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La Iglesia: Base para la gran lucha

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las guerras entre las naciones podrían terminarse si la gente se diera cuenta de que sólo hay una lucha que es, en realidad, fructífera — la lucha con uno mismo. Esto no significa que uno está en paz cuando se tiene un conflicto con uno mismo, sino que la paz se adquiere solamente cuando se conquista un falso sentido de sí mismo.

Quizás, algún día, nuestros hijos o los hijos de ellos cantarán: “Vamos adelante, huestes del Señor”, sin el recuerdo de algún conflicto bélico. La única guerra será la batalla que se libre entre la Verdad y el error en la consciencia individual, y ésa será una serie de victorias constantes en pro de la Verdad.

Cristo Jesús señaló el camino hacia esta victoria en sus enseñanzas y en su vida. En Mateo, capítulos 5, 6, y 7, se establecen los campos de batalla. En este “Sermón del monte” Jesús traduce las declaraciones literales de la ley en exigencias espirituales para el pensamiento humano. Mientras que la ley prohibía determinados actos externos, sus mandamientos exigían el dominio de pensamientos internos. Por ejemplo, el “no matarás”, él lo interpretó en “cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio”. El “no cometerás adulterio”, lo interpretó en “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Éx. 20:13, 14; Mateo 5:22, 28; Enseñó mansedumbre, hambre de justicia, misericordia, pureza, pacificación, regocijo aun bajo persecuciones, amor hacia los enemigos, perdón, confiar el mañana a Dios, oración en secreto, y demás.

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