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Ayudando a prevenir los desastres naturales

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Existe alguna respuesta para el problema que se presenta periódicamente y que llamamos desastres naturales? Sí. Según la Ciencia de la Vida nada es, en realidad, más contranatural que esos fenómenos. Estas fuerzas destructoras de grandes proporciones como el fuego, las inundaciones, los terremotos, las plagas, las sequías, el hambre, hallan una respuesta en la absoluta comprensión de que estos desastres no ocurren en la creación de Dios, que es totalmente espiritual. Mediante la Ciencia Cristiana podemos obtener la comprensión científicamente espiritual de Dios y Su manifestación que ayuda a prevenir las catástrofes “naturales”.

Puede que preguntemos: ¿No están todas las cosas materiales, incluso las que son hermosas y útiles, expuestas a ser destruidas por fuerzas naturales? ¿No significa esto que podemos hacer muy poco para neutralizar estos desastres?

Para hallar soluciones es de primordial importancia adquirir una comprensión más metafísica del mundo que nos rodea. Para clarificar este tema, la Sra. Eddy explica: “Aun el concepto humano de la hermosura, grandiosidad y utilidad es algo que no admite desprecio. Es más que imaginación. Es lo que más se aproxima a la hermosura divina y a la grandeza del Espíritu. Convive con nuestra vida terrenal, y es el estado subjetivo de los pensamientos elevados”.Miscellaneous Writings, pág. 86;

El siempre activo Cristo eleva los pensamientos y los mantiene elevados, y los pensamientos elevados son infinitamente más naturales que las creencias en posibles desastres. La belleza y utilidad que vemos en nuestro mundo y sus objetos son estados subjetivos de estos pensamientos. Aquí encontramos una clave imprescindible para ayudar a prevenir los desastres: tenemos que alcanzar niveles más altos de pensamiento, abandonando un sentido meramente físico de lo que vemos a nuestro alrededor. Entonces vemos más claramente la realidad de las cosas en el mundo que nos rodea. El cristianismo científico nos muestra cómo lograrlo y cómo empezar a demostrar a nuestro mundo inmediato la perfección imperturbable de la creación de Dios.

Como el Salmista, podemos reconocer que: “Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste”. Salmo 89:11; La consciencia espiritual reconoce que lo que Dios ha fundado es indestructible. El mundo tridimensional que perciben los sentidos personales y que acompaña los desastres, no es el universo de la Mente, el Espíritu. La consciencia espiritual, por su naturaleza misma, nunca da crédito a la supuesta verosimilitud de los argumentos de los sentidos que sostienen que el hombre y su ambiente son materiales y están sujetos al desastre en cualquier momento. A medida que progresivamente aceptamos la consciencia divina como la nuestra, mantenemos el nivel de pensamiento que se expresa a sí mismo en la belleza y permanencia de nuestro mundo aparentemente físico. Así nos apartamos de la tentación de admitir la vulnerabilidad y destructibilidad de nuestro hogar, ciudad, campo o granja.

Y cuanto más elevado mantenemos nuestro pensamiento, menos susceptibles estarán nuestras cosechas y nuestro ganado a las plagas y las sequías, y menos expuestas nuestras ciudades a inundaciones y terremotos. Cuanto más divinamente científica sea nuestra perspectiva, menos expuestos a incendios estarán nuestros hogares e industrias.

La espiritualidad de pensamiento nos mueve a razonar partiendo del Espíritu y su totalidad, no de la materia y sus pretensiones. El sentido material puede estar insistiendo en la posibilidad de que se produzca un terremoto debido a fracturas de la corteza terrestre. Pero, ¿puede, acaso, haber un pequeñísimo rincón en la creación de Dios que esté peligrosamente fracturado? No.

¿Incluyen los ciclos del bien de la Mente divina amenazas de temporadas de huracanes? No.

Del mismo modo, el pensamiento espiritualmente elevado no se concentra en la probabilidad de una plaga de insectos nocivos o plantas enfermas debido a ciertas condiciones climatéricas, sino que reconoce que el desarrollo de las ideas de la Mente está impulsado, alimentado, y protegido por la Mente.

Nuestra aceptación de este desafío, para así poder ayudar espiritualmente a prevenir las pretensiones de los desastres naturales, es un medio significativo de mejorar nuestra ciudadanía en forma singularmente valiosa. Aquellos que se están esforzando por entender y vivir la Ciencia Cristiana tienen la oportunidad y la obligación de hacer una contribución especial a la comunidad, a la nación y a la humanidad.

Decisivamente, el pensamiento espiritual no es impráctico ni pasa por alto la apatía pública o la irresponsabilidad oficial. Al contrario, una atmósfera de pensamiento divinamente científico ayuda a desarrollar inteligentes medidas defensivas y pública vigilancia. Éste es el mejor antídoto contra el optimismo ciego o la negligencia en la comunidad. Estas actitudes, fomentadas por el magnetismo animal, son las pretensiones mal intencionadas de la mente carnal, el opuesto mismo de los pensamientos elevados.

La ley divina demuestra que los llamados desastres naturales, cualquiera que sea la forma que tomen, carecen de realidad. No hay ninguna ley material que se oponga a la ley espiritual de Dios, que gobierna todo elemento del hombre y del universo. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, escrito por la Sra. Eddy, ella explica: “Las definiciones de la ley material, tales como son dadas por las ciencias naturales, representan un reino necesariamente dividido contra sí mismo, porque estas definiciones describen la ley como física, no como espiritual. Por tanto contradicen los decretos divinos y violan la ley del Amor, en la cual la naturaleza y Dios son uno y el orden natural del cielo desciende a la tierra”.Ciencia y Salud, pág. 118.

El estado más elevado de pensamiento es aquel en el cual el “orden natural del cielo” desciende en su totalidad, anulando la realidad de los desastres naturales con la comprensión del único plano verdadero en que se encuentra el ser, es decir, el celestial. Este universo verdadero no está formado por objetos frágiles, seres mortales, rebaños y cosechas propensos a la destrucción ni otras entidades tridimensionalmente delineadas, sino solamente por las ideas de la Mente, libres de desastres.

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