Durante siglos la cruz ha sido designada como el símbolo de la iglesia cristiana. En su definición del substantivo “cruz” uno de los mejores diccionarios ingleses se refiere a ella como “el símbolo de la muerte de Cristo, y así del cumplimiento de su misión redentora.” Jesús evidentemente no contemplaba la cruz en ese sentido, pues mediante el Cristo él puso la corona de victoria espiritual sobre ella cuando resucitó su cuerpo de la tumba. Completó su misión redentora cuando su pensamiento se inmaterializó — espiritualizándose totalmente — y entonces ascendió por encima de la percepción de sus discípulos.
La cristiandad considera a Cristo Jesús como el hombre “despreciado y desechado de los hombres,” en las palabras de Isaías (53:3). No obstante el mundo no ha conocido jamás una vida de triunfo tan completo sobre la adversidad y la limitación, sobre la enfermedad y la discordia, sobre el pecado y la aflicción tal como la del Maestro del Cristianismo. En cierta ocasión cuando estaba en una sinagoga Cristo Jesús seleccionó y leyó del libro de Isaías palabras que dijo se referían a él y a su misión (Lucas 4:18, 19): “El Espíritu del Señor está sobre mí; por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y a los ciegos recobro de la vista; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de la buena voluntad del Señor.” No son lágrimas lo que esto indica pero mas bien el triunfo.
Cuando Dios le reveló a Mary Baker Eddy la Ciencia del Cristianismo, ella vió que las experiencias de Cristo Jesús durante sus tres años de ministerio, enseñanza y demostración fueron una serie de negaciones y anulamientos del mal en todas sus formas y fases, una sucesión de triunfos sobre la enfermedad y la muerte. Percibió que estas victorias se debían al hecho espiritual que Dios, el bien, la Verdad y el Amor divinos, es la única causa y creador, el único poder que crea y gobierna por la ley, por consiguiente todo aquello que es desemejante a Dios y Su armonía y perfección en las experiencias humanas provienen de Satanás, el mentiroso, y es una falsedad, tal como lo vió y demostró Cristo Jesús. Este conocimiento guió a Mrs. Eddy a percibir la razón por la cual el Maestro prometió que aquellos que creen en él, que comprenden sus enseñanzas y las obedecen, llevarán a cabo las mismas obras que confirmaron sus palabras.
Es muy significativo ver que cuando Mrs. Eddy escogió la cruz y la corona como el emblema para sus obras y para ciertos periódicos de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., ella ordenó que este emblema fuera colocado en el centro de dos círculos concéntricos en medio de los cuales se halla escrito en inglés el pertinente mandato de Cristo Jesús: “Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios.” Este emblema indica que la corona de la victoria espiritual debe ser puesta sobre la cruz de la adversidad. En nuestras experiencias humanas, en nuestro camino de lo carnal al Alma, todos tenemos muchas cruces que llevar, muchas crucifixiones de planes y deseos personales, todo debido a que nos aferramos a la voluntad humana en vez de ceder humilde y gozosamente a la buena voluntad de Dios o la voluntad del bien.
El hecho que Cristo Jesús puso la corona de la victoria espiritual sobre cada cruz del pecado y la enfermedad, la injusticia, la incapacidad, la discordia y la muerte que se le presentaron a él, además del hecho vital que él es nuestro Mostrador del camino en todo sentido, ciertamente indica la senda del empeño cristiano para cada uno de nosotros. Todos los días y en todo pongamos la corona del gozo y de la victoria sobre cada cruz o tentación que nos asalta. La Mente divina mora en nosotros, capacitándonos para hacer frente con gozo y confiadamente a cada cruz o prueba que se nos presenta en nuestras experiencias diarias, percibiendo que el Cristo posee la corona del triunfo espiritual para cada cruz.
La Christian Science expone claramente el hecho que el único modo de vernos libres de las tentaciones y las cruces que nos asaltan es colocando la corona de victoria espiritual sobre cada una de ellas. Cristo Jesús dijo que si deseamos seguirle, si anhelamos compartir del gozo y de la gloria de su triunfo sobre el mal y las creencias materiales, debemos negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz. Debemos negar el sentido falso y material del yo propio, y aferramos a la Verdad, expresando firmemente las cualidades espirituales que constituyen nuestro verdadero ser. Esta experiencia puede que aparezca como una pesada cruz hasta que aprendemos que no implica el sacrificar absolutamente nada de lo que es verdaderamente deseable o satisfaciente. Esta comprensión ayuda a poner la corona de la victoria sobre cada cruz.
Un gran número de nuestras cruces — nuestras pruebas y tribulaciones — se debe a lo que se denominan las inclinaciones naturales, las creencias prenatales y las tendencias del temperamento o disposición de carácter y hábitos. Todos estos errores son meramente fases de la creencia del mundo en una entidad en y de la materia, que está aparte de Dios. Tal como Mrs. Eddy especifica en el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 262): “La base de la discordancia mortal es un concepto equivocado acerca del origen del hombre. El empezar bien significa acabar bien. Todo concepto que parezca empezar con el cerebro, empieza erróneamente. La Mente divina es la única causa o Principio de la existencia. No hay causa en la materia, en la mente mortal, ni en los cuerpos físicos.”
Ya que la base de toda discordia mortal, el fundamento de todos nuestros problemas y cruces es “un concepto equivocado acerca del origen del hombre”, la conclusión natural es que el verdadero sentido del origen del hombre, es la base de la armonía inmortal e inmutable. El conocimiento que Cristo Jesús poseía de Dios como el único Padre, el único Creador y gobernador del hombre y el universo, fué lo que le capacitó para percibir que toda creencia en la materia y el mal como substancial, inteligente y causante, era falsa e impotente en razón de que constituía una negación de Dios, el Espirítu.
El sentido espiritual del Maestro le capacitó para obedecer comprensivamente la palabra de Dios proclamada por Isaías (45:22): “¡Mirad hacia mí y sed salvos, todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay otro alguno!” Así fué como Cristo Jesús puso una corona de regocijo y de victoria sobre cada cruz, sobre cada negación que se le presentaba de la omnipotencia y la omnipresencia de Dios, el bien.
Se nos dice que Jesús fué “tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado” (Hebreos 4:15). Esto significa que cualquier y todo argumento y seducción erróneos, toda fase de creencia material de temor, limitación, que produce discordias que se nos presentara, fué enfrentada y dominada por Cristo Jesús, quien probó su irrealidad. Porque él sabía que Dios, la única Mente perfecta, el Amor divino es la fuente y el que suple todos nuestros pensamientos verdaderos, el Maestro reconoció y clasificó como una tentación satánica cualquier pensamiento del mal, del temor, del pecado, de la enfermedad o de la muerte.
Tales pensamientos se le presentaron a Jesús, como si fuesen sus propios pensamientos, al igual que se nos presentan a nosotros. Pero los conocimientos y la vigilancia espirituales de Cristo Jesús le habilitaron para reconocer instantáneamente la falsa y en consecuencia impotente naturaleza de estas sugestiones. Retó y refutó cada argumento erróneo con la verdad acerca de Dios y Su creación perfecta. Esta refutación puso una corona de victoria sobre cada cruz.
“Este entendimiento del poder que posee el hombre cuando está armado por Dios ha desaparecido desgraciadamente de la historia cristiana,” escribe Mrs. Eddy en la página 328 de Ciencia y Salud. Y continúa diciendo: “Entendiendo la ley espiritual y sabiendo que no hay ley material, Jesús dijo: ‘Estas señales acompañarán a los que creyeren: ... Alzarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán las manos, y sanarán.’ ” Estas palabras nos muestran que la promesa del Maestro es perpétua. De esta manera nos vemos asegurados que a cada sincero y comprensivo seguidor de Cristo Jesús le es posible probar la presencia y el poder del Amor divino y así poner una corona de regocijo y de victoria espiritual sobre cada cruz.