Una de las lecciones más profundas que hallamos en la Biblia es aquella que nos enseña que nuestra única defensa contra el mal depende de un corazón puro e inocente. David cantó así (Salmo 7:10): “Mi defensa es de Dios, que salva a los rectos de corazón.” La experiencia de Daniel en la cueva de los leones ilustra la inmunidad que uno adquiere mediante la inocencia. A Darío, el rey, Daniel dijo (Daniel 6:22): “Mi Dios ha enviado su ángel, y ha cerrado la boca de los leones, de modo que no me han hecho mal alguno; por lo mismo que delante de él la inocencia fué hallada en mí.”
La Christian Science interpreta la enseñanza bíblica científicamente, demostrando que el error debe hallar algo en su víctima de lo cual depredarla y que la inocencia y la pureza son en sí mismas una defensa segura contra el mal. Mary Baker Eddy no sólo descubrió la realidad del bien, que comprende la totalidad de Dios y la perfección del hombre como Su imagen, pero además expuso las formas del mal que reclaman calumniar el designio de Dios del bien y operar destructivamente. Mrs. Eddy dió al mal el nombre específico de magnetismo animal porque halló que el mal es de naturaleza animal y de acción magnética; pero al mismo tiempo se aferró persistentemente al hecho que el mal es una mentira, una negación, una suposición.
En la página 583 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mrs. Eddy define así a “Dan (hijo de Jacob),” un símbolo bíblico del mal, con las siguientes palabras: “El magnetismo animal; la llamada mente mortal, dominando la mente mortal; el error, llevando a cabo los designios del error; una creencia depredando a otra.” En esta definición uno halla una explicación de los métodos del mal y al mismo tiempo una insinuación de que nuestra verdadera defensa reside en no proveer al mal con absolutamente nada de lo cual el error pueda depredar a su víctima.
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