Mientras dirigía la palabra en un servicio de Pascua en su Iglesia, Mary Baker Eddy dijo que el servicio le hablaba no de muerte sino de Vida (véase Miscellaneous Writings, pág. 180). Mediante la resurrección, Jesús estaba demostrando su ser inmortal.
Basando sus conclusiones sobre el testimonio de la Biblia y el de Jesús mismo, la Christian Science enseña que la crucifixión fué sólo uno de los pasos finales del Mostrador del camino en su grandiosa misión de probar la unidad eterna e indestructible del hombre con Dios. La carrera de Jesús habría perdido su gran significación si hubiese terminado con su entierro en la tumba. Había vencido la enfermedad, la carencia y otras discordancias para los demás y hasta había resucitado a algunos de la muerte. Pero él todavía tenía que resucitar su propio cuerpo de la tumba y así demostrar que la tal llamada muerte física no es un factor en la verdadera existencia del hombre. El mismo tuvo que sobreponerse al reto de la mente carnal que le decía: “Estas muerto.”
Toda la evidencia material conducía a la deducción de que el cuerpo de Jesús estaba muerto. Había dejado de respirar mientras estaba en la cruz, su cuerpo había sido atravesado por una lanza y envuelto completamente con una mortaja. Además, ya habían pasado tres días entre la crucifixión y la resurrección — el tiempo que sus contemporáneos aceptaron como evidencia indisputable de la certeza de la muerte. En su epístola a los Corintios, Pablo establece claramente lo siguiente respecto a la resurrección del cuerpo de Jesús (I Cor. 15:12, 14): “Mas si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos? ... Y si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación es vana; vuestra fe es también vana.”
¿Pero qué del Cristo, el verdadero ser de Jesús — su naturaleza espiritual e inmortal? Nada podía tocar esta consciencia del bien, pura e impecable. El Cristo se halla por encima de todas las reclamaciones y creencias falsas de vida en la materia. Debido a su clara comprensión de la naturaleza indestructible y eterna de su verdadero ser, Jesús jamás aceptó la creencia que su cuerpo podía morir o había muerto debido a los malos tratos de sus enemigos. El probó por la resurrección, que esta experiencia llamada muerte no destruye el concepto mortal del cuerpo, puesto que enseñó a sus discípulos el mismo cuerpo que tenía antes de la crucifixión. Probó en esta gran demostración de la resurrección y la ascensión, que el cuerpo mortal no es material sino mental. Para los discípulos, el cuerpo de Jesús apareció como si se elevara de la tierra hacia regiones más altas en el momento de la ascensión. Pero la enseñanza y la demostración del Maestro señalan el hecho que él se deshizo de toda creencia de vida en la materia, y al ascender se halló con su identidad espiritual perfecta, sin acompañamientos materiales.
Esta fué su demostración final de la naturaleza y existencia puramente espirituales y eternas del hombre como el hijo de Dios. En esta gran hazaña él no sólo había vencido al mundo, pero había probado además que la materia no era nada. La demostración de Jesús sobre la materia y su prueba de la filiación divina constituyen el camino en el cual deben paso a paso seguir todos los hombres, hasta llegar a la comprensión de su completa individualidad e identidad como ideas de Dios.
¡El ha resucitado! Cuando oímos este glorioso mensaje que el ángel impartió a las mujeres que vinieron a la tumba, debería tener para nosotros más que sólo significación histórica. Más bien deberíamos preguntarnos: ¿Ha aclarado para nosotros el Cristo, la verdadera naturaleza del ser del hombre, durante el año transcurrido? ¿Hemos crecido en espiritualidad? ¿Estamos ejemplificando diariamente la verdadera naturaleza de la resurrección, en la cual las creencias de la materialidad están cediendo a las verdades espirituales del cristianismo científico? ¿Estamos cumpliendo con el doble propósito de nuestra misión a la manera del Cristo: trayendo el esclarecimiento espiritual a nuestro prójimo y de ese modo echando fuera el pecado, la enfermedad y otras discordancias mortales? ¿Estamos demostrando progresivamente que la Vida es impecable, perfecta, eterna e indestructible?
Nuestra Guía nos ha proporcionado una ayuda para el crecimiento en espiritualidad en uno de los estatutos en el Manual de La Iglesia Madre. Ella escribe bajo el título “Observancia de la Pascua de la Resurrección” que en los Estados Unidos los miembros de La Iglesia Madre no celebrarán de una manera especial la Pascua de Resurrección ni tendrán festejos ni darán regalos con tal motivo. Y luego ella nos da una regla a observarse y cumplirse diariamente (Artículo XVII, Sección 2): “La gratitud y el amor deberían reinar en todo corazón cada día de todos los años. Las sagradas palabras del Maestro amado: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos,’ y ‘Sígueme,’ instan a diario esfuerzo cristiano por vivir de manera que ejemplifiquemos a nuestro Señor resucitado.”
Aquí tenemos pues nuestro deber diario, a saber, expresar constantemente el amor y la gratitud, abandonar las creencias de la vida en la materia y seguir al Cristo en todo.
¿Existen hoy algunos que se ven atados al pesar ocasionado por la pérdida de algún ser amado, o por las esperanzas no realizadas, o las desilusiones, el fracaso, la carencia, o las amenazas de la calamidad? Estas condiciones son corruptibles creencias mortales que deben ser enterradas. Debieran dar lugar a la gratitud y el amor, pues el amor es desinteresado, se olvida de sí mismo; la gratitud proviene de la comprensión del bien y la provisión siempre presentes de Dios para todos Sus hijos. La demanda es la de seguir al Cristo diariamente. Al hacerlo nos gloriamos en el usufructo de nuestra verdadera herencia como hijos de Dios y también en el reconocimiento de la naturaleza espiritual de Su entera creación.
En este nuevo día de Pascua adoptemos pues la resolución que iremos siempre adelante, con los ojos fijos en la meta de la eterna naturaleza del Cristo. Nuestra Guía escribe en la página 41 de Unity of Good (Unidad del bien): “El dulce y sagrado concepto de la permanencia de la unidad del hombre con su Hacedor puede iluminar nuestra existencia actual con la presencia y poder continuos del bien, abriendo de par en par la puerta que lleva de la muerte a la Vida; y cuando esta Vida aparezca, ‘nosotros seremos semejantes a El,’ e iremos al Padre, no por medio de la muerte, sino por medio de la Vida; no por medio del error, sino por medio de la Verdad.”