“¡Muchas maravillas has hecho tú, oh Jehová, Dios mió! y tus pensamientos hacia nosotros, no es posible ponerlos en orden ante ti: yo querría anunciarlos, y hablar de ellos; pero pasan toda numeración” (Salmo 40:5). Muchas son las razones que tengo de estar agradecida, y espero que mi testimonio pueda ayudar a otros.
Hace varios años cuando fuí dada de alta de un hospital después de haber sido sometida a una operación de consideración, el médico me aconsejó que no gastara más dinero en mi salud, pues ya no había nada que me podría ayudar. Tomaba morfina constantemente para aliviar el dolor. Una vecina a quien apenas conocía notó que yo caminaba por la calle con dificultad apoyada en un bastón. Respondiendo a sus solícitas indagaciones le conté que padecía de un cáncer al abdomen, y que según opinión del médico solo me quedaban unos seis meses de vida. Su respuesta de que Dios nos puede ayudar aún cuando humanamente se nos haya condenado a morir me consoló bien poco. Ella me dió la dirección de un practicista de la Christian Science alentándome a que fuera a verlo. Decidí hacer esto.
Cuando fuí me recibió muy bondadosamente, dándome una breve explicación sobre la Christian Science. Enseguida sentí nuevas fuerzas y me vi libre del dolor. Empecé a asistir a la Iglesia Científica de Cristo y a frecuentar la Sala de Lectura. Por todas partes hallaba bondad y amor.
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