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Yo dí con la Christian Science hace unos...

Del número de octubre de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo dí con la Christian Science hace unos treinta y siete años cuando entré en una Sala de Lectura de la Christian Science con el fin de reposar. Había otros allí, estudiando quietamente; así es que yo comencé a leer lo primero que hallé a la mano, resultando ser el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. En él hallé la respuesta a cosas que o cuestiones que me habían dejado perpleja toda mi vida, y desde entonces he seguido estudiando este libro y demás literatura autorizada de la Christian Science. Los períodos de estar enfermo cesaron, y no he vuelto a perder ni un solo día de mi trabajo. Vencí los hábitos esclavizantes de fumar y tomar. Las apuraciones, la ira, el egoísmo y otros erróneos pensamientos cedieron su puesto al correcto pensar.

Deseo mencionar otra de mis curaciones. Durante muchos años había venido recibiendo mucha atención de los dentistas. Una vez me encontraba en un lugar en el que no había ningún dentista. Y como me molestaba mi dentadura, escogía con cuidado lo que había de comer y me lo comía empleando sólo un lado de la boca.

Un día me advino el pensamiento con una claridad como si me lo hubieran proferido: Deja todo ese problema a la Mente divina. Obedecí sin vacilar, echando a un lado toda preocupación respecto a mis dientes. Muy pronto me dí cuenta, con gozo, de que había terminado ese malestar. Desde entonces he comido cualquier alimento que me gusta y no he vuelto a necesitar ninguna atención dentífica profesional. Dice Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 62): “La Mente divina, que forma el capullo y la flor, cuidará del cuerpo humano, así como viste el lirio; pero que no intervenga ningún mortal en el gobierno de Dios, entremetiendo las leyes de los erróneos conceptos humanos.”

En mi ocupación de capitán de un vapor de río he desempeñado trabajo que me hubiera sido enteramente imposible si no cifrara mi confianza en la Mente divina. Ofrecieron asignarme a mí como a los demás capitanes también se les había ofrecido un derrotero mediante el cual había que llevar la embarcación corriente abajo hasta donde el río se desborda en catarata sobra una presa rocallosa al llegar a la cual había virar brusca y reciamente el buque a una posición paralela al borde de la presa para luego seguir navegando en ángulo recto con la corriente del río. Cualquier sola equivocación haría que la corriente arrollara al buque a su destrucción contra las rocas que formaban la presa.

Nadie había aceptado esa asignación nunca. Yo mismo me había negado por muchos años sintiendo que no tenía ni la destreza ni el valor para desempeñar semejante trabajo. Pero finalmente me ví forzado a tomar esa asignación por circunstancias que no estaba a mi alcance evitar. Entonces comprendí que si Dios requiere que hagamos algo, tenemos la capacidad para hacerlo una vez destruido el temor. Desempeñé esa asignación sin ningún contratiempo, y durante cuatro años continué llevando a cabo tan arriesgada tarea navegando siempre con seguridad completa.

Estoy agradecido a todos los Científicos Cristianos que dedican su vida a llevar a cabo la misión de nuestra gran religión mediante las actividades que define el Manual de La Iglesia Madre por Mrs. Eddy. Y procuro mostrar mi gratitud atendiendo a los consejos prácticos del Manual y de los otros escritos de ella.—

Deseo confirmar el testimonio de mi padre y expresar mi gratitud por muchas bendiciones y curaciones tanto físicas como mentales. Debo toda mi felicidad, que es grande, a que Dios me guía para que aprenda a trabajar yo con móviles puramente materiales.—

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