El joven estudioso alerta de la Christian Science reconoce la importancia de volverse a la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, para que le guíen en su búsqueda de su lugar y trabajo apropiados.
Los tan amados relatos de la Biblia acerca de jóvenes de mentes espirituales del pasado revelan que sus prósperas carreras se basaban en el amor desinteresado. Las Escrituras muestran que estos jóvenes no buscaban la gloria personal ni trataban de obtener la riqueza y el poder materiales. Aunque a veces se veían acosados por pruebas y tentaciones tanto interiores como exteriores, no cedieron ante las amenazas o las promesas del error. No se dejaron influenciar por los impulsos licenciosos de la mente carnal. Ni se vieron sugestionados por sus dudas y temores. En vez se aferraron con constancia a su más elevada comprensión de Dios, el bien, apoyándose implícitamente en Su poder y complacencia de liberarlos del mal. Sus consagrados esfuerzos fueron coronados por el éxito verdadero. Cada uno halló el lugar justo donde mejor podía glorificar a Dios y servir a su prójimo.
Las palabras de Cristo Jesús sirven de guía (Lucas 12:29, 31): “Así que no andéis buscando qué hayáis de comer, o qué hayáis de beber, ni seáis de ánimo dudoso. ... Antes bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y estas cosas os serán dadas por añadidura.” Mrs. Eddy reafirma el afectuoso consejo del Maestro en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” donde dice (pág. 560): “El gran milagro para el sentido humano es el Amor divino, y la gran necesidad de la existencia es obtener la verdadera idea de lo que constituye el reino de los cielos en el hombre.”
La Christian Science revela el reino de Dios, o el reino de los cielos, como un estado de consciencia divinamente armonioso en el cual Dios, el bien, reina supremo. Este estado perfecto del ser es enteramente mental, como lo indicó Jesús cuando dijo (Lucas 17:21): “El reino de Dios dentro de vosotros está.” De aquí que el primer paso que el estudioso debe dar en su búsqueda de la ocupación que le sea agradable y le satisfaga debe ser el de examinar su pensamiento para percibir si su ambición es la de adquirir comprensión de la gran bondad de Dios, o si es sólo para obtener la falsificación material — las cosas de este mundo.
¿Piensa algún joven estudioso que las condiciones actuales son tan diferentes a las de antaño que hacen aparecer hoy de poco valor las experiencias de los jóvenes relatadas en la Biblia? ¿Cómo podría la respuesta a esta pregunta ser Sí, ya que el cuidado afectuoso de Dios para Sus hijos no se ve limitado a un cierto tiempo o lugar? Este cuidado afectuoso está, siempre lo ha estado y por siempre lo estará, a la mano para todos.
El relato siguiente puede servir como ilustración: Una joven estudiosa de la Christian Science eligió el baile como su vocación. Al principio de su carrera se la escogió como primera bailarina de una conocida revista teatral. Todo se desarrollaba bien hasta que fué llamada a ensayar un cuadro final nuevo. Halló para gran consternación suya que éste número nuevo era contrario a sus ideales. Después de meditar considerablemente, decidió que no tomaría parte en él pues esto rebajaría su norma del bien.
La estudiosa resolvió hablar con el empresario y le informó acerca de su decisión. Este le respondió que ella tendría que aparecer en el cuadro final o dejar la compañía, y le advirtió que sería muy perjudicial para su carrera futura si fuera despedida de la compañía durante el período de ensayos. Ella respondió que no podría cumplir con su demanda, pero que permanecería hasta que fuera contratada alguna persona que la reemplazara. Bien pronto fué vencido el temor cuando percibió que, en realidad, como idea de Dios ella estaba siempre en el lugar y la posición que su afectuoso Padre celestial le tenía preparado; por lo tanto el error no podía colocarla fuera de su justo lugar o desplazarla.
Aparentemente no se hizo ningún esfuerzo por reemplazarla, y cuando llegó la fecha de la primera función del cuadro final nuevo, le fué traído su traje. El error insistentemente argüía que ella debía aparecer en el número, pues ya era demasiado tarde para efectuar cualquier cambio; pero su confianza en la supremacía del bien sobre el mal no le falló. Se aferró a la verdad de que no es nunca demasiado tarde para que sea hecha la voluntad de Dios, y su absoluta y positiva confianza en la gran bondad de Dios fué ricamente recompensada.
Poco antes de que se hiciera el llamado para el cuadro final, la estudiosa recibió la grata noticia que ella no precisaba aparecer en él. Se regocijó por el hecho que se le había dado el coraje de probar, en cierta medida, la verdad eterna que, tanto ahora como antiguamente, el obedecer gustosamente la voluntad de Dios trae la liberación segura del mal. La demostración fué tan completa que el incidente no fué en adelante mencionado jamás, y su trabajo en la revista tuvo gran éxito.
Bueno es que el estudioso se halle alerta a la sugestión de la mente mortal de que es más fácil para aquellos que tienen dinero, posición social o amigos influyentes encontrar una ocupación agradable que satisfaga que para aquellos que carecen de estas ventajas materiales. Este argumento desalentador es falso. Un trabajo fructífero que proporciona satisfacción jamás surge de una fuente material. En todo orden de esfera social es menester sólo una cosa para hallar el lugar que Dios tiene preparado para aquellos que Le aman y Le obedecen, y es el ser buenos; en otras palabras, el comprender y demostrar la idea espiritual del ser como se enseña en la Ciencia del bien.
Cristo Jesús enseñó y practicó esta Ciencia. Tal como Mrs. Eddy lo señala en la página 166 de Miscellaneous Writings (Escritos Diversos): “Esta idea espiritual, o sea el Cristo, entraba en las minuciosidades de la vida personal de Jesús. Hizo de él un hombre honrado, un buen carpintero y un hombre bueno, antes de hacerlo el glorificado.” Jesús fué el más grande de los hombres y el de más éxito que jamás haya existido en razón de que era el hombre más bueno que existió. Su grandeza fué el resultado de su transcendental bondad, como la expresó en su desinteresado amor por Dios y sus semejantes.
No podemos hallar y seguir camino mejor en la búsqueda del trabajo que nos ha dado Dios que aquel en el cual caminaba nuestro afectuoso Maestro. Las enseñanzas de nuestra inspirada Guía, Mary Baker Eddy, que tan fielmente siguió en los pasos de Jesús, son explícitas respecto a esto. Ella dice (ibíd., pág. 270): “Mantenerse fiel a sus preceptos y practicarlos es el único pasaporte hacia su poder; y la senda de la bondad y de la grandeza se manifiesta en los modos y los métodos de Dios.”
Recordemos que ningún elemento de materialidad puede jamás introducirse en “los modos y los métodos de Dios.” Dios es bueno, y la bondad es una recompensa segura para aquellos que aman a Dios, el bien, y que se esfuerzan persistentemente por comprender y demostrar la Ciencia del bien.