El Cristo, que revela la idea correcta de todo, no se ve nunca velado u obscurecido para el concepto espiritual, ni jamás envuelto en la materialidad, que reclama ser buena o mala. El Cristo está siempre presente, mostrando la perfección eterna de la forma, el perfil, el color y el ser del hombre espiritual, el único hombre verdadero. En razón de que esta es la verdad, no hay cabida para un opuesto — para un hombre enfermo, pecador, carente o moribundo. Pero la supuesta mente mortal arguye que un lugar tal existe y es este argumento especioso el que hace sus demandas al paciente y al practicista.
Los estudiosos de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. prontamente reconocen que el punto de partida del cual uno comienza su tratamiento es importante. “El empezar bien significa acabar bien,” se nos dice en la página 262 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. ¿Cómo comienza uno correctamente? Pues se debe empezar con aquello que es justo, correcto y verdadero, y no con aquello que niega lo verdadero y la realidad. Pero es sorprendente notar cuán frecuentemente nos vemos comenzando nuestro razonamiento acerca de la enfermedad o la desarmonía de toda laya con el error en vez de con la verdad concerniente a Dios y el hombre. Esto no debería de ser así. Las razones son obvias. El comenzar nuestro tratamiento en la Christian Science con el error, el discutir acerca de él, tratar de diagnosticarlo materialmente, el esforzarse por señalar su origen y el intentar trazar su curso y predecir su resultado, sólo tiende a la acumulación de las reclamaciones del error, cuando en realidad el trabajo científico es desenmascararlas y reducirlas a su propia nada.
En Ciencia y Salud Mrs. Eddy escribe (pág. 233): “Para curar cualquier enfermedad, se requiere la verdad contraria respecto a ella.” El sentido sufriente a menudo concentra el pensamiento sobre la falsificación en vez de sobre el hecho opuesto. La falsificación vela u obscurece al Cristo, o la idea correcta, o al menos trata de hacerlo. Queda en claro entonces, que el trabajo de la Ciencia es filtrarse a través de la aparente envoltura o velo, de manera que el Cristo siempre presente pueda manifestarse a la consciencia humana.
¿Cómo se efectúa esto? Mrs. Eddy explica el método en diversas partes de sus obras, pero más provechosamente en una parte de su explicación de la Mente, donde escribe (ibíd., pág. 469): “El exterminador del error es la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única, y que el supuesto contrario de la Mente infinita que se llama diablo o el mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad.” He aquí una regla clara y perfecta: para exterminar el error, uno debe aferrarse firmemente al hecho de que sólo hay una Mente divina. El hombre refleja esta Mente perfecta. No existen muchas mentes, mentes que se tildan a sí mismas de temerosas, ignorantes, pecadoras, enfermas o poco receptivas. La Mente es Unica, y el hombre refleja esta Mente única. El reconocimiento de este hecho disipa el error ilusorio que pretende ocultar esto.
¿Qué sabe esta Mente perfecta, divina y única acerca del hombre, la bienamada idea de Dios? La Mente está consciente sólo de lo bueno. El bien más elevado representa la verdadera identidad del hombre, que en realidad está siempre presente en el Cristo, jamás separada de Dios, su origen espiritual perfecto, nunca en la materia donde puede verse obscurecida o perdida, nunca antes o más allá de cierto lugar geográfico, jamás debajo o encima de un nivel material, mas justo donde está el hombre — al punto mismo en que refleja al ser perfecto.
¿Estamos nosotros reclamando esta verdadera identidad diariamente y en todo momento? ¿Estamos conscientes de que la visión de la Verdad que posee el hombre nunca puede ser obscurecida, que el hombre existe desde el punto de partida de la consciencia divina, la consciencia del ser perfecto siempre presente? El hombre, conocedor de la verdad, no puede estar consciente del error; por esta razón se explica la nada del error, mas no denegándosele vida por medios argumentativos. Puesto que el error no tiene vida alguna que pueda negársele por argumentación. Sin embargo nosotros llegamos al resultado deseado, es decir despertamos o sanamos, mediante el hecho verdadero y no la falsificación.
En su segunda epístola a los Corintios (3:14), Pablo, al tratar de señalar cómo las antiguas ministraciones de la letra habían sido sobrepasadas por las nuevas fuerzas libertadoras del espíritu del Señor, dijo acerca de algunos israelitas: “Pero sus entendimientos quedaron embotados; porque hasta el día de hoy, cuando se les lee el Antiguo Testamento, el mismo velo permanece sin ser alzado; el cual velo es quitado en Cristo.” El claro discernimiento espiritual de Pablo le capacitó para ver que el velo de los tal llamados sentidos materiales reclama esconder u obscurecer la idea espiritual; mas el velo es quitado en Cristo. Y así lo será para nosotros también. No importa qué cosa fuese lo que reclama el error; el Cristo, o la idea divina verdadera siempre presente, está justo a la mano, en la forma de la idea salvadora, o el Salvador.
Al error debe manejársele; es decir, su nulidad debe ser reconocida y cuando se haya hecho esto, la idea divina justa se hallará allí mismo, irradiando la perfección en toda su gloria. Pero vemos que no reducimos el error a la nada arguyendo con él como si fuera una realidad. No podemos llegar al fondo de algo que no se halla basado sobre la Verdad. Podemos sin embargo trabajar desde la premisa de la Verdad. Podemos aferramos a la Verdad y a la relación del hombre con la Verdad. Puede que no siempre se alcance en un momento la cima de la realización de la Verdad. Pero ya fuere lenta o rápida, si con corazones puros nosotros seguimos manteniéndonos firmes al hecho de que la idea del Cristo está presente y que nada puede obscurecer u ocultar de nosotros su presencia, veremos disiparse la niebla del sentido mortal y la gloriosa luz del Cristo siempre presente nos será revelada.
