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Nada que pueda ser depredado

Del número de julio de 1958 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las lecciones más profundas que hallamos en la Biblia es aquella que nos enseña que nuestra única defensa contra el mal depende de un corazón puro e inocente. David cantó así (Salmo 7:10): “Mi defensa es de Dios, que salva a los rectos de corazón.” La experiencia de Daniel en la cueva de los leones ilustra la inmunidad que uno adquiere mediante la inocencia. A Darío, el rey, Daniel dijo (Daniel 6:22): “Mi Dios ha enviado su ángel, y ha cerrado la boca de los leones, de modo que no me han hecho mal alguno; por lo mismo que delante de él la inocencia fué hallada en mí.”

La Christian Science interpreta la enseñanza bíblica científicamente, demostrando que el error debe hallar algo en su víctima de lo cual depredarla y que la inocencia y la pureza son en sí mismas una defensa segura contra el mal. Mary Baker Eddy no sólo descubrió la realidad del bien, que comprende la totalidad de Dios y la perfección del hombre como Su imagen, pero además expuso las formas del mal que reclaman calumniar el designio de Dios del bien y operar destructivamente. Mrs. Eddy dió al mal el nombre específico de magnetismo animal porque halló que el mal es de naturaleza animal y de acción magnética; pero al mismo tiempo se aferró persistentemente al hecho que el mal es una mentira, una negación, una suposición.

En la página 583 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mrs. Eddy define así a “Dan (hijo de Jacob),” un símbolo bíblico del mal, con las siguientes palabras: “El magnetismo animal; la llamada mente mortal, dominando la mente mortal; el error, llevando a cabo los designios del error; una creencia depredando a otra.” En esta definición uno halla una explicación de los métodos del mal y al mismo tiempo una insinuación de que nuestra verdadera defensa reside en no proveer al mal con absolutamente nada de lo cual el error pueda depredar a su víctima.

La obscuridad no puede atacar a la luz; una negación no puede tergiversar la verdad; la irrealidad no puede destruir la realidad. Cuando nuestro pensamiento es purificado por la comprensión que la vida y la inteligencia están en el Espíritu y no en la materia y que el mal es irreal, nos hallamos bien defendidos contra los designios del error. Aquel que trata de dañar a otro mediante la mala práctica mental, halla que es impotente para perjudicar aquel pensamiento inocente que ha construido tan potente defensa. Obtenemos una protección permanente cuando hacemos abandono de toda creencia en el mal y la materia. En Miscellaneous Writings (Escritos Diversos) Mrs. Eddy dice (pág. 156): “Es el materialismo a través del cual depreda el hipnotizador animal, y a su vez se convierte en una presa. La espiritualidad es la base de todo pensamiento y voluntad verdaderos.”

Aquel que se considera la víctima de los pensamientos de los demás debería darse cuenta que hay algo en sí mismo que debe ser destruido. Bien puede que ese algo sea el temor. A lo mejor es el resentimiento. Alguna cualidad animal que persiste, ya sea consciente o inconscientemente, que derriba nuestra defensa y nos hace menos “rectos de corazón” y en consecuencia las víctimas de los designios del mal.

Cuando Cristo Jesús fué tentado en el desierto él destruyó en su propia consciencia las tres creencias básicas instintivas a las cuales es heredera la carne, a saber, las creencias que la vida, la substancia y la inteligencia residen en la materia. Al hacerlo, él espiritualizó su propio pensamiento y destruyó tan a fondo los errores humanos heredados que se vió completa y permanentemente protegido en su subsiguiente conflicto con la mente mortal. En él no había impureza sobre la cual podía depredar el hipnotizador animal. La experiencia del Maestro en el desierto fué profundamente científica. El se hallaba probando la verdad del mensaje que justo en ese momento había recibido a través de una voz del cielo (Mateo 3:17): “Este es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia.”

La Christian Science es la voz de la Verdad que dice al corazón receptivo en esta era que el hombre es el hijo bienamado de Dios, el reflejo del Espíritu, inseparable de su origen y protegido por siempre en un estado de inocencia y paz. El trabajo del Científico Cristiano es afirmar su entidad espiritual y vivir una vida de amor y veracidad, y así delinear el modelo de su herencia divina. El sabe que el hipnotizador animal es el error impersonal, ya esté actuando individualmente, con el propósito de dañar o colectiva e ignorantemente como una creencia general. En cualquiera de los casos el error no tiene identidad y simplemente representa una supuesta fuerza ciega que no puede imponerse de por sí misma si se comprende al bien como proveniente de Dios y como omnipotente.

El error es depredador por naturaleza, pero cuando no halla de que alimentarse, retira su pretensión de destruir. Aquellos que aparentaban ser el blanco de las depredaciones malignas y sensuales se han visto libres al momento que se han esforzado de modo que no hubiera en su propio pensamiento nada malo o sensual que pudiera atraer al error. Aquellos que aparentaban estar sufriendo del odio de los mortales han mantenido su paz de ánimo imperturbable y neutralizado los efectos malignos cuando han estado seguros que ellos no estaban expresando malicia a la cual podía ser atraído el odio. En vez de culpar a los demás, deberíamos buscar nuestra defensa en nosotros mismos; la hallaremos en nuestra propia estatura moral y espiritual. Aquellos que han sentido la influencia del temor tan prevalente en un mundo que escandalosamente anuncia las enfermedades, han sido protegidos del contagio mental cuando han percibido que el hombre, el reflejo del Amor, no está consciente del temor y que no existe nada que pueda intimidarlo; puesto que vive en el Amor, y el Amor lo es Todo.

El Mostrador del camino probó enteramente la seguridad de que goza aquel que no da al error la oportunidad de depredar. Aquel que enseñó que el reino de Dios está dentro del hombre sabía que su inmunidad estaba en la impecabilidad, y él demostró las verdades que enseñó en la entera manifestación del poder de Dios de apoyar y proteger Su propio reflejo. Después de citar la declaración del Maestro que el reino de Dios dentro de nosotros está, Mrs. Eddy dice (Pulpit and Press, pág. 3): “Sabed pues, que poseéis soberano poder de pensar y actuar correctamente, y que nada puede privaros de esta herencia o violar la ley del Amor. Si mantenéis esta actitud, ¿quién o qué puede induciros a pecar o haceros sufrir?”

En la Christian Science la protección no es ya un asunto de suerte; es un hecho científico, el estado perpétuo del hombre verdadero, que es demostrable por aquellos que se hallan prontos a pagar el precio de la inocencia. Si deseamos manifestar la inalterabilidad de la filiación de los hijos de Dios, vivamos la verdad de la pureza inviolable del hombre.

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