Muchas grandes empresas comerciales e industriales han establecido sus relaciones entre los empleados y la gerencia sobre los cimientos permanentes de buena voluntad y respeto mutuo. Otras han fracasado miserablemente. ¿Porqué? ¿Qué es lo que hace a un empleado feliz en su trabajo? ¿Cómo puede un jefe dirigir a sus empleados más edificativamente? Ciertamente que reconocer la dignidad e integridad del hombre es factor capital. Los peritos en relaciones entre el trabajo y la gerencia se han esforzado diligentemente por inculcar y fijar estos conceptos. Y es seguro que se ha de progresar mucho más en ese sentido a medida que se comprenda mejor el estado espiritual del hombre como idea de Dios. Eso ha de venir mediante el reconocimiento del hombre creado por Dios conforme lo describe el Salmo 8: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, que lo visites? Pues le has hecho poco menor que los ángeles, y coronástelo de gloria y de lustre. Hicístelo enseñorear [se] de las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies.”
Esta declaración sencilla de la dignidad del hombre, coronado como está de gloria y honor, y dotado de dominio, merece tomarse en cuenta como preámbulo de las relaciones edificativas entre el trabajo y la gerencia. Es un reconocimiento de la integridad, cordura, y entereza del hombre como hijo de Dios.
“Oh, sí,” dice un perito práctico en este campo de la controversia, “pero de qué sirven estos conceptos espirituales tratándose de disputas profanas, groseras y tumultuosas respecto a jornales y condiciones bajo las que han de trabajar? ¿Cómo apelar a la Biblia mostrándola en un cuarto de conferencias ahumado por los que fuman?“
Hoy da respuesta a tal pregunta la Christian Science. Hoy muchos estudiantes de esta religión ocupan puestos importantes entre los trabajadores y administración o gerencia. En incontables casos de su experiencia individual ellos han probado que la clave de las normas sanas entre obreros o empleados y la gerencia está en comprender la dignidad e integridad del hombre espiritual, el hombre creado por Dios.
Para resolver cualquier problema de esa índole el Científico Cristiano pone en práctica las palabras de Cristo Jesús (Juan 8:32): “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Conocer la verdad acerca de cualquier circunstancia humana por confusa y debatible que sea, es comprender que la ley de Dios que es la ley de la armonía universal reina en todo, sobre todo, y siempre está en acción. Saber esta gran verdad del ser es librarse del temor, de la indecisión y de la confusión. Conocer y utilizar esta verdad es quedar libre, paso a paso, de toda creencia de la mente mortal respecto a la dominación, la tiranía, cautiverio, esclavitud o despotismo en cualquier forma que aparezcan.
Conocer la verdad es orar, entender y probar que Dios es el único poder. Es demostrar en obras diarias que la potencia de Dios se halla asequible aquí y ahora para establecer el dominio que posee el hombre, es poner todas las cosas bajo sus pies.
Mary Baker Eddy señala esta verdad fundamental y simple en su Message to The Mother Church for 1901 (Mensaje a La Iglesia Madre correspondiente al año de 1901, pág. 9): “La Christian Science muestra claramente que Dios es el único poder que genera o regenera.” Y luego, en la misma página, indica lo que sucede cuando se aplica esa verdad espiritual a los problemas humanos: “El Espíritu Santo toma de las cosas de Dios y las muestra a la criatura; y siendo espirituales estas cosas, perturban lo carnal y lo destruyen; son revolucionarias, reformadoras, y — hoy, como antaño — echan fuera los males y curan a los enfermos.”
¿Cómo, exactamente, se lleva a cabo esa labor en el ambiente de tirantez que prevalece en las disputas entre el trabajo y la gerencia? ¿Cómo emplea en el cuarto de conferencias su comprensión de que Dios es el único poder generador el estudiante de la Christian Science, sea de parte del trabajo o del de la gerencia? Ciertamente que no tratando de imponer sus conceptos espirituales a los demás. No pronunciando frases bíblicas ni repitiendo declaraciones metafísicas a los que no las entenderían.
La actitud de Cristo Jesús en cuanto a ese proceder se muestra en su advertencia a los escribas y fariseos cuando les dijo (Mateo 23:25, 26): “Limpiáis lo exterior de la copa y del plato, mientras que por dentro están llenos de rapacidad y exceso. ¡Fariseo ciego! limpia primero lo interior de la copa y del plato, para que su exterior también se haga limpio.” La limpieza de lo que está en el interior de la copa y del plato no se consigue con coerción o regimentación. No puede forzarse. Tiene que venir despertando la consciencia individual a la perfección de Dios y a la dignidad del hombre como imagen de Dios.
Cuando ocurre ese despertar, enaltece y regenera y beneficia a todos los que tienen parte en él. Infunde en los trabajadores más orgullo en el desempeño de su trabajo, les trae mejores jornales y condiciones de empleo y una dignidad en el desempeño de su servicio que los métodos puramente humanos no logran conseguir.
Inculca en la gerencia mejores conceptos de su servicio al público, ganancias más estables, mercados más extensos, y los hace percatarse de que no tienen límite ni los recursos ni su capacidad para obtener éxito en escala ascendente.
Valga un ejemplo específico de la eficacia de esta religión para resolver los problemas de las relaciones entre el trabajo y la gerencia a fin de mostrar lo que puede ocurrir cuando entra en acción la práctica de la Christian Science. El caos y la confusión predominaban en cierta oficina de una gran empresa. Los empleados trabajaban con semanas de atraso en el desempeño de lo que se les encomendaba. Los obreros de la fábrica desconfiaban de sus capataces, que a su vez en poco respetaban a sus obreros. Reinaban la inquietud y el descontento y un fuerte o frecuente cambio de empleados y obreros.
Apremiado por esa crisis y caos, el dirigente encargado de la administración de la empresa solicitó la ayuda de un practicista de la Christian Science. Lo que primero descubrió este dirigente al aplicar la Ciencia antedicha fué que estaba trabajando sobre la falsa base de los planes de la mente mortal y de la manipulación humana. Había venido laborando bajo la impresión engañosa de su propia habilidad personal que pretendía bastarse a sí misma, o sea su propia competencia humana — en vez de buscar la ayuda de la fuente de toda inteligencia, que es Dios.
Aplicando la Christian Science, el dirigente invirtió completamente el testimonio de los sentidos materiales. Reconoció que la ley perfecta y armoniosa del Principio que es Dios gobierna toda realidad. En vez de mirar al hombre como criatura miserable de la mente carnal, lo contempló como la idea de Dios, gobernado por la Mente e investido de integridad y dignidad espirituales.
A medida que se esforzaba por contemplar al hombre perfecto, creado por Dios, no por la mente mortal sujeta a error, cambiaba la actitud de sus empleados. Los infelices e ineficaces trabajadores hallaban en su trabajo un gozo no sentido antes, desempeñando mejor lo que hacían. De manera admirable los complicados problemas se resolvieron y desaparecieron. La prisa y premura en el trabajo disminuyeron. Bajo el ímpetu de la dignidad y orgullo que ahora hallaban en su servicio y en el desempeño de su trabajo los empleados se pusieron al día en sus tareas. El cambio de trabajadores se redujo a un mínimo. Y en la oficina el caos y la confusión quedaron reemplazados por una armonía en todas las actividades del trabajo. Sólo de un modo se podía explicar semejante cambio tan revolucionariamente radical en el pensar y obrar que ahora imperaban. Era el resultado del funcionamiento de la Christian Science. El efecto de la comprensión de que Dios es Todo y perfecto y de la armonía e integridad del hombre real que es Su expresión.
Dijo Mrs. Eddy en un discurso pronunciado un cuatro de julio (Miscellaneous Writings, pág. 251): “Hoy conmemoramos no solamente la libertad civil y religiosa de nuestra nación, sino también una libertad mayor aún, la libertad de los hijos de Dios, los derechos inalienables y la radiante realidad del Cristianismo, respecto a lo cual dijo Cristo Jesús: ‘Las obras que yo hago, él las hará también.’ ” Y agrega en el párrafo siguiente: “¡Pensad en esta herencia! El cielo aquí mismo, donde los ángeles son como hombres vestidos más luminosamente, y los hombres como ángeles, los que, agobiados por una hora, surgen ya libres, y lo bueno que quieren hacer, eso hacen, y lo malo que no quieren hacer, no lo hacen.”
