El Cristo, que revela la idea correcta de todo, no se ve nunca velado u obscurecido para el concepto espiritual, ni jamás envuelto en la materialidad, que reclama ser buena o mala. El Cristo está siempre presente, mostrando la perfección eterna de la forma, el perfil, el color y el ser del hombre espiritual, el único hombre verdadero.
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