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Cuando por primera vez me interesé por la...

Del número de abril de 1958 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando por primera vez me interesé por la Christian Science me hallaba sufriendo de una afección a un ojo. Una partícula de polvo se me había entrado en un ojo, ultimando en una infección. Esto me dejó tan temeroso del polvo que cada vez que se me entraba en el ojo iba al oculista para que me lo extrajera. Lo visitaba tres veces a la semana.

Fué entonces que comencé a asistir a los servicios que oficiaba una agrupación de Científicos Cristianos, pidiendo prestado el libro “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. Más tarde empecé a estudiar las Lecciones-Sermones en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science. Mis visitas al oculista se hicieron más infrecuentes, hasta que una noche ni tan siquiera fui para que me extrajera el polvo. La molestia que sentí en aquella ocasión era muy fastidiosa, mas después que hube leído la lección, el ojo me lloró profusamente con lo cual la partícula de polvo fué expelida.

Esta experiencia acabó con la necesidad de visitar al oculista y aumentó enormemente mi interés por la Ciencia. Me convertí en miembro de La Iglesia Madre y más tarde en Primer Lector de esa agrupación de Científicos Cristianos.

Antes de cumplir los doce años me había fracturado la nariz tres veces sin que jamás hubieran sido encajados los huesos debidamente. Tenía la ventana de la nariz del lado izquierdo obstruida, y no respiraba en absoluto por la nariz. Además tenía el labio superior muy corto, y mis dientes de adelante no se juntaban. En cierta ocasión mientras preparaba las selecciones para el servicio de testimonios del miércoles me puse a estudiar los sinónimos que Mrs. Eddy da de Dios. Un día mientras verificaba el tiempo que se empleaba para cierta operación en la planta en que trabajaba, el labio superior se me alargó y la ventana de la nariz quedó libre de modo que podía respirar por ella sin dificultad.

Aproximadamente diez días más tarde la mandíbula inferior se movió hacia adelante, y por la primera vez en mi vida mis dientes se juntaron normalmente. Cuando le escribí a un antiguo miembro de nuestro grupo acerca de mi curación, ella me respondió mencionándome la siguiente citación de Santiago (1:17): “Toda buena dádiva y todo don perfecto de arriba es, descendiendo del Padre de las luces, de parte de quien no puede haber variación, ni sombra de mudanza.”

Durante treinta años había usado lentes. Después de recibir la curación de la nariz, mi vista comenzó a mejorar de día en día. Leía todo lo que se relacionaba con los ojos, recibiendo gran ayuda de una declaración que hallé en un Christian Science Sentinel que decía que la vista es espiritual. Me aferré a este pensamiento, y a las pocas semanas mi vista se hallaba tan mejorada que me permitía leer casi todo sin la ayuda de lentes excepto el tipo pequeño empleado en las Concordancias de la Biblia y las obras de Mrs. Eddy. Percibí entonces que necesitaba más comprensión, así es que continué con mi estudio. Para el servicio del miércoles antes de Navidad escogí a “Cristo” como tema de mis selecciones. Cuando abrí la concordancia de la Biblia las palabras y los números aparecían perfectamente claros. Había sido sanado.

Mi gratitud por estas curaciones es infinita. Estoy sumamente agradecido por ser miembro de La Iglesia Madre; agradezco también mucho a Mrs. Eddy por habernos dado Ciencia y Salud, el libro de texto de esta maravillosa Ciencia del Cristianismo. —

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