecer a la Iglesia, había sanado de su problema físico para el cual quería tratamiento.

En los Hechos de los Apóstoles se relata que después de que los Apóstoles habían mostrado muchas señales efectuando curaciones, "el Señor añadía a la Iglesia los salvados, de día en día" (2:47). Puesto que, en la mayoría de los casos, los que concurren con regularidad a una Iglesia o Sociedad Científica de Cristo han experimentado los efectos curativos y regeneradores de la Christian Science, ¿no deberían esas curaciones, como en los tiempos bíblicos, inducir a muchos a que se hagan miembros? La puerta del templo está abierta de par en par, y los que entran quedan habilitados para vislumbrar, más claro que nunca, el santuario de la Verdad y del Amor, donde se revela Dios.

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